«El mundo está en llamas y la Iglesia está decidida a liderar el cambio. Tenemos una oportunidad histórica para demostrar que estamos del lado de los oprimidos, del lado de la creación», dice a Alfa y Omega el director de Desarrollo y Fe del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, el sacerdote Augusto Zampini-Davies.
Si hoy dejásemos de expoliarla y contaminarla, la Tierra tardaría más de 1.000 años en recuperarse del maltrato infligido. El Papa Francisco, consciente de la situación, no ha cejado en su empeño de empujar a la Iglesia hasta las primeras filas de la conversión ecológica para salvar el planeta. Y por eso decidió poner a la Amazonía y a los pueblos que la habitan, a menudo excluidos en su propia tierra, en el centro de los trabajos sinodales del Vaticano. Es el corazón biológico del mundo. La Amazonía es la que regula el flujo de lluvias, alimenta la humedad y controla el ritmo de las corrientes de todo el planeta. «El mundo está en llamas y la Iglesia está decidida a liderar el cambio. Tenemos una oportunidad histórica para demostrar que estamos del lado de los oprimidos, del lado de la creación. No podemos quedarnos sentados mirando cómo se destruye todo. El cuidado del planeta no es algo opcional. Si no somos parte de la solución, seremos parte de los que lo oprimen y depredan. Los católicos tenemos una ventaja, que es el mandato divino para cuidar la creación de Dios. No es solo una motivación moral, sino de fe», explica en conversación con Alfa y Omega el director de Desarrollo y Fe del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral del Vaticano, Augusto Zampini-Davies.
El Papa ha entendido, antes que cualquier otra persona pública, que únicamente un esfuerzo colectivo e internacional enfocado a reemplazar los combustibles fósiles y a limitar el aumento de la temperatura media del planeta podrá frenar esta destrucción suicida. Se trata de una perspectiva moral muy necesaria para el debate climático, que para los católicos incluye también el concepto del pecado ecológico. No es una novedad, ya que el propio Catecismo de la Iglesia católica de 1992 sitúa el respeto a la naturaleza entre las obligaciones del séptimo mandamiento. «Cambiar el estilo de vida y el modo de desarrollar la economía requiere, sobre todo, de las motivaciones hondas que da la fe. La Iglesia ha hecho autocrítica y estamos en un momento clave de renovación eclesial, en el que los pueblos indígenas nos están enseñando cómo promover una cultura de cuidado en la Amazonía que es la base para la conversión ecológica de la que habla el Papa», apunta el sacerdote argentino, que fue uno de los encargados de poner en marcha el andamiaje del Sínodo que concluyó el domingo.
Amazonía, banco de pruebas
Dos años de trabajo, más de 350 asambleas locales, una consulta a más de 80.000 personas y un Sínodo. Bajo esta óptica, el documento final, que solo tiene valor propositivo, es una pieza en un engranaje mucho más amplio. «Para entenderlo hay que tener en cuenta tres aspectos. Primero que se trata de un problema urgente; segundo, que la región amazónica es como un banco de pruebas de lo que ocurre en el mundo. Es decir, la forma en que respondamos ante esta urgencia imperiosa se podrá aplicar o replicar en otras regiones. Y, por último, la noción de sinodalidad. Esto implica una mayor participación de los laicos y de las mujeres para crear una Iglesia más dinámica y menos clerical», apunta Zampini-Davies.
«Una de las claves del Sínodo es la palabra conversión. Un camino hacia una Iglesia que sale a las periferias, que está abierta al diálogo, que no impone y que se convierte en hospital de campaña para curar las heridas del mundo. Esto no va de romper con los viejos caminos por el mero hecho de ser viejos, sino de asumir que no responden a la realidad actual. Una Iglesia que se queda encerrada en la sacristía, no es escuchada. Por eso, responder a la crisis climática nos ayudará a recuperar algo del desprestigio perdido por la crisis de abusos», agrega el experto y funcionario del Vaticano.
Parroquias sostenibles
En este sentido, el teólogo brasileño y profesor de la Facultad Jesuítica de Filosofía y Teología (FAJE) en Belo Horizonte (Brasil), Alfonso Murad, defiende que las parroquias y comunidades cristianas deben asumir practicas ecológicamente sostenibles. Anima, por ejemplo, a «adoptar una agricultura ecológica que marque la diferencia en la cadena productiva; consumir solo productos con un sello que garantice su sostenibilidad; tener conciencia sobre la cantidad de basura que se generan en las actividades eclesiales; retomar la oración de los salmos en perspectiva ecológica, y que los grupos cristianos que se van de retiro no se queden solo dentro del edificio, sino que tengan contacto con la naturaleza».
La próxima cita importante en cuestión de clima es en diciembre. Chile albergará la COP25 –la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2019– que el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, canceló de la agenda de su país. El Vaticano será una de las voces protagonistas. «A veces se tacha a la Iglesia de ser un animal paquidermo y lento. Pero en la defensa de la Amazonía somos una de las instituciones más avanzadas. La deforestación y los incendios han abierto los ojos al mundo, pero la Iglesia lleva años preocupada por esto. Estamos, por una vez, a la vanguardia», defiende el argentino.
El dicasterio donde trabaja Zampini-Davies está promoviendo la creación de una oficina amazónica y de un instrumento financiero para que la comunidad internacional reconozca la importancia de la Amazonía y para que los países que la componen sean compensados y puedan invertir en su cuidado.
Una Iglesia más horizontal y femenina
Por primera vez, 35 mujeres participaron de igual a igual en el Sínodo. El voto del documento final quedó en manos de los padres sinodales, pero ellas se han sentido madres sinodales. Así lo expresa la hermana Nelly Sempértegui, religiosa de la congregación Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, y misionera del vicariato apostólico de Jaén, en Perú. «El hecho de que haya habido tantas mujeres participando en este Sínodo es un grandioso aporte, y especialmente mujeres indígenas que han venido hasta aquí para traer la voz de su tierra. La Iglesia está avanzando hacia una estructura más horizontal donde hombres y mujeres toman decisiones juntos», señala.
El papel protagonistas de las mujeres en la Amazonía es un hecho. Son ellas las que a menudo lideran los movimientos sociales y animan a las comunidades. Las monjas y misioneras tienen un puesto permanente al lado de los pueblos originarios, mientras que los sacerdotes van y vienen cuando pueden. Por eso, la Iglesia se ha propuesto reconocer de manera oficial su labor, así como potenciar su responsabilidad ministerial. Un modelo que también podría extenderse a otras iglesias locales.
Victoria Isabel Cardiel C.
(Ciudad del Vaticano)
Imagen: El sacerdote Augusto Zampini-Davies
junto al Papa Francisco,
al finalizar una sesión del Sínodo de los Obispos sobre la Amazonía.
(Foto: Augusto Zampini-Davies)