El avance del islam radical y el populismo en Occidente amenazan la paz en el mundo, advierte monseñor Renzo Fratini.
Renzo Fratini fue nombrado representante del Papa en España en agosto de 2009, bien curtido ya en misiones complicadas. Tras pasar por Francia, Japón, Etiopía o Israel, su primer destino como nuncio fue Pakistán (1993-1998). De aquel tiempo no se le borra de la memoria el atentado que presenció contra la vecina embajada de Egipto, que dejó 17 muertos. «Eran tiempos difíciles, pero ahora lo veo todo aún más complicado», asegura. «Entonces se podía viajar por el país, que es muy hermoso, turísticamente muy interesante. Sin embargo, ahora las cosas están más complicadas a nivel político, los partidos religiosos han aumentado…».
Juan Pablo II lo envió en 1998 a Indonesia, la nación musulmana más poblada del mundo, donde fue testigo de la independencia de Timor Oriental, pequeño enclave de mayoría católica. «Indonesia es un gran país que tiene 13.500 islas, muy interesante, con un islam moderado y dialogante», recuerda, para lamentar, sin embargo, que en los últimos años «están apareciendo grupos en ciertas zonas que provocan dificultades en la convivencia».
Después vino Nigeria (2004-2009). «En aquellos años estaba surgiendo Boko Haram, pero no había la cantidad de atentados de los últimos tiempos», afirma. «Se podía visitar el norte con una cierta libertad. Es verdad que se necesitaba un cierto espíritu de aventura, pero se podía hacer».
«A veces parecería que, en lugar de progresar, el mundo va hacia atrás», constata el experimentado diplomático. «El mundo se ha vuelto hoy un lugar más hostil y complicado. Por el terrorismo y el odio que crece». Pero tampoco ayuda «una situación como la de Estados Unidos, que a veces alimenta una actitud de conflicto, con su apoyo a la ultraderecha» en el resto del mundo.
«En Europa –prosigue– estamos viendo aparecer grupos que provocan divisiones, rupturas, casi como una nostalgia de las dictaduras. Es lo que algunos han llamado democraturas», democracias desde el punto de vista formal con sistemas políticos crecientemente autoritarios. «Y esto es peligroso. Se ve en Italia, en Hungría, en otros países en los que la gente tiene miedo a la llegada de migrantes y refugiados… No podemos aceptar esta democratura ni permitir que la democracia se transforme en una defensa de nuestra identidad, en un “nosotros primero”. Dice el Papa: cuando uno levanta un muro se encierra a sí mismo en una prisión. Esto no es beneficioso para nadie. Si Estados Unidos se encierra y levanta muros, no va a desarrollarse. Lo mismo puede decirse de Europa: el miedo a los migrantes no es positivo, incluso desde el punto de vista del descenso demográfico, que es un problema muy grave: escuelas que cierran, perdida de puestos de trabajo… Hay consecuencias muy serias. Todo el mundo se da cuenta pero nadie hace nada. Tampoco los políticos, muchas veces enredados en pequeñas disputas de Twitter».
Imagen: Fratini con unos refugiados de Timor Oriental,
en Kupang en 1999.
(Fotos: AFP Photo/Weda Weda)