Iglesia, empresarios y políticos de todo signo se juntaron hace 25 años para curar una herida abierta en el centro de Madrid: la capital no tenía catedral y hay quien sostiene que la patrona, la Virgen de la Almudena, tan en auge en tiempos de Felipe IV, había sido desbancada por la popular Paloma. José María Álvarez del Manzano, alcalde del PP entonces, recuerda en esta entrevista con Alfa y Omega cómo fue Felipe González el impulsor del fin de las obras y su encuentro con san Juan Pablo II en la dedicación del templo: «Mis amigos me decían que, después de aquello, yo levitaba».
Madrid, capital de España, años 90 y sin catedral.
Aquello era una herida abierta en el centro de la ciudad que no podía continuar. No tenían sentido unas obras permanentes en mitad de Madrid, una vista de la cornisa a medio hacer junto al Palacio Real.
¿Fue la catedral del pueblo? Cuentan muchos madrileños que rascaron los bolsillos y aportaron unos duros para levantarla, y así consta en las listas de donantes. Orgullo de ciudad.
La aportación del pueblo fue muy importante, pero cuantitativamente no representativa frente a lo que tuvieron que poner los empresarios y las instituciones.
O sea, que Iglesia, empresarios y políticos se sentaron a hablar para levantar una catedral. Emblemático, ¿no?
A mi me tocó hablar mucho con los empresarios, y quiero recalcar que lo suyo fue un acto de generosidad. No podemos olvidar que entre todos pusieron 1.000 millones de las antiguas pesetas. Como dato anecdótico, los gallegos pusieron las campanas de la catedral, son el sonido gallego de Madrid. Y después las instituciones pusimos también mucho dinero.
¿Por qué esa generosidad?
Se había creado una comisión, presidida por el general Lacalle, gracias a una intervención muy directa de don Antonio Astillero, el alma de todo esto [durante años, deán de la catedral]. A través de esa comisión se empezó a tocar el corazón de los madrileños, pero sobre todo de las instituciones, que fueron las que, en definitiva, tuvimos que hacer frente a lo que significaba la continuación de la Almudena. Se llegó incluso a solicitar la participación del presidente del Gobierno, entonces Felipe González.
Fue Felipe González precisamente el que dio el impulso definitivo a la construcción de la catedral.
Así es. Él se hizo cargo de que había que terminar aquello y realizó un llamamiento a los empresarios madrileños, que se volcaron, y a las instituciones, que respondimos. Tanto desde el Ayuntamiento de Madrid como desde la Comunidad hicimos un esfuerzo y entre todos conseguimos acabar la Almudena, primero con el cardenal Suquía y luego con el cardenal Rouco.
Y primero con Leguina y Tierno Galván, y después con usted y Ruiz Gallardón.
Alberto dijo que pondría lo que pusiera yo, y al final aportamos los dos lo mismo para terminar la catedral. Fue un dinero importante, desde el punto de vista municipal y religioso.
Un impulso dado por creyentes y no creyentes, que se juntaron para levantar su catedral. Es un símbolo fuerte de unión.
Por un lado queríamos acabar con la herida urbanística. Por otro, Alberto y yo somos creyentes, y ahí también tuvimos nuestra motivación.
¿Hay algo que no se pueda contar?
Ya se ha contado todo.
Pues lo que recuerde con más cariño.
Fue una maravilla que viniese el Papa san Juan Pablo II a inaugurar la catedral. Fue muy generoso con Madrid y vino en varias ocasiones. Recuerdo de una manera muy gráfica cómo se destapó las mangas para cubrir de óleo la piedra del altar y luego las paredes, y fue como si tuviera que trabajar físicamente, haciendo un esfuerzo realmente importante. Esa imagen del Papa nunca se me va a olvidar. Él se fue muy contento de Madrid. Como alcalde, cuando se marchaba le dije: «Santidad, el pueblo de Madrid está muy contento con su visita», y él me respondió con la mano en mi hombro: «El Papa también se va muy contento de la ciudad de Madrid y de su alcalde». Mis amigos decían que yo entonces levitaba.
Es para levitar. ¿De qué está más orgulloso en sus doce años de alcalde?
De la creación del Samur, porque salva vidas. Estoy contento con la catedral, con la remodelación de la plaza de Oriente –el equilibrio de la escultura del caballo de Felipe IV la ideó Galileo Galilei, porque es el único caballo que se mantiene únicamente sobre sus patas traseras–, con los 28 túneles que hice… pero esta institución salva la vida de las personas. Hasta entonces existían ambulancias normales y con la ayuda del concejal de Sanidad, Simón Viñals, ideamos ambulancias medicalizadas y con quirófano dentro. El modelo lo copió el alcalde de París, que luego fue el presidente Chirac. Y de ahí se empezó a extender por otras muchas ciudades.
El concierto de Plácido Domingo es un broche de oro al Año Mariano.
Es madrileño, y un hombre excepcional. Siempre me decía que quería sustituirme como alcalde de Madrid.
Escuchar de su voz y la de sus acompañantes el himno de la Almudena no tuvo precio. ¿Qué relación tiene usted con la patrona?
Es curioso lo de Madrid, pero la patrona popular siempre ha sido la Virgen de la Paloma. La Almudena se ha ido recuperando como consecuencia de la catedral, pero incluso la fiesta el 9 de noviembre a la gente le cuesta, porque la fiesta de agosto es la fiesta de Madrid, y el pueblo entroniza a su patrona popular.
Bueno, pero gracias a la catedral y a este año la Almudena ha ido ocupando el sitio que le corresponde.
Don Antonio Astillero ha estado permanentemente preocupado por la Almudena. El otro día, ya con sus 90 y tantos años, quería que el Metro llegase a la plaza de Oriente para que la gente vaya más fácilmente a ver a la Virgen. Quiero recordar aquí la estela de la Almudena que hicimos con los plateros y joyeros de Madrid, la columna donde se cuenta la historia de la Virgen. La generosidad de los gremios con la ciudad y la Virgen ha sido muy importante.
Cristina Sánchez Aguilar
Imagen: El Papa Juan Pablo II saluda al alcalde de Madrid,
Álvarez del Manzano, junto al cardenal Suquía,
durante la dedicación de la catedral de la Almudena,
en junio de 1993.
(Foto: Archivo de la catedral de la Almudena)