El Príncipe Carlos, futuro jefe de la Iglesia Anglicana, asiste a la ceremonia.
Como le hubiera gustado a un gigante intelectual que dedicó la mayor parte de su vida a la gente sencilla, el Papa Francisco ha canonizado este domingo al cardenal John Henry Newman (1801-1890), impulsor del «movimiento Oxford» para renovar la Iglesia Anglicana, converso, precursor del concilio Vaticano II, y maestro de «la santidad de los cotidiano», como ha subrayado en su homilía.
El Reino Unido llevaba trescientos años sin nuevos santos «normales», pues los últimos, en 1970, eran mártires de las persecuciones contra los católicos. Newman ha compartido canonización con cuatro mujeres extraordinarias de Brasil, Suiza, Italia y la India, modelos de religiosas y laicas en una iglesia visiblemente universal.
Como a sus 93 años la Reina Isabel II ya no viaja, el Príncipe Carlos, futuro jefe de la Iglesia Anglicana, representaba a su país en primera fila después de afirmar, en un artículo publicado la víspera en The Times y L’Osservatore Romano que «como anglicano, Newman orientó la Iglesia hacia sus raíces católicas; y como católico, aprendía de la tradición anglicana, como se ve en su promoción del papel de los laicos».
En realidad, el intelectual de Oxford y sacerdote anglicano que lo «perdió» aparentemente todo -el cargo, el prestigio, los amigos, etc.- al convertirse al catolicismo a los 44 años, es ahora un «británico global», un faro para las dos iglesias y un ejemplo de santidad para el mundo entero.
Por una afortunada coincidencia con el Sínodo de Amazonia, los uniformes de gala de los embajadores compartían la soleada plaza de San Pedro con las coronas de plumas de los jefes indígenas que participan en la asamblea sinodal durante tres semanas: un modo de dar visibilidad a unos pueblos y un ecosistema maltratados hasta el riesgo de la destrucción.
Como también le hubiera gustado a Newman, el Papa Francisco se ha referido en primer lugar en su homilía a las tres religiosas «consagradas a un camino de amor en las periferias existenciales del mundo»: la brasileña Dulce Lopes Pontes (1914-1992), legendaria en su ayuda a los trabajadores y primera santa de su país; y otras dos fundadoras de congregaciones religiosas, la italiana Giuseppina Vannini (1859-1911), y la india María Teresa Chiramel Mankidiyan (1876-1926).
Francisco ha añadido que la suiza «santa Margarita Bays (1815-1879), en cambio, era una costurera y nos revela qué potente es la oración sencilla, la tolerancia paciente, la entrega silenciosa. A través de estas cosas, el Señor ha hecho revivir en ella el esplendor de la Pascua».
Finalmente, el Papa ha subrayado que «es la santidad de lo cotidiano, a la que se refiere el santo Cardenal Newman cuando dice: “El cristiano tiene una paz profunda, silenciosa y escondida que el mundo no ve… El cristiano es alegre, sencillo, amable, dulce, cortés, sincero, sin pretensiones… con tan pocas cosas inusuales o llamativas en su porte que a primera vista fácilmente se diría que es un hombre corriente” (Parochial and Plain Sermons)».
Parafraseando al nuevo santo, Francisco ha continuado: «Pidamos así ser “luces amables” en medio de la oscuridad del mundo. Jesús, “quédate con nosotros y así comenzaremos a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás” (Meditations on Christian Doctrine). Amén».
La representación del Reino Unido en la ceremonia abarcaba todos los estamentos: desde el alcalde musulmán de Birmingham -donde Newman pasó cuatro décadas sirviendo como sacerdote sobre todo a gente sencilla y trabajadores-, a los presidentes de Oriel College y Trinity College en Oxford, parlamentarios de las Cámaras de los Lores y de los Comunes, obispos católicos y anglicanos, etc.
Aunque le hubiera gustado asistir, el arzobispo Justin Welby, primado de la Iglesia Anglicana, no ha podido hacerlo debido a un compromiso anterior, por lo que participará, en cambio, en la ceremonia del próximo sábado en la catedral católica de Westminster.
Hace unos días, cardenal canadiense Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de los Obispos, propuso que el nuevo santo británico sea nombrado «Doctor de la Iglesia» y añadido a la lista de 36 hombre y mujeres cuyas enseñanzas son como faros para los creyentes.
Es una propuesta que comparten numerosos cardenales y que el Papa emérito Benedicto XVI formuló ya en 1990, cuando era prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe y no se le pasaba por la cabeza que llegaría a beatificar a Newman en Birmingham veinte años después.
En un discurso pronunciado el 28 de abril de 1990, el cardenal Joseph Ratzinger revelaba que ya desde su época de seminarista había ido aprendiendo poco a poco de aquel británico genial «su doctrina sobre el desarrollo del dogma, que considero, junto con su doctrina de la conciencia, sus contribuciones decisivas al desarrollo de la teología”. Newman «nos enseñó a pensar históricamente la teología y, precisamente de ese modo, reconocer la identidad de la fe en todos los cambios».
Las ofrendas de los fieles fueron presentadas en primer lugar por el matrimonio Villalobos de Chicago junto con sus siete hijos. La mamá, Melissa, una abogada de 42 años, sufría graves pérdidas de sangre por desprendimiento parcial de placenta en 2013, cuando estaba embarazada de su quinto hijo. Un día sufrió una hemorragia gravísima que la dejó sin fuerzas para llamar a la policía o a los servicios de emergencia.
Según relató hace unos meses: «Entonces dije, “Por favor, cardenal Newman, frena la hemorragia”. Fueron exactamente esas palabras y, justo al terminarlas, la hemorragia se detuvo, y noté en el cuarto de baño el aroma de rosas mas fuerte de mi vida. Cuando paró le pregunté, ‘cardenal Newman, ¿lo hiciste tú?’, y de nuevo se produjo una segunda vez. Supe que había sido él». Aquella misma tarde, los médicos comprobaron que, inexplicablemente, el agujero en la placenta había desaparecido.
La pequeña Gemma nació perfectamente sana unos meses después y esta mañana, a sus cinco añitos, ha participado en la canonización con toda la familia.
Al termino de la ceremonia, el Papa ha agradecido la presencia de las autoridades religiosas y civiles -entre las que figuraba el presidente de la República Italiana y el vicepresidente de Brasil- y ha hecho un fuerte llamamiento a frenar la ofensiva militar turca contra los kurdos en el nordeste de Siria.
Juan Vicente Boo/ABC