En un discurso marcado por el sínodo de obispos celebrado hace un mes sobre el tema de los jóvenes, el presidente del Episcopado español afirma que los abusos «no se deben encubrir ni darles una respuesta equivocada»
El cardenal arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Ricardo Blázquez, se refirió en su discurso inaugural ante la asamblea plenaria de los obispos a los abusos sexuales cometidos por clérigos. Después de que obispos de todo el mundo hayan dedicado sus reuniones –casi todas coinciden estas semanas– a esta lacra, el purpurado español dijo que «la Iglesia reconoce abiertamente los abusos de diversa índole y tiene la firme decisión de erradicarlos». Y manifestó que estos deben ser «reconocidos humildemente ante Dios y sin pretextos ante los hombres», para añadir que «no se deben encubrir los abusos ni darles una respuesta equivocada».
La intervención de Blázquez estuvo marcada por el sínodo de obispos celebrado el mes pasado sobre los jóvenes y por el documento final que nacido de él. Y es en ese contexto en el que introduce la cuestión de los abusos. De hecho, acudió repetidamente al citado texto para abordar la cuestión, como la siguiente cita: «Los diversos tipos de abuso realizados por algunos obispos, sacerdotes, religiosos y laicos provocan en quienes son víctimas, entre los cuales muchos jóvenes, sufrimientos que pueden durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio. Tal fenómeno está difundido en la sociedad, toca también a la Iglesia y representa un serio obstáculo a su misión. El sínodo reitera el firme compromiso de adoptar rigurosas medidas de prevención que impidan repetirse, a partir de la selección y de la formación de aquellos a los que serán confiados tareas de responsabilidad y educativas».
También del sínodo, recoge que el problema de estos abusos tiene que ver con el ejercicio de la autoridad y habla del clericalismo en particular. Aunque también tiene palabras de agradecimiento para los que han tenido «la valentía de denunciar el mal padecido; ayudan a la Iglesia a tomar conciencia de cuanto ha ocurrido y de la necesidad de reaccionar con decisión». «Aprecia –continúa– el compromiso sincero de innumerables laicos y laicas, sacerdotes, consagrados, consagradas y obispos, que diariamente se entregan con honestidad y dedicación al servicio de los jóvenes».
Pablo VI y la Transición
En otro orden de cosas, el cardenal Blázquez vinculó la figura de Pablo VI, canonizado el pasado mes de octubre, y de la Transición en nuestros país, cuya obra, la Constitución, cumple 40 años. «No es exagerado afirmar que el diálogo, impulsado por Pablo VI, y la etapa singular de nuestra Transición política emiten en la misma longitud de onda. Sintonizan en la apertura al otro, al distinto, al distante, al que venía de lejos, al conviviente y quizás desconocido».
En este sentido, defendió la contribución de la Iglesia en España en el camino hacia la democracia, pues «colaboró eficazmente en aquel singular periodo de nuestra historia». «Los católicos estamos satisfechos de haber prestado la ayuda que estaba en nuestras manos, nos sentimos bien integrados en el sistema democrático y es nuestra intención continuar participando, desde nuestra identidad, en la justicia, la solidaridad, la paz, la convivencia y la esperanza de nuestra sociedad. Ni deseamos ponernos medallas ni queremos ser preteridos», añadió.
E hizo un llamamiento al diálogo y a la concordia: «Debemos renovar el espíritu de la Transición y animados por él afrontar las cuestiones que el tiempo nos va encomendando. La Constitución, gestada y elaborada en un clima de consenso, aprobada por las Cortes y por los ciudadanos, es un monumento señero en nuestra historia, expresión de la magnanimidad de todos, convergencia de las legítimas diferencias, apuesta por un futuro con todos y para todos. La Constitución selló la reconciliación de todos los españoles y es la ley fundamental de nuestra convivencia. La misma Constitución ha previsto el procedimiento para que el texto fijado no se petrifique sino esté abierto a las oportunas reformas y actualizaciones. La Constitución ha tenido vigencia durante varios decenios; unas generaciones ejercieron entonces la responsabilidad primera; pero su alcance se extiende a las generaciones presentes y futuras».
F. Otero
(Foto: CEE)