El documento Oecumenicae et pecuniarae quaestiones (Cuestiones económicas y financieras), publicado conjuntamente el pasado enero por la Congregación para la Doctrina de la Fe y el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, no ha sido todavía lo suficientemente analizado. Ni en ambientes católicos, ni en los financieros, ni por los «hombres de buena voluntad». De ahí que haya que agradecer el reciente debate organizado por Acción Social Empresarial, entidad integrada por empresario cristianos, que realiza desde hace años una notable labor intelectual analizando la realidad económica y financiera a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Sería de agradecer que se multiplicara la celebración de este tipo de actos: dar a conocer la perspectiva cristiana sobre el flujo del dinero, el nuestro y el ajeno, en un mundo en plena ebullición es de una necesidad apremiante.
Por ejemplo para saber cuál es la postura de la Iglesia acerca de determinados instrumentos financieros, como los derivados, que valora positivamente siempre que cumplan una función de cobertura, como recordó Fernando Giménez Barriocanal. O, también, de las advertencias que lanza el documento vaticano sobre la probable desprotección del consumidor ante la complejidad de algunos de esos instrumentos, sin olvidar la amenaza que podría representar para las rentas del trabajo una excesiva supremacía del rendimiento del capital. Sin embargo, no es un texto de advertencias, ni de proyecciones negativas. «Ninguna actividad económica puede sostenerse por mucho tiempo si no se realiza en un clima de saludable libertad de iniciativa», empieza el apartado 12.
A condición, obviamente, de que el ejercicio de la libertad no se aparte de la búsqueda de la verdad. Por eso, el profesor José Manuel González-Páramo insistió en que la rentabilidad ha de estar ajustada a principios. Algo que en principio no se puede medir, «pero los principios sí se pueden medir». Una frase del documento lo plasma todo: «El círculo virtuoso entre ganancia, el cual, gracias al buen obrar del hombre, puede expandir las potencialidades positivas de los mercados». Ya está a nuestra disposición una nueva herramienta para contribuir al desarrollo integral del hombre, pilar de la DSI. Esta vez, a través de las finanzas.
José María Ballester Esquivias
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