Desde que se convirtió al catolicismo –practicado en el país tan solo por un 1 % de la población–, la joven estonia Reena Tolmik se comprometió por completo con la misión de la Iglesia Católica en el campo de las comunicaciones.
Reena Tolmik creció «en una familia no cristiana», no creyente, donde aprendió que «la fe era para los débiles y los poco inteligentes». Ella es originaria de Estonia, un país en el que tan solo existen 6.000 católicos (el 1 % de la población), donde hay menos de 20 sacerdotes y en el que la iglesia católica solo está presente en cinco ciudades. «El templo católico más cercano a mi familia está a cinco horas de viaje», asegura Tolmik, que actualmente tiene 35 años.
Ante esta situación vital, «nadie sabía que yo nunca dudé de la existencia de Dios y que le rezaba desde los primeros años de mi vida». Por ello, con tan solo 10 años Reena Tolmik pidió el bautismo en la iglesia luterana, una ceremonia que se desarrolló sin padrinos «simplemente porque a nadie le interesaba. No había ningún creyente en mi círculo familiar ni en el vecindario que entendiera el significado de ser padrino», aclara.
La joven empezó a asistir regularmente a las funciones religiosas, pero lo hacía sola: «no había jóvenes entre los que iban a la iglesia» y, por tanto, «no tenía ningún amigo cristiano con el que compartir mi fe». De hecho, su primer contacto con cristianos de su edad fue a los 20 años en Taizé. De aquel encuentro, a Tolmik le impresionó «el conocimiento de la fe y de la Biblia de aquellas personas. Me sentí inspirada por el hecho de ser testigo de su amor a Dios y me di cuenta de lo poco que sabía, de lo poco que ponía en práctica y de lo poco que amaba. Fue el comienzo de mi conversión, pero ni siquiera lo sospeché».
El paso definitivo al catolicismo lo dio, sin pretenderlo, tras asistir a catequesis católica para adultos, a la que acudía solo para saciar sus intrigas, y gracias sobre todo a la orientación espiritual de un obispo católico. «Me encantaba tener un guía espiritual. Pude ver grandes beneficios para mi alma y mi vida de oración», confiesa la joven. El prelado «nunca abordó el tema de la conversión» y eso le dio confianza a Reena. «Me sentí más cómoda», asegura.
Conversión con la confesión
Sin embargo, el obispo sí insistió en el tema de la confesión. «¡No, no! ¡No voy a venir a ti! ¡Tengo mi relación con Dios y a Él mismo le confieso mis pecados!», fue la respuesta de la mujer luterana y su posicionamiento hasta que «en Semana Santa recibí una gracia especial y un deseo de confesar mis pecados al Señor».
«Fue un punto de inflexión total en mi vida Me presenté en el confesionario con varias páginas de pecados enumerados. No tenía idea de cómo confesarme. Solo sabía que estaba en presencia del amoroso y misericordioso Señor, comunicándome con Él y escuchándolo. En el momento de la absolución, entendí lo que me habían contado sobre el sacramento de la Reconciliación».
En este «encuentro íntimo con el Señor» en el confesionario, «supe que era el momento de mi conversión». Desde entonces, «tengo un profundo amor por este sacramento», que no es un castigo, como piensan muchas personas, sino que «el Señor nos está esperando en el confesionario para sanar, para tomar nuestra carga, para darnos vida porque su misericordia y amor es eterno».
Las comunicaciones como misión
Unos pocos meses después, Reena Tolmik fue recibida en la Iglesia Católica, tomó su Primera Comunión y decidió comprometerse por completo con la misión de la Iglesia en el campo de las comunicaciones.
«La Iglesia en Estonia se enfrenta a enormes desafíos en el campo de las comunicaciones, especialmente en el contexto de una creciente secularización, materialismo e individualismo. Las comunicaciones sociales se han convertido para muchos en la principal fuente de información y educación, y para la Iglesia es esencial en la evangelización y la catequesis, tanto para alcanzar a los fieles como a la sociedad en general». Además, los fieles están dispersos por todo el país y separados por largas distancias.
Por otro lado, «como la Iglesia no tiene canales de comunicación en Estonia y los medios de comunicación son seculares y a menudo se le oponen, no tiene voz en la sociedad. Como resultado, es más difícil comunicar la fe y sus enseñanzas. Diría que la Iglesia Católica es casi invisible en Estonia, al menos lo ha sido hasta la visita pastoral del Papa Francisco en septiembre de 2018», subraya la joven conversa.
Formación eclesiástica y comunicativa
«Para poder contribuir mejor» a esta «misión de la Santa Iglesia», Tolmik se matriculó en Comunicación Social Institucional en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz con el apoyo del Centro Académico Romano Fundación (CARF). «La universidad ofrece a los estudiantes cursos sólidos y sistemáticos que preparan profesionales de la comunicación para las instituciones de la Iglesia. El programa proporciona una comprensión profunda de la base teológica, filosófica y canónica de las enseñanzas de la Iglesia, así como la especialización en técnicas de comunicación teniendo en cuenta la identidad particular de las instituciones de la Iglesia», explica.
Quienes tomen «parte en la comunicación de la Iglesia deben adquirir habilidades profesionales en los medios de comunicación junto con formación doctrinal y espiritual. Dado que la comunicación social sigue teniendo una enorme influencia, que no solo determina las actitudes morales sino también el comportamiento de la sociedad, es muy necesario adquirir habilidades profesionales para comunicar el mensaje de la Iglesia en el idioma que entiende la sociedad», concluye.
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
Foto: CARF