«Me despedí de Belén en el oratorio del colegio y volví a verla ya en el hospital», pocas horas antes de morir, dice Yolanda del Real de su hija Belén Langdon, fallecida durante la tragedia del Madrid Arena en 2012, junto a otras cuatro chicas. Pasados ya varios años de aquello, Yolanda dio el mes de enero su primer testimonio público, «para que nuestro dolor siga dando fruto». Después de 34 años casada y siete hijos, dos de ellos sacerdotes, Yolanda explica como de pasada que «Belén es la sexta»…
¿Es? Hablas de Belén en presente…
Sí, porque está más viva que nosotros, en la verdadera vida.
¿Qué recuerdas de aquellos días?
Era la primera vez que iba a ver a mi marido, que trabajaba en Brasil y hacía mucho tiempo que no estaba en casa, y cogí un vuelo aprovechando el puente de Todos los Santos. Era la primera vez que dejaba a mis hijos para embarcarme en un viaje tan largo, para estar unos días con él.
Aquello sucedió al día siguiente de mi llegada, y nos cogimos un vuelo corriendo para volver. Recuerdo pasar mucho tiempo en el aeropuerto, y fue muy angustioso. Pasamos todo el rato en la capilla del aeropuerto en Brasil, rezando y llorando. Esas horas fueron horribles. Fueron unos días terribles de muchísimo dolor.
¿Y al llegar a Madrid?
No me esperaba todo el revuelo de la prensa, pero recuerdo especialmente el enorme respaldo de la gente, las amigas de Belén rezando el Rosario, muchos sacerdotes atentos, vino el obispo desde Valencia. Fue un ambiente muy sobrenatural, y toda esa oración y todo ese apoyo lo notamos muchísimo. Aunque el sufrimiento no te lo quita nadie.
Pudisteis pasar algún tiempo con Belén en el hospital…
Sí, ella estaba conectada al respirador, pero nos dijeron que no iba a salir.
¿Cómo os despedisteis de ella?
Nos dimos todos las manos, junto a las de ella también, y rezamos juntos un Padrenuestro. Luego todos salieron y yo me quedé con ella un momento, pero me dijeron que tenía que irme ya. Despedirme de ella fue un shock.
Después del tanatorio y el entierro, ¿cómo fue la vuelta a casa?
Tremenda. Estábamos muy enteros, aunque luego a solas yo me rompí. Pensaba: Me meto en la cama y no salgo. Fue una primera reacción que supongo es muy humana.
¿Cómo saliste de ahí?
Enseguida me vino a la mente la imagen de la Piedad, la Virgen con Cristo muerto en sus brazos, y entonces compartí todo ese dolor de la Virgen, un dolor como el mío. «Una espada atravesará tu alma», dice el Evangelio sobre la Virgen. Es así, un dolor que atraviesa tu vida entera. No sé si hay un dolor semejante.
Pero entendí también que ese dolor podía ser útil y valioso, si lo ofrecía y lo unía a su dolor y al de Cristo en la Cruz. Primero por mi hija Belén y mi familia, y también por mí misma, como un proceso de crecimiento interior. Quería que salieran muchos frutos de esa experiencia. Por eso quiero dar mi testimonio, porque ha sido mucho sufrimiento y quiero que dé mucho fruto.
¿En qué sentido?
Ayudando a quienes puedan estar atravesando una situación parecida. Como a mí misma me ayudó en su día el testimonio de la madre de Alexia, cuando estaba embarazada precisamente de Belén. Yo llevaba un embarazo fatal, pero se me quedaron grabadas varias cosas que cuando me tocó a mí pude poner en práctica: no desesperarme, no dejarme llevar por la apatía ni por el rencor, y convertir el sufrimiento en algo bueno, que dé frutos más allá de los horizontes humanos.
Es muy fuerte hablar de frutos tras la muerte de un hijo. En tu caso, ¿qué diferencia hay entre la Yolanda de antes y la Yolanda de hoy? ¿Cómo te ha ido podando y afinando Dios?
Yo noté la gracia porque Dios se vuelca especialmente con los que sufren. Lo noté claramente. Y también aumentó mi fortaleza para salir adelante. Además, antes podía tener quejas y discusiones, y aprendí a relativizar y a centrarme en lo importante, a ser más tolerante y menos crítica. Pero lo más claro es que después mi familia se unió más todavía de lo que ya estaba. Y más comprensión hacia la gente que sufre, porque sabes bien el dolor que puede estar pasando alguien. Pienso en el niño Julen, atrapado en un pozo, y comprendo totalmente la angustia de sus padres, estoy rezando muchísimo por ellos.
¿Y en relación al Señor? ¿Habéis pasado por algún momento de rebelión?
Gracias a Dios, no. Nuestra fe era ya bastante honda. Un hijo mío dio la extremaunción a su hermana, con mucha serenidad. Dios estaba ahí, notamos su presencia muy muy fuerte.
¿Cómo recordáis a Belén ahora?
En la oración me dirijo muchas veces a ella, para que ayude a sus hermanos, para que interceda por nosotros. Y lo hace, porque Belén siempre ha sido una persona muy sensible al sufrimiento de los demás. Tenía sus defectos, porque era superdesordenada [risas], pero era una niña limpia, buena, compasiva, y muy alegre. Muy normal y muy sencilla. En casa hablamos mucho de Belén.
¿Por qué has accedido a ofrecer ahora tu testimonio? ¿Qué querrías que la gente se llevara a casa tras escucharte?
Yo quiero hacer más fecunda la desaparición de mi hija y nuestro sufrimiento. Y ayudar a la gente a ver lo maravilloso que es tener fe. Me he encontrado con personas y familias con no mucha práctica religiosa, y yo pensaba que así no se puede aguantar. Quiero dar un testimonio de fe. Me gustaría que diera frutos de conversión, que la gente empezara un camino de conversión. ¿Por qué una familia se mantiene fuerte y serena en medio de un dolor tan grande? Porque hay Alguien que les da la gracia y la fuerza, que está detrás de nosotros y con nosotros.
Llama mucho la atención esa fe tan fuerte ¿Cómo la habéis vivido en casa desde el principio de vuestra familia?
Desde pequeñitos les hemos iniciado en la relación con Dios, como con un Padre. Rezamos juntos por la noche, la bendición de las comidas, el Ángelus… Desde pequeños lo ven como algo natural. A veces viene algún amigo a casa a comer y se sorprende, pero acaban diciendo: «Oye, pues me gusta». Son hábitos muy sencillos, de rezar, de ofrecer el estudio o alguna enfermedad… Es una siembra poquito a poco, no invasiva sino natural. Eso va calando.
¿Ninguno se ha rebelado contra eso?
En mi casa no ha pasado, gracias a Dios. Yo me quedé sorprendida con la reacción de mis hijos cuando murió Belén, nos apoyábamos los unos a los otros. Pero sé que en otras familias, los hijos al llegar a la adolescencia se apartan un poco, pero estoy segura de que esos niños acaban por volver, porque eso que se sembró está ahí y acaba apareciendo.
Una última pregunta: tras el juicio a los responsables del accidente de Madrid Arena, ¿qué sensación te queda, cuál es tu actitud y la de tu familia hacia ellos?
Nuestra actitud es de perdón. No tenemos ningún tipo de rencor. Lo que sí que nos ha gustado que a partir de ese momento se decidiera poner más seguridad y medios médicos en este tipo de eventos.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
(Foto: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo)