«No podemos pensar que resolviendo el tema de paliativos se resuelve la eutanasia», advierte el recién elegido presidente del Comité Bioética de España, Federico de Montalvo. El reto es la atención a los enfermos crónicos. Y a sus familias
Federico de Montalvo Jääskeläinen (Madrid, 1966), profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Pontificia Comillas toma el relevo de María Teresa López al frente del Comité de Bioética de España, del que hasta ahora era vicepresidente. Uno de sus principales retos, reconoce, es la consolidación de este órgano consultivo del Estado, creado en 2007, pero del que solo lentamente la Administración parecer haber ido tomando nota de su existencia. A eso ha ayudado la repercusión internacional que han encontrado algunos de sus informes, como el que en 2017 rechazaba la gestación subrogada, alegando que supone una explotación de la mujer y convierte al menor en una especie de objeto de compraventa.
Montalvo –que es miembro del Comité Internacional de Bioética de la UNESCO y de la Junta Directiva de la Asociación Iberoamericana de Derecho Sanitario– se propone también internacionalizar los trabajos del comité por medio de redes a nivel europeo y latinoamericano para responder a desafíos globales como los que plantea la investigación del genoma humano. El último pronunciamiento del Comité de Bioética, la pasada semana, es una declaración de rechazo al experimento llevado a cabo por el investigador chino He Jiankui, quien asegura haber recurrido exitosamente a técnicas de modificación genética embrionaria para lograr el nacimiento de unas niñas gemelas inmunes al VIH. «Todo avance científico es humano porque lo hace el hombre, pero no es necesariamente un avance para la humanidad», dice el nuevo presidente.
En la agenda nacional, asoma la controversia sobre la eutanasia, pero hay escollos que dificultan que el Comité de Bioética pueda intervenir.
¿No va a haber informe sobre la eutanasia?
Hablamos de una proposición de ley presentada por un grupo parlamentario que la Cámara ha hecho suya y está tramitando. Nosotros no podemos pronunciarnos a menos que nos lo pidan. Sería una intromisión en el debate democrático.
Pero en el pasado el Comité ha dado su opinión sobre futuras leyes sin que nadie lo solicitara
Es distinto. Esto se hizo en el primer Comité [durante la presidencia de Victoria Camps, 2008-2012] y en relación a proyectos de ley surgidos del Gobierno y todavía en estado de tramitación inicial. En esos casos sí tiene sentido un pronunciamiento. Ahora, con la eutanasia, el asunto está ya en el Congreso y tendrían que ser las cámaras que lo están debatiendo las que nos lo solicitaran.
¿Bastaría con que lo pidiera un solo grupo político?
Ese sería formalmente el trámite adecuado, y lo digo incluso como profesor de Derecho Constitucional.
Esperanza de vida… pero saludable
Acerca de por dónde podría ir ese hipotético pronunciamiento, Federico Montalvo deja caer alguna pista a partir del debate que se ha abierto en varios países. Cita, en particular, el caso de Canadá, que «aprobó una ley de eutanasia para paliativos y se ha encontrado con que no funciona, porque quienes la piden son los crónicos, personas que no tienen un diagnóstico de muerte inmediata». Alude igualmente a los recientes pronunciamientos de los comités de Francia y Alemania en contra de la despenalización, haciendo notar que el organismo germano, «un referente mundial», ha planteado al mismo tiempo que «no basta con reforzar el apoyo a los paliativos, sino también a los crónicos».
De todo ello extrae Federico de Montalvo que «la única alternativa a la eutanasia no puede ser solamente una ley de paliativos», como la que está a punto de aprobarse en España con amplio apoyo parlamentario. «No podemos pensar que resolviendo el tema de paliativos se resuelve la eutanasia», insiste. «Otra cosa es que haya que potenciar los paliativos, que por supuesto que sí hay que hacerlo, clarísimamente. O que no tenga sentido que se pida la eutanasia para los enfermos de paliativos; a mí eso, éticamente, no me parece correcto. Pero cuando hablamos de la eutanasia no podemos olvidarnos de los crónicos. Y ese es un debate mucho más complejo».
Federico Montalvo se refiere en particular a la salud mental asociada a la enfermedad crónica y a la necesidad de «más equipos de soporte psicológico». Junto a ello, «sin ideologizar este asunto», aboga por reforzar las ayudas a la familia –incluyendo a largo plazo medidas de fomento de la natalidad–, que con los recortes de los últimos años a la dependencia se ha quedado prácticamente sola como «gran instrumento de solidaridad en España».
«Debemos avanzar hacia un sistema sociosanitario», integrando las políticas sociales y las sanitarias, añade. De ahí su crítica –así lo planteó la pasada semana en el Senado– a un modelo de atención que hoy pivota «fundamentalmente sobre el enfermo agudo y urgente, olvidándonos del crónico», que demanda un tipo de atención distinta, «un modelo no esencialmente hospitalario».
Ese vacío lo está cubriendo la atención primaria. «El gran éxito del sistema de salud español se debe a la atención primaria y al soporte que presta a la cronicidad. Esto explica que seamos casi líderes en esperanza de vida, de lo que nos felicitamos, pero el problema es cuántos años de vida saludable tenemos: hay países con menos años de vida que nosotros pero más años de vida saludable. Ese es nuestro reto: si no, con el envejecimiento de la población, esto va a ser una bomba de relojería, porque se van a disparar la cronicidad y los costes económicos».
Dicho lo cual, aclara, este no es un problema de eficiencia. «Algunos argumentan que, con la robótica, pronto vamos a ser capaces de cuidar a un número grande de ancianos con pocos recursos. Puede ser, pero no se trata solo de levantar a esa persona de la cama. A lo mejor lo que demanda ella es calor humano. De hecho se está hablando ya de conceptos y nuevos derechos como el del mínimo cuidado humano o mínimo de humanidad en el cuidado».
Transhumanismo y transexualidad
La reflexión sobre la robótica y la inteligencia artificial desemboca en el transhumanismo, que modifica la propia naturaleza humana incorporando al organismo avances tecnológicos. «Aquí hay que distinguir lo que está todavía en fase de Power Point de lo que ya es una realidad», matiza de entrada Montalvo. «Claro que también es cierto que los procesos de innovación se han acortado muchísimo. ¿Cuánto le queda al útero artificial? Ya se han hecho algunos ensayos y parece que se va a autorizar algún otro para neonatos prematuros».
También la transexualidad plantea preguntas sobre la naturaleza humana. ¿Va a pronunciarse el Comité de Bioética, en particular sobre el cambio de sexo en menores?
Ahí yo no sé si vamos a entrar. Se ha valorado en varias ocasiones. Para mí es un tema especialmente complicado porque implica cuestionarnos el paradigma del carácter binario [hombre-mujer] de la persona. Hoy la sociedad es cada vez más plural y se nos presentan excepciones a las reglas generales que ya no sabemos cómo solucionar. Yo lo que sí creo –así me he pronunciado en varias ocasiones– es que debemos ser muy cautos para excluir el riesgo de reversión de los deseos. Y de hecho he propugnado que haya una participación activa de los médicos, no porque pretenda patologizar la disforia de género, sino para que puedan supervisar el proceso. Los niños van al pediatra no solo porque estén enfermos, sino porque el pediatra actúa como garante de su salud.
Vamos, que es difícil entrar en este debate sin salir escaldado.
Porque se ha ideologizado demasiado. He participado en muchos foros y seminarios, incluso con padres, y no es fácil sentarnos a hablar serenamente cuando hay un niño detrás y existe un componente emocional tan fuerte, pero se acaba logrado. Es en el momento en que entra la ideología cuando todo se estropea. Porque todo el mundo está de acuerdo en proteger y ayudar a los niños; no se puede decir que unos están en contra, que es la tendencia del juego político: diferenciar a buenos y malos. En cambio cuando uno se sienta con el otro y plantea el debate desde un punto de vista más antropológico, ético o científico, ahí ya no hay buenos ni malos, sino que se trata –a partir cada uno de sus convicciones– de intentar llegar a un punto de acuerdo por el bien del menor.
La voz de las religiones
En esa búsqueda de acuerdos para «proponer una ética compartida» que corresponde a un Comité de Bioética, Montalvo considera que la religión debe ser escuchada. Él defendió en un informe la participación de los capellanes católicos en los comités de ética hospitalaria desde del argumento de que muchas decisiones no se toman desde un criterio estrictamente científico (lo que es mejor para el paciente), sino a partir del principio de autonomía: «lo que la persona estima, desde sus valores, que es mejor para ella». Y «si los valores son un elemento determinante de la toma de decisión, sobre la base de la autonomía, ¿cómo pueden quedar fuera las creencias religiosas?». También por su experiencia en el Comité de Ética Asistencial del Hospital Universitario Doce de Octubre de Madrid, afirma que «la aportación del capellán es importantísima». «Creo que esa presencia de la Iglesia católica no la cuestiona hoy nadie que conozca la realidad. Si acaso, lo que habría que hacer es incorporar otros valores presentes hoy en la sociedad, como pueden ser los del islam».
Ricardo Benjumea
Imagen: Federico de Montalvo,
durante una intervención en el Parlamento de La Rioja
«Debemos promover una bioética de la compasión»
¿Cuál es el papel de un Comité de Bioética en una democracia plural? «No es fácil», reconoce Federico Montalvo, «porque entramos en la cuestión de si una mayoría puede determinar lo que es moralmente correcto, cuando sabemos que no es así». Por ello, «nuestro papel es más bien trasladar a la sociedad herramientas, ideas para un debate reflexivo y sereno, más que aportar soluciones concretas».
De los doce miembros del Comité, el nuevo presidente destaca su carácter multidisciplinar (hay juristas, médicos, investigadores…) y su pluralidad. «Están representadas sensibilidades muy distintas», lo cual no ha impedido que «la mayoría de las decisiones las hayamos conseguido aprobar por unanimidad». Esto es así porque «tenemos todos muy claro el principio de cautela» y la necesidad de «buscar puntos de acuerdo», cualidad esta última que Montalvo alaba en particular en su predecesora, María Teresa López, que «ha sabido tender puentes en temas tan complejos como la maternidad subrogada».
De aquel período (2012-2018), el segundo en la corta vida del Comité de Bioética, es también el informe de 2014 sobre el fallido proyecto de ley del aborto que impulsó el ministro Alberto Ruiz Gallardón. No pocos de los integrantes de aquel comité destacaban por sus convicciones a favor de la protección de la vida del que va a nacer, comenzando por la presidenta y el propio Montalvo, entonces vicepresidente. ¿En qué posición personal se encuentran ante un dilema así? «Desde el punto de vista ético, en el asunto del aborto no hay dilema: está clarísimo, es una acción incorrecta. Y yo no digo que el derecho deba renunciar a la ética, pero encontrar la solución jurídica es algo más complejo, porque el derecho es coercitivo», responde.
Fue así como, después de un primer comité (2008-2012) al que el Gobierno no llegó a pedir ni un solo informe (los que aprobó fueron todos por iniciativa propia), «el Ministerio de Sanidad se dio cuenta de que no consultarnos provocaba incluso una debilidad jurídica en las normas». Tras el cambio de Gobierno en junio, «la nueva ministra, María Luisa Carcedo, nos ha trasladado su intención de mantener ese canal de comunicación». Y «la idea es que nuestra agenda siga en cierto modo la del Gobierno».
Otro de los retos que se propone el nuevo presidente es la internacionalización del comité, «trabajar más hacia Latinoamérica» e incluso «lanzar una bioética mediterránea», uniendo fuerzas con las instituciones hermanas de Italia, Portugal e incluso Francia. «Hablamos el mismo idioma», desataca. «Las sensibilidades son muy parecidas. En ocasiones la bioética ha sido excesivamente utilitaria, al modo anglosajón. Eso se ha corregido por la influencia nórdica, que es más comunitaria, pero creo que una asignatura pendiente todavía es promover una perspectiva mediterránea, que inste en temas como la compasión».