El encuentro celebrado la semana pasada entre víctimas de abusos sexuales y obispos en el marco de la asamblea plenaria ha sido definido por ambas partes como «un momento histórico». La Iglesia ha anunciado, además, la puesta en marcha de una comisión independiente que estudiará los casos desde 1950 y un gesto económico con las personas que los han sufrido
Los obispos de Estados Unidos o Chile abordan estos días en asamblea plenaria cómo hacer frente de manera más eficaz a los abusos en el seno de la Iglesia, mientras Italia ultima sus nuevos protocolos. Especialmente contundente fue la respuesta de los obispos franceses, que acaban de celebrar la suya. La determinación con la han afrontado los casos de abusos bien se puede resumir con la imagen de su última reunión en Lourdes, donde abrieron sus puertas –por primera vez de manera oficial y en conjunto– a las víctimas de abusos sexuales cometidos por parte de clérigos. Y no solo por esto, sino también porque han tomado medidas ambiciosas como la creación de una comisión independiente que estudie los abusos en la Iglesia francesa desde 1950 o un gesto económico con las víctimas.
Lo que sucedió la semana pasada es la continuación del trabajo que la Iglesia en Francia viene realizando sobre este tema desde 2016. Desde entonces se ha creado una Célula Permanente de Lucha contra la Pederastia, en la que participan, además de obispos, un psicoanalista, un abogado y un representante de la vida religiosa, entre otros; también se ha lanzado un sitio web y un correo electrónico para que las víctimas puedan hacer llegar sus testimonios; o las células locales de acogida y de escucha, que en estos momentos ascienden a 71 estructuras diocesanas e interdiocesanas integradas por profesionales de distintas ramas (psicología, medicina, asesoría legal…). A todo esto habría que añadir el trabajo de sensibilización y formación que se realiza con sacerdotes y con seminaristas.
Esta toma en consideración del problema por parte de la Iglesia, así como su mediatización, ha provocado que en el último curso 211 víctimas hayan puesto en conocimiento de los obispos su testimonio, solamente once menos que en los seis años anteriores. Estos casos desembocaron en 75 denuncias, una cifra que se explica porque al menos once de los acusados ya habían fallecido, muchos testimonios se referían al mismo agresor, y otros no justificaban la denuncia.
Olivier Savignac fue una de las víctimas que escucharon los obispos. Cuando tenía 13 años, un sacerdote abusó de él y hoy se ha convertido en una referencia en el país en la lucha contra los abusos sexuales en la Iglesia. Su testimonio llega pocos días después de asistir a la apertura del proceso contra su agresor, coincidencia, dice, que «es muy simbólica». Atiende a Alfa y Omega a través del teléfono para hablar sobre el encuentro obispos-víctimas: «Para las víctimas el testimonio es lo primero, el punto de partida. Y algunos obispos no se habían encontrado nunca con nosotros». ¿El resultado? Sigue Olivier: «Nos hemos sentido acogidos. Lo resumiría con tres palabras: sinceridad, verdad y humanidad. Hemos hablado de persona a persona, no de laico a obispo. Su reacción fue muy respetuosa, hubo un gran silencio. Nos reconocieron y nos agradecieron que hubiésemos ido pues no eran conscientes del sufrimiento que representaba. Me dio la impresión de que muchos acabaron tocados».
Una vez narrada la experiencia propia, las víctimas quisieron poner el acento en algunas cuestiones. Por ejemplo, en la necesidad de que los obispos sean acompañados por profesionales de las relaciones humanas, de la justicia y de la salud, de modo que no afronten esta cuestión solos. «Todo este trabajo hay que hacerlo de manera muy profesional, pues en la Iglesia se suele hacer frente a los problemas de manera muy amateur», apuntó Sauvignac. Del mismo modo, trasladaron a los pastores franceses la necesidad de que se aborde la cuestión a nivel local, en las diócesis y en las parroquias, para que la comunidad cristiana hable sobre ello. «Esto es muy preventivo», añade.
Para Luc Crepy, obispo de Puy-en-Velay y presidente de la Célula Permanente de Lucha contra Pederastia, el encuentro ha tenido «una gran fuerza simbólica», pues a través de él «los obispos manifiestan su atención y comprensión hacia las víctimas». «Fue un momento histórico», reconoce Crepy en conversación con este semanario, al tiempo que manifiesta la voluntad de la Iglesia de afrontar este drama de los abusos junto con los que los han sufrido y que, por ello, han tenido muy en cuenta las demandas de las víctimas a la hora de tomar nuevas medidas.
La principal de ellas ha sido la creación de una comisión independiente que pondrá luz sobre los abusos sexuales a menores en la Iglesia desde 1950, de modo que se puedan comprender las razones que favorecieron la manera en que fueron tratados. Una comisión que deberá, además, evaluar las medidas tomadas por la Conferencia de Obispos de Francia desde el año 2000. Todo ello se mostrará en un informe que se hará público en un plazo de entre 18 meses y dos años. «Es algo demandado por las víctimas, por la opinión pública, por los medios de comunicación. Los obispos hemos reflexionado y creado esta comisión que presidirá una personalidad de la sociedad civil y que nos permitirá saber qué ha pasado en la Iglesia desde 1950 en relación a esta cuestión y nos hará propuestas», explica Crepy.
Por su parte, Sauvignac saluda la iniciativa pero advierte de que su éxito depende en gran medida de los medios humanos y financieros que se inviertan, también de que, además de estudiar archivos, se registren testimonios de palabra. «Sin medios, no se podrá recabar toda la información. Hace falta mucha cooperación y colaboración para poner luz», añade.
Véronique Garnier y Olivier Sauvignac, dos víctimas de abusos, con el presidente de la Conferencia Episcopal, Georges Pontier
(Foto: Santuario de Lourdes/Fréderic Lacaze/CIRIC)
Además de esta, los obispos galos han tomado una serie de medidas que deberían estar listas para la primavera del próximo año, cuando los obispos se reúnen de nuevo. Un trabajo que, dicen, deberá realizarse con las víctimas y teniendo en cuenta a personalidades de la sociedad civil. Así, proponen recoger los testimonios de las víctimas para comprender las razones que provocaron estos hechos –quieren, en este sentido, que no se olviden estos actos, «que han marcado la vida de muchas personas»–; además, publicarán un informe periódico y preciso sobre el estado de la lucha contra la pedofilia. Otro de los campos de acción tiene que ver con la prevención, que quieren acentuar con programas específicos de sensibilización, sobre todo, en las parroquias y con los sacerdotes que han cometido estos deplorables actos, a los que ofrecen medidas específicas de acogida y de acompañamiento.
Dentro de esta batería de medidas también sobresale la que tiene que ver con «un gesto económico con las víctimas» que, en palabras de Luc Crepy, no busca «pagar por el sufrimiento», sino ser «una reparación simbólica y, sobre todo, un reconocimiento de que esas personas son víctimas para la Iglesia». Para Olivier Sauvignac, la económica no es la principal y habla del reconocimiento y de la reparación espiritual: «Hay decenas de víctimas cuyos casos han prescrito –muchas de ellas mantienen silencio– y que, sin embargo, necesitan ser reconocidas por la Iglesia. El dinero no lo resuelve todo. Es importante, en este sentido, cómo se acoge a estas víctimas en el seno de las comunidades cristianas, pues son testimonio de Cristo».
A pesar de lo sufrido, Olivier Sauvignac ha mantenido la fe –muchos no han podido– y reconoce que en la Iglesia ha encontrado «el testimonio de la luz, modelos que me dicen que la Iglesia no es lo que yo he vivido». «La fe ha sido muy importante para mi reconstrucción personal», confiesa. Su obsesión ahora es ser espejo para que otros como él den el paso y hablen, aunque no puedan tener como él, la opción de llevar a su agresor ante los tribunales.
Fran Otero
Imagen: Un momento de la asamblea plenaria que los obispos franceses celebraron en Lourdes
(Foto: AFP/Eric Cabanis)
Pequeñas pero buenas prácticas
«Es un trabajo doloroso, difícil y que lleva mucho tiempo». Así resume Luc Crepy, presidente de la Célula Permanente de Lucha contra la Pederastia, el trabajo que la Iglesia francesa viene haciendo en los últimos dos años y medio. Un trabajo, dice, de «poco a poco», donde van surgiendo iniciativas «modestas pero reales». Algunas de ellas, así como cifras de casos denunciados en el último años, aparecen en un informe publicado recientemente por la Conferencia de Obispos de Francia. Por ejemplo, se cita un programa de formación en seminarios (Orleans, Nantes, Rennes y Comunidad San Martín) sobre relaciones afectivas y sexualidad que se extiende durante cinco años.
En el primer ciclo (dos años) se incluyen sesiones con un psicólogo-coach sobre conocimiento de uno mismo, emociones, heridas y aptitudes cognitivas y relacionales, así como clases de anatomía masculina y femenina, pulsiones, castidad, deseo o pornografía con médicos. Del mismo modo, se aborda la animación con menores, la buena distancia con ellos, la legislación, los peligros ante solicitudes implícitas o explícitas de adolescentes y la detección de aquellos que pueden ser víctimas (en su entorno familiar u otro).
En el segundo ciclo (tres años), los seminaristas estudian la comunicación no violenta y la gestión de conflictos; el perfeccionamiento de la escucha, sobre todo ante personas heridas; y el celibato asumido con paz y de forma duradera. Además, deberán superar un curso de teología moral y otro pastoral.