El Papa ha inaugurado el Encuentro sobre el Cuidado de los Menores. Ha constatado que los fieles católicos del mundo esperan «no simples y descontadas condenas», sino medidas concretas y eficaces que poner en práctica
«El santo pueblo de Dios nos mira». Espera «no simples y descontadas condenas, sino medidas concretas y eficaces para poner en práctica». Por eso, hay que escuchar «con docilidad» el grito de los pequeños que piden justicia. Con esas palabras, el Papa inauguró el Encuentro sobre el Cuidado de los Menores. Una esperada cumbre sobre abusos, en la cual participan unos 190 cardenales, arzobispos y obispos de los cinco continentes.
Francisco llegó caminando, poco antes de las nueve de la mañana, hasta el ingreso del Aula Pablo VI del Vaticano. Como es ya una costumbre, saludó dando la mano a los guardias suizos ubicados en la puerta y se dirigió a la Sala Nueva del Sínodo. En ese auditorio presidió la oración de la mañana y después tomó la palabra.
Comenzó precisando que, ante la herida de los abusos sexuales perpetrados por hombres de Iglesia contra menores, pensó en interpelar a los patriarcas, cardenales, arzobispos, obispos, superiores religiosos y responsables, para que todos juntos se pongan «en escucha del Espíritu Santo» y, con docilidad a su guía, escuchen «el grito de los pequeños que piden justicia».
Espíritu de parresia
«Grava sobre nuestro encuentro el peso de la responsabilidad pastoral y eclesial que nos obliga a discutir juntos, de manera sinodal, sincera y profunda, cómo afrontar este mal que aflige a la Iglesia y a la humanidad. El santo pueblo de Dios nos mira y espera de nosotros no simples y descontadas condenas, sino medidas concretas y eficaces para poner en práctica», estableció, hablando en italiano.
Por eso llamó a iniciar el camino de estos días de trabajo, armados de la fe y del «espíritu de máxima parresia», ese concepto que tanto le gusta y que es identificado como una gran franqueza y libertad. Además pidió hablar con valentía y determinación.
Primeras directrices
Al mismo tiempo anunció la distribución de un documento con algunos criterios importantes, formulados por diversas comisiones y conferencias episcopales. Aclaró que se trata de un subsidio, unas directrices para ayudar a la reflexión y por eso, insistió, son un punto de partida. «Viene de ustedes y vuelve a ustedes, y no quita la creatividad que pueda surgir», apuntó.
Luego, agradeció a la Pontificia Comisión para la Tutela de los Menores de la Santa Sede, a la Congregación para la Doctrina de la Fe y a los miembros del comité organizativo de la cumbre el «excelente trabajo» desarrollado «con gran empeño» para preparar el encuentro.
«Finalmente, pido al Espíritu Santo que nos sostenga en estos días y nos ayude a transformar este mal en una oportunidad de conciencia y de purificación. Que la Virgen María nos ilumine en el intento de curar las graves heridas que el escándalo de la pedofilia ha causado, tanto en los pequeños como en los creyentes», concluyó.
Tras las palabras introductorias del Papa, el moderador de la reunión y presidente de la Fundación Ratzinger, Federico Lombardi, ofreció algunas indicaciones logística sobre el trabajo que tendrá lugar en los próximos días y que se concentrará en dos momentos fundamentales: conferencias generales y trabajo en grupos lingüísticos.
Entonces tomó la palabra el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, quien realizó una reflexión sobre el tema El olor de las ovejas. Sentir las dificultades y curar las heridas, centro de la tarea del pastor. Tras un momento de preguntas y respuestas, se pasó a la segunda exposición a cargo del arzobispo maltés Charles Scicluna, con el título La Iglesia como hospital de campo. Asumir la propia responsabilidad.
Andrés Beltramo Álvarez/Vatican Insider
(Foto: APF/Vincenzo Pinto)