El nuevo informe de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN en sus siglas en inglés) alerta del recrudecimiento de la persecución religiosa en el mundo
«Se nos han agotado los calificativos. Si hace unos años creíamos que habíamos tocado fondo, la situación ha empeorado dramáticamente en Arabia Saudí, en China, en Corea del Norte, en la India…», viejos conocidos de los informes bianuales de ACN, a los que se suma esta vez Nicaragua. O Rusia, donde los no ortodoxos sufren serias restricciones en el ejercicio de la libertad religiosa. Este es el primer balance de Marcela Szymanski, editora jefe de este estudio único en su género, que abarca todo el planeta (196 países) y a todas las religiones.
Szymanski coordina un equipo de unas 70 personas repartidas por todo el mundo, buena parte misioneros, que en ocasiones –asegura– «se juegan la vida» por recabar una información que después debe ser metódicamente «contrastada» y «elaborada». La cocina, de entrada, consiste en corregir la disparidad de percepciones. «Hace poco –ilustra–, me decía un obispo de Siria: “La situación está ya bien”. Le insistí, y me respondió: “Bueno, sí, nos cayeron cuatro bombas dentro del Arzobispado, pero nada más”».
Aunque el cristianismo aparece como la religión más perseguida del planeta, el informe alerta igualmente sobre el aumento de la islamofobia en Europa o de la violencia contra las minorías musulmanas en Asia por parte de nuevas formas de nacionalismo de corte hinduista o budista. El islam ha sido incluso ilegalizado en pequeños estados de Micronesia como consecuencia de la política migratoria de Australia, que ha abierto centros de desembarco fuera de su territorio para los migrantes y solicitantes de asilo que llegan desde Vietnam por mar (medida, recuerda Szymanski, que la UE quiere implantar). «Como buena parte de esas personas rechazadas son musulmanas, las islas de alrededor han dicho: “Pues aquí que tampoco vengan”».
Centroáfrica resiste
Hay también algunas buenas noticias en el informe, en especial el retroceso del Daesh y de su franquicia africana, Al Shabab, que han perdido poder territorial. Pero no se puede bajar la guardia. «Los excombatientes que regresan a sus casas son muy peligrosos», alerta Szymanski. «Esto es como las ratas que saltan del barco esperando a que pase otro. Europa debería despertar, porque tiene a varios de ellos dispuestos a seguir aquí su lucha. Y en África, ahí siguen, tratando ahora de establecer el califato desde la costa de Níger hasta Etiopía».
Con la República Centroafricana, sin embargo, hasta ahora se han dado de bruces contra un muro inexpugnable. El informe se abre con un prólogo del cardenal Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui, y da un protagonismo especial a este país, donde la unidad de los líderes cristianos y musulmanes ha evitado que un conflicto motivado por intereses económicos y políticos se haya incendiado, tiñéndose de legitimidad religiosa. «Ojalá hubiera más imanes como los de allí», afirma Szymanski. «En Oriente Medio, en las reuniones privadas, siempre les dicen a los obispos: “No os vayáis, sois una parte muy importante de este país”. Pero luego en público no se atreven a repetir eso, porque si muestran comprensión hacia los cristianos les pueden considerar apóstatas, y eso en el islam se paga con la muerte».
Siria e Irak: vuelven los cristianos
Pese a todo, Szymanski no teme por el futuro del cristianismo en Oriente Medio. Uno de sus principales argumentos es el regreso de los refugiados a Irak y Siria a un ritmo muy superior al previsto, aun contando con que muchos jamás volverán. En la llanura de Nínive, donde históricamente se han concentrado los cristianos iraquíes, esta experta ha coordinado un programa de reconstrucción de los pueblos cristianos destruidos por el Daesh. La Iglesia local está desbordada: «Se presentan en casa del sacerdote: “¡Ya llegué!”. Y el buen señor les mira con cara de susto: “Ah, qué bien, hijo… ¿Y dónde piensas llevar a vivir a tu familia?».
La situación es similar en las poblaciones sirias de Oms, Alepo, Tartús o Marmarita, donde el alquiler de la vivienda «está alcanzando precios como los de Madrid», añade. «ACN hizo el milagro de unificar en la ayuda a todas las Iglesias en Siria, y esto ha generado una cierta sensación de estabilidad». Como contrapartida negativa, no llega la cooperación internacional que sí fluye hacia Irak. Es consecuencia –explica– del bloqueo norteamericano. Y de la oposición de la UE a enviar ayudas mientras Al Asad siga en el poder. «En Bruselas no se quieren enterar de que hay 15 millones de sirios viviendo en Siria. Se piensan que están todos en campos de refugiados en países de alrededor, pero no: son 15 millones. Y comen, se enferman, pasan frío en invierno…».
Junto al regreso de refugiados, se está registrando un aumento «muy significativo» de los bautizos. «Cuando vi por primera vez unas cifras, pregunté a un patriarca si habían nacido muchos bebés. Me respondió que no: se trata de musulmanes adultos que se están convirtiendo. Y con ellos, toda su familia».
Son cambios que van a configurar una presencia cristiana con rasgos distintos a los que había antes de la guerra. Un caso peculiar que destaca Szymanski es el desplazamiento de cristianos desde el norte de Siria, expulsados por las guerrillas kurdas, que han terminado estableciéndose en Erbil, en el Kurdistán iraquí, donde están siendo recibidos con los brazos abiertos. «El arzobispo Warda ha vuelto a abrir escuelas en árabe, porque ya no las había».
Arabia Saudí, el depredador impune
Como gran depredador de la libertad religiosa en Oriente Medio aparece Arabia Saudí, que, al frente de una coalición internacional y con el apoyo de la aviación egipcia, está llevando a cabo «un acto verdaderamente genocida para acabar con la población hutí en Yemen». «No están atacando posiciones militares, sino pueblos enteros. Los arrasan, con un nivel de crueldad impresionante».
El conflicto yemení es, para la responsable de Relaciones Internaciones de ACN, el máximo exponente de la batalla sin cuartel que enfrenta a sunitas contra chiitas en Oriente Medio. «Ninguno de estas dos ramas [las principales del islam] reconoce la libertad religiosa, pero las mayores violaciones provienen del sunismo wahabita saudí, que considera que toda la península arábiga es suya, y estima que allí no debería haber ninguna otra religión».
¿Ha cambiado la situación a raíz del asesinato en el consulado de Estambul del periodista Jamal Khashoggi, y la oleada de críticas internacionales contra Arabia Saudí? Szymanski se muestra escéptica: «Occidente sigue haciendo negocios con el régimen y vendiéndole todas las armas que quiere».
Arabia Saudí es la promotora de una organización intergubernamental para el diálogo interreligioso, el Kaiciid, del que forman parte Austria y España, con la Santa Sede como observadora. «El Vaticano estaba obligada a aceptar la invitación, pero no veo yo que le dé mucha legitimidad a una organización que promueve el diálogo interreligioso en Colombia o en Argentina, mientras estamos viendo lo que pasa con la libertad religiosa y con los derechos humanos en Arabia Saudí», afirma Szymanski al ser preguntada sobre esta cuestión.
El precio de defender los derechos
Otro de los grandes peligros para la libertad religiosa proviene de lo que Marcela Szymanski denomina «regímenes populistas». Se refiere a Venezuela, Nicaragua o República Democrática del Congo, donde la Iglesia está en la diana por su defensa de los derechos humanos en contextos políticos convulsos. El caso de Venezuela ejemplifica además cómo los agentes pastorales se ven obligados a agudizar el ingenio para introducir ayuda humanitaria de modo que no sea decomisada y llegue a sus destinatarios, exactamente igual que en países en guerra, donde «los sacerdotes y las hermanas abren pequeñas farmacias» y han establecido auténticas redes clandestinas para transportar dinero o alimentos de una ciudad a otra.
China: arrecia la persecución
El repaso de Marcela Szymanski a la situación de la libertad religiosa en el mundo concluye en China, una de sus mayores preocupaciones. «Hay una persecución tan aguda como nunca en los últimos 50 años, desde los tiempos de Mao; están salvajísimos», asegura.
¿Por qué entonces el Papa ha firmado un acuerdo con el Gobierno chino? «La Santa Sede hizo un proceso de consultas, y los obispos y sacerdotes le pidieron al Papa: “Haga lo que sea, pero que no nos maten”. Así que el Santo Padre y los diplomáticos vaticanos, que no tienen un pelo de tontos, tienen que poner buena cara, aunque saben que el régimen busca lavar su imagen y que la situación real es horrible. Ya se han abierto campos de concentración para los musulmanes [en la provincia de Xinjiang]. Los siguientes en la lista son los cristianos, pero ahí estaremos nosotros y otros para ayudarlos. No es nada que no conozcamos, desgraciadamente. Hace 70 años ACN ayudaba a las víctimas de la persecución comunista en Europa del Este. No vamos a dejar solos a los cristianos de China».
Ricardo Benjumea
Imagen: Un grupo de católicos durante la celebración de una Eucaristía,
en una iglesia clandestina, en Tianjin (China).
(Foto: REUTERS/Kim Kyung-Hoon)