El Papa Francisco ha dedicado su audiencia del miércoles a continuar el llamamiento a la evangelización que lanzó el martes en la apertura del Mes Misionero Extraordinario. «Una Iglesia misionera no pierde el tiempo en llorar» y es consciente de que «la omisión es contraria a la misión».
El Papa Francisco ha aprovechado su catequesis de este miércoles, segundo día del Mes Misionero Extraordinario, para hablar de la misión a la luz de los Hechos de los Apóstoles. En concreto, citando el pasaje del apóstol Felipe y su anuncio del Evangelio al funcionario etíope, ha afirmado que «el Espíritu Santo es el protagonista de la evangelización».
Fue Él –ha continuado– quien llevó a Felipe al desierto y lo impulsó a acercarse a la carroza del eunuco, que leía sin comprender uno de los cantos del Siervo, del profeta Isaías.
Por lo tanto, para hacer apostolado no basta decir quién es Jesús, ni siquiera intentar «convencer a la gente de que Jesús es Dios. Querido –ha respondido el Santo Padre, si no está el Espíritu Santo esto no es evangelización. Puede ser proselitismo, publicidad… Pero la evangelización es hacerte guiar por el Espíritu Santo, que sea Él el que te empuje al anuncio con el testimonio, también con el martirio, también con la palabra».
El signo del misionero, la alegría
El Pontífice ha subrayado también cómo el funcionario, un hombre poderoso, humildemente «reconoce que necesita ser guiado para comprender la Palabra de Dios» y descubrir que se refiere a Cristo. «No basta leer la Escritura, es necesario comprender su significado, encontrar que el jugo va más allá de la corteza para atraer al espíritu que anima la letra».
Y, por último, ha preguntado «cuál es el signo de que tú eres evangelizador. La alegría. También en el martirio». De hecho, «la persecución, en vez de apagar el fuego de la evangelización, lo alimenta todavía más».
«Una sacudida para ser activos en el bien»
Con este enfoque para su catequesis, el Papa ha dado continuidad a sus palabras de ayer, durante las vísperas que abrieron el Mes Misionero Extraordinario.
«Una Iglesia en salida, misionera, es una Iglesia que no pierde el tiempo en llorar por las cosas que no funcionan, por los fieles que ya no tiene, por los valores de antaño que ya no están. Una Iglesia que no busca oasis protegidos para estar tranquila; sino que solo desea ser sal de la tierra y fermento para el mundo», señaló el Pontífice durante la homilía.
El Santo Padre, que presidió el rezo de vísperas en la memoria litúrgica de santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, ha señalado que este mes de octubre dedicado a las misiones «quiere ser una sacudida que nos impulse a ser activos en el bien».
«La omisión es contraria a la misión»
Así, instó a los sacerdotes y religiosos a no ser «notarios de la fe y guardianes de la gracia sino misioneros», y para ello insistió en «no vivir una fe de sacristía». Francisco incidió en que el Señor «ama una Iglesia en salida». «Si no está en salida no es Iglesia», apuntó. «Sabe que esta es su fuerza, la misma de Jesús: no la relevancia social o institucional, sino el amor humilde y gratuito», dijo.
Y sobre la fe enfatizó: «Dios no nos preguntará si hemos conservado celosamente la vida y la fe, sino si la hemos puesto en juego, arriesgando, quizá perdiendo el prestigio (…) La hemos recibido no para enterrarla, sino para ponerla en juego; no para conservarla, sino para darla. Quien está con Jesús sabe que se tiene lo que se da, se posee lo que se entrega; y el secreto para poseer la vida es entregarla. Vivir de omisiones es renegar de nuestra vocación: la omisión es contraria a la misión».
En su homilía, el Santo Padre advirtió sobre estos pecados de omisión: ser «quejumbrosos» y decir «que todo va mal, en el mundo y en la Iglesia». El segundo es ser «esclavos de los miedos que inmovilizan» y dejarse «paralizar por el “siempre se ha hecho así”». Y el último es «vivir la vida como un peso y no como un don».
Europa Press / Alfa y Omega
(Foto: Tiziana Fabi / AFP)