Marianela, su marido y su hija se apuntaron a ayudar en la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá en el último momento y de forma improvisada. «El país estaba como reacio», reconoce. Pero «la alegría de los peregrinos nos ha cambiado. Ha sido un respiro frente a las tensiones políticas y los Panama Papers
Las familias de acogida han supuesto un gran apoyo durante la Jornada Mundial de la Juventud. Miles de hogares panameños han abierto sus puertas a peregrinos de todo lugar.
Por ejemplo, en la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, en la transitada calle 50 de Ciudad de Panamá, más de 200 familias acogieron a 1.300 peregrinos procedentes de naciones como Italia, Ecuador, México, Argentina o España.
Nadie de la familia Díaz se inscribió en la JMJ. «No pude inscribirme como voluntaria pero hablé con el párroco de la iglesia y al final he sido como una voluntaria comodín, llevando gente en carro, repartiendo comida o ayudando en la logística», explica Marianela, la madre de esta familia. Los Díaz acogieron en su casa a dos mexicanas y dos ecuatorianos.
«También mi esposo su sumó»
«Se ha roto mi miedo a tener un extraño en casa sin conocerlo de nada. Ahora estos peregrinos son parte de la familia. Yo nunca he sido muy de participar en la Iglesia, pero quería hacer algo. Este evento me ha cambiado. Mi esposo al principio no participaba pero cuando me vio que yo ayudaba a los peregrinos, él también se sumó a la JMJ».
Un efecto similar se ha sentido en el resto de la sociedad panameña. «El país estaba como reacio y la alegría de los peregrinos nos ha cambiado. La jornada ha sido un respiro frente a las tensiones políticas internas del país, las elecciones del próximo mayo o los Panama Papers», los documentos de una firma de abogados del país que se filtraron al público y contenían información sobre ocultación de propiedades y evasión fiscal de diversas personalidades.
A Armando, el padre de familia, le brilla la mirada cuando rememora lo vivido durante los días de la JMJ. Comenta que «como típico panameño, antes de la jornada nos sentíamos un poco nerviosos y temerosos ante la posibilidad de poder quedar mal ante el mundo y ante Dios. Ahora estoy seguro que el Espíritu Santo ha obrado en mi casa y ha fortalecido nuestra fe en estos días».
«Cuando el Papa habló me sentí identificada»
Melissa, hija de Marianela y Armando, no tenía previsto participar en la JMJ. El domingo previo a la llegada del Papa Francisco se ofreció en la parroquia para ayudar y comenzó a hacer fotos a los peregrinos y voluntarios. Sintió que algo iba a ocurrir y quiso experimentarlo al cien por cien y no a medias. El lunes fue a trabajar y pidió vacaciones para el resto de la semana.
«Realmente no tenía expectativas de la Jornada como tal. Me llamaba la atención la parte de la logística y organización como un evento normal y corriente. Yo no me considero una persona religiosa. Voy a Misa a veces, creo en Dios y le doy gracias, le pido en momentos difíciles, etc. Pero realmente nunca había sentido ese acercamiento como lo he sentido en estos días», explica.
Mientras se despide de varios peregrinos que ponen rumbo al aeropuerto para abandonar Panamá, Melissa no puede parar de llorar de emoción y alegría. «No entendía por qué me sentía tan emotiva estos últimos días. Pero cuando el Papa hizo referencia al hecho de sentirse invisible y sobre cómo esta generación siente que no tiene qué ofrecer ni aportar, me vi identificada. Algo así es lo que yo he estado sintiendo estos últimos meses», concluye.
Miles de familias panameñas como los Díaz han grabado ya dentro de sí una frase del Evangelio que jamás olvidarán: «Tuve hambre y me diste de comer; tuve sed y me diste de beber; fui peregrino y me hospedaste». Es el turno de Lisboa 2022.
Pablo H. Breijo
Ciudad de Panamá
(Foto: Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe)