Ciudad del Vaticano (VIS).-»Este aniversario nos invita a dar gracias a Dios por los muchos frutos recogidos durante este medio siglo. En particular, se ha cumplido lo que el Concilio había recomendado: el aprecio de todo lo que de bueno y verdadero hay en la vida de los cristianos de toda comunidad». Así saludó el Papa Francisco a los participantes en la asamblea plenaria del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos cuyo tema ha sido «La meta del ecumenismo: principios, oportunidades y desafíos a cincuenta años de Unitatis Redintegratio».
El Pontífice recordó que el 21 de noviembre de hace 50 años, junto con el documento Unitatis Redintegratio, se publicaron la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium y el Decreto sobre las Iglesias orientales católicas Orientalium Ecclesiarum. Tres textos profundamente vinculados que ofrecen la visión eclesiológica del Concilio Vaticano II.
»En primer lugar -afirmó Francisco- podemos regocijarnos de que la enseñanza del Concilio haya sido ampliamente recibida. En los últimos años, sobre la base de motivaciones teológicas arraigadas en la Escritura y en la Tradición de la Iglesia, ha cambiado la actitud de los católicos hacia los cristianos de otras Iglesias y Comunidades eclesiales. Pertenecen al pasado la hostilidad y la indiferencia, que habían abierto brechas aparentemente insalvables y producido heridas profundas, y se ha iniciado un proceso de curación que permite aceptar al otro como un hermano o hermana en la unidad profunda que nace del Bautismo».
Ese dato ha hecho posible »profundizar en los contactos con muchas iglesias y comunidades eclesiales y desarrollar nuevas formas de colaboración. Han sido muy importante en este sentido, las traducciones ecuménicas de las Sagradas Escrituras. Cristianos de diversas Iglesias y Comunidades eclesiales se esfuerzan juntos por servir a la humanidad que sufre , en la defensa de la vida humana y su dignidad inalienable, en la protección de la creación y en contra de las injusticias que afligen a tantos seres humanos y a tantos pueblos».
Pero a la acción de gracias hay que unir el hecho de que todavía persisten divisiones entre los cristianos y que las divergencias sobre nuevas cuestiones antropológicas y éticas dificultan el camino hacia la unidad. »Sin embargo -recalcó el Papa- no podemos ceder al desaliento y a la resignación, sino seguir confiando en Dios que pone en el corazón de los cristianos semillas de amor y de unidad, para hacer frente con renovado vigor a los desafíos ecuménicos de nuestra época: cultivar el ecumenismo espiritual, valorizar el ecumenismo de la sangre, recorrer juntos el camino del Evangelio».
El ecumenismo espiritual tiene su punto culminante en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y es »una red mundial de momentos de oración que, desde el ámbito parroquial y el internacional insuflan en el cuerpo de la Iglesia el oxígeno del genuino espíritu ecuménico; una red de gestos, que nos hace trabajar juntos en tantas obras de caridad; y es también un intercambio de oraciones, meditaciones, y otros textos que circulan por la web y pueden contribuir al desarrollo del conocimiento, el respeto y la estima mutua».
Unitatis Redintegratio invita a valorizar el ecumenismo de la sangre mediante el reconocimiento, en los hermanos y hermanas de otras Iglesias y comunidades cristianas, de la capacidad – dada por Dios – de dar testimonio de Cristo hasta el sacrificio de la vida . »Estos testimonios -observó el Obispo de Roma- nunca han faltado en los últimos cincuenta años y continúan hasta nuestros días… Aquellos que persiguen a Cristo en sus fieles no diferencian confesiones: los persiguen simplemente porque son cristianos».
El Papa reveló también que en los últimos meses, encontrando a muchos cristianos no católicos, o leyendo sus cartas, se dio cuenta de que a pesar de los problemas abiertos que todavía nos separan, »hay un deseo generalizado y fuerte de caminar juntos, de rezar de conocer y amar al Señor, de colaborar en el servicio y la solidaridad con los débiles y los que sufren» y reafirmó su convicción de que en un camino común »con la guía del Espíritu Santo y aprendiendo unos de otros, podemos crecer en la comunión que ya nos une».
»A cincuenta años de la Unitatis Redintegratio -concluyó- la búsqueda de la plena unidad entre los cristianos sigue siendo una prioridad para la Iglesia católica, y por lo tanto es una de mis mayores preocupaciones diarias . La unidad es ante todo don de Dios y obra del Espíritu Santo, pero todos estamos llamados a trabajar juntos siempre y en toda circunstancia».