En su primer discurso público en Panamá, Francisco ha invitado a las autoridades a «llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten», una vida « que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción»
En su primer discurso público, dirigido a las autoridades y líderes de Panamá, el Papa Francisco ha pedido poner en práctica «una política auténticamente humana que ponga a la persona en el centro como corazón de todo». Para ello, hace falta crear «una cultura de mayor transparencia entre los gobiernos, el sector privado y la población toda»; pero, principalmente, el testimonio personal de quienes tienen una función de liderazgo.
De esta forma, ha invitado a los presentes a «llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten». Es una invitación –ha subrayado– «a vivir con austeridad y trasparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo; llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción».
Por otro lado, sin citar a ninguna nación en concreto, les ha pedido evitar «cualquier tipo de tutelaje que pretenda recortar la libertad y someta o saltee la dignidad ciudadana, especialmente la de los más pobres». El mejor antídoto frente a este peligro, ha dicho el Pontífice, es la «participación activa» de cada miembro de la sociedad, «de tal modo que la dignidad se vea reconocida y garantizada en el acceso a la educación de calidad y en la promoción de trabajos dignos».
Antes de concluir, Bergoglio ha hecho un llamamiento a la «compasión» por «los otros» y ha reivindicado una Panamá que con la JMJ «se vuelve tierra de sueños» frente a «las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la resignación, la avidez, o presas del paradigma tecnocrático, creen que el único camino posible se transita en el juego de la competitividad, de la especulación y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil».
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
(Foto: EFE/Bienvenido Velasco)
Discurso completo del Papa a las autoridades de Panamá
Señor Presidente,
Distinguidas autoridades,
Señoras y señores:
Le agradezco señor Presidente sus palabras de bienvenida y su amable invitación a visitar esta nación. En su persona quiero saludar y agradecer a todo el pueblo panameño que, desde Darién hasta Chiriquí y Bocas del Toro, han realizado un esfuerzo invalorable para acoger a tantos jóvenes provenientes de todas partes del mundo. Gracias por abrirnos las puertas de la casa.
Comienzo mi peregrinación en este histórico recinto donde Simón Bolívar, afirmando que «si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino», convocó a los líderes de su tiempo para forjar el sueño de la unificación de la Patria Grande. Convocatoria que nos ayuda a comprender que nuestros pueblos son capaces de crear, forjar y, sobre todo, soñar una patria grande que sepa y pueda albergar, respetar y abrazar la riqueza multicultural de cada pueblo y cultura. Siguiendo esta inspiración podemos contemplar a Panamá como tierra de convocatoria y sueños.
1-. Tierra de convocatoria
Así lo transparentó el Congreso Anfictiónico, y así también lo transparenta hoy el desembarco de miles de jóvenes que traen consigo el deseo y las ganas de encontrarse y celebrar.
Vuestro País, por su privilegiada ubicación, se vuelve un enclave estratégico no solo para la región sino para el mundo entero. Puente entre océanos y tierra natural de encuentros, Panamá, el país más angosto de todo el continente americano, es símbolo de la sustentabilidad que nace de la capacidad de crear vínculos y alianzas. Esta capacidad configura el corazón del pueblo panameño.
Cada uno de ustedes ocupa un lugar especial en la construcción de la nación y está llamado a velar para que esta tierra pueda cumplir su vocación a ser tierra de convocatorias y encuentros; esto implica la decisión, el compromiso y el trabajo cotidiano para que todos los habitantes de este suelo tengan la oportunidad de sentirse actores de su destino, del de sus familias y de la nación toda. Es imposible pensar el futuro de una sociedad sin la participación activa –y no solo nominal– de cada uno de sus miembros, de tal modo que la dignidad se vea reconocida y garantizada en el acceso a la educación de calidad y en la promoción de trabajos dignos. Ambas realidades tienen la fuerza de ayudar a reconocer y valorar la genialidad y el dinamismo creador de este pueblo y a su vez, son el mejor antídoto ante cualquier tipo de tutelaje que pretenda recortar la libertad y someta o saltee la dignidad ciudadana, especialmente la de los más pobres.
La genialidad de estas tierras está marcada por la riqueza de sus pueblos originarios: bribri, buglé, emberá, kuna, nasoteribe, ngäbe y waunana, que tanto tienen que decir y recordar desde su cultura y visión del mundo: a ellos mi saludo y mi reconocimiento. Ser tierra de convocatorias supone celebrar, reconocer y escuchar lo específico de cada uno de estos pueblos y de todos los hombres y mujeres que conforman el rostro panameño y animarse a entretejer un futuro esperanzador, porque solo se es capaz de defender el bien común por encima de los intereses de unos pocos o para unos pocos cuando existe la firme decisión de compartir con justicia los propios bienes.
Las nuevas generaciones, desde su alegría y entusiasmo, desde su libertad, sensibilidad y capacidad crítica reclaman de los adultos, pero especialmente de todos aquellos que tienen una función de liderazgo en la vida pública, llevar una vida conforme a la dignidad y autoridad que revisten y que les ha sido confiada. Es una invitación a vivir con austeridad y transparencia, en la responsabilidad concreta por los demás y por el mundo; llevar una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción. Ellos reclaman un compromiso, en el que todos –comenzando por quienes nos llamamos cristianos– tengamos la osadía de construir «una política auténticamente humana» (Const. past. Gaudium et spes, 73) que ponga a la persona en el centro como corazón de todo; lo cual impulsa a crear una cultura de mayor transparencia entre los gobiernos, el sector privado y la población toda, como reza esa hermosa oración que tienen ustedes por la patria: «Danos el pan de cada día: que lo podamos comer en casa propia y en salud digna de seres humanos».
2-. Tierra de sueños
En estos días Panamá no solo será recordada como centro regional o punto estratégico para el comercio o el tránsito de personas; se convertirá en un «hub» de la esperanza. Punto de encuentro donde jóvenes provenientes de los cinco continentes, cargados de sueños y esperanzas, celebrarán, se encontrarán, rezarán y reavivarán el deseo y su compromiso por crear un mundo más humano. Así desafiarán las miopes miradas cortoplacistas que, seducidas por la resignación, la avidez, o presas del paradigma tecnocrático, creen que el único camino posible se transita en el «juego de la competitividad, [de la especulación] y de la ley del más fuerte donde el poderoso se come al más débil» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 53), cerrando el mañana a una nueva imaginación de la humanidad. Al hospedar los sueños de estos jóvenes, Panamá se vuelve tierra de sueños que desafía tantas certezas de nuestro tiempo y genera horizontes vitales que señalan una nueva espesura al caminar con una mirada respetuosa y llena de compasión sobre los otros. Durante este tiempo seremos testigos de la apertura de nuevos canales de comunicación y entendimiento, solidaridad, de creatividad y ayuda mutua; canales de medida humana que impulsen el compromiso y rompan el anonimato y el aislamiento en vistas a una nueva manera de construir la historia.
Otro mundo es posible, lo sabemos y los jóvenes nos invitan a involucrarnos en su construcción para que los sueños no queden en algo efímero o etéreo, para que impulsen un pacto social en el que todos puedan tener la oportunidad de soñar un mañana: el derecho al futuro es también un derecho humano.
En este horizonte parecieran tomar cuerpo las palabras de Ricardo Miró que, al cantarle al terruño de sus amores, decía: «Porque viéndote, Patria, se dijera /que te formó la voluntad divina/ para que bajo el sol que te ilumina /se uniera en ti la Humanidad entera» (Patria de mis amores).
Les renuevo mi agradecimiento por todo lo que han hecho para que este encuentro sea posible y expreso a usted, señor Presidente, a todos los aquí presentes, y a quienes siguen por los medios de comunicación, mis mejores deseos de un renovada esperanza y alegría en el servicio al bien común.
Que Santa María la Antigua bendiga y proteja a Panamá.