«La Iglesia no puede permanecer indiferente» al expolio de los recursos naturales del Amazonas o al asesinato de defensores indígenas de los derechos humanos, afirma el documento de trabajo para el sínodo de octubre.
«El Amazonas es fuente de vida, de una vida en abundancia», pero hoy se «encuentra amenazada» y «hay que defenderla frente a la explotación de las industrias extractivas».
Esta es una de las lecturas centrales que extrae del documento del trabajo para la asamblea de obispos de octubre el cardenal Baldisseri, secretario general del Sínodo. El texto es resultado de las consultas a las comunidades católicas locales, que piden una Iglesia más «profética», comprometida en la defensa del medio ambiente y los derechos humanos de los pueblos originarios, aunque ello le cueste enemistarse con gobiernos y poderosas empresas, añadió el jesuita Miguel Yáñez, profesor de la Pontifica Universidad Gregoriana de Roma.
El Instrumentum laboris recuerda que «el número de mártires en la Amazonía es alarmante (por ejemplo, solo en Brasil, entre 2003 y 2017, 1.119 indígenas fueron asesinados por defender sus territorios)». «La Iglesia no puede permanecer indiferente ante todo esto; por el contrario, debe apoyar la protección de los defensores de los derechos humanos y recordar a sus mártires, incluyendo a mujeres dirigentes como la hermana Dorothy Stang».
«El territorio se ha convertido en un espacio de enfrentamientos y de exterminio de pueblos, culturas y generaciones», puede leerse, junto a críticas contra la corrupción política que propagan las grandes corporaciones.
Pasar de una «Iglesia que visita» a otra que «permanece»
Todo ello, reconociendo la gran diversidad del territorio amazónico, que incluye partes de Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam y Guyana Francesa en un área de 7,8 millones de kilómetros cuadrados (unas 16 veces España), la mayor parte (5,3 millones) bosques tropicales.
La supervivencia de este pulmón del planeta y de sus comunidades indígenas será una cuestión central en el Sínodo, aunque sin olvidar que entre el 70 y 80 % de la población del Amazonas vive en ciudades, en gran medida tras haber sido forzada a emigrar por el expolio de los recursos naturales de este territorio.
Uno de los aspectos que más preocupan de esta migración es la pérdida de lazos culturales en muchos jóvenes indígenas, lo que les desarma ante amenazas como «las redes de mafias, el tráfico de drogas y de seres humanos» o «la prostitución».
Junto a la preocupación por las condiciones de vida en las barriadas de estas ciudades, se menciona la actividad de las sectas pentecostales.
Lejos de una mirada victimista, el Instrumentum laboris aboga por más diálogo ecuménico con las otras confesiones cristianas, y anima a hacer un ejercicio de autocrítica para una Iglesia «más participativa». Las comunidades evangélicas «nos muestran otra forma de ser iglesia, donde la gente se siente protagonista y donde los fieles pueden expresarse libremente sin censura, dogmatismo o disciplinas rituales», puede leerse.
En lo que respecta a la central indígena, un tema central en el sínodo, se trata de pasar de una «Iglesia que visita» a una «Iglesia que permanece», firmemente asentada en las comunidades locales, con mayor protagonismo de sus propios miembros. También la liturgia debe ser capaz de recoger mejor «la cosmovisión indígena», en palabras del cardenal Baldisseri.
Ricardo Benjumea
(Foto: Rafael Cob)