El Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, ha presidido la tradicional celebración de la Eucaristía en la Plaza Mayor, con motivo de la festividad litúrgica de Santa María la Real de la Almudena, Patrona de Madrid. Con él han concelebrado el Nuncio de Su Santidad, Mons. Renzo Fratini; los Obispos Auxiliares de Madrid Mons. Fidel Herráez, Mons. César Franco y Mons. Juan Antonio Martínez Camino, SJ; miembros del Cabildo Catedral, y numerosos sacerdotes de la diócesis.
A la celebración han asistido, además de miles de madrileños, el Presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, el Presidente de la Asamblea de Madrid, José Ignacio Echevarría, y la Alcaldesa de Madrid, Ana Botella, que ha renovado el tradicional Voto de Villa, además de numerosos miembros de la Corporación Municipal, y distintas autoridades civiles, militares y judiciales.
Mons. Osoro ha comenzado su homilía manifestando: “¡Qué realidad más bella nos hace vivir hoy la presencia de la Santísima Virgen entre nosotros!”. “Es la primera vez que, como Arzobispo de Madrid, celebro con vosotros la fiesta de la Patrona de la archidiócesis de Madrid, Nuestra Señora de la Almudena. Gracias Señor por este regalo que me haces en los primeros días de comienzo de mi ministerio episcopal, acercando a tu Santísima Madre una vez más a mi vida y a la vida de quienes viven en Madrid. Quiero deciros con fuerza y convicción las palabras del señor: ‘Todo lo hago nuevo’. Y la novedad hoy nos la explica a través de su Madre”. A continuación, ha dado gracias “al Cardenal-Arzobispo emérito de Madrid, D. Antonio María Rouco, por su trabajo en el acrecentamiento de la devoción a Nuestra Señora de la Almudena, en sus años de ministerio episcopal en Madrid, Ella le pagará con creces las muestras que ha tenido de amor hacia María”.
Al hilo de las lecturas proclamadas, ha hablado de “tres miradas: 1) Mirada a María que desató el nudo del pecado. 2) Mirada de María testigo privilegiado de Jesucristo. 3) Mirada de María que provoca acogida y anuncio”.
Así, “Mirada a María que desató el nudo del pecado: La fe de María desata el nudo del pecado. ¿Qué significa esto? El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María”. “Es la mirada de Jesucristo a María y al discípulo amado, en el que estábamos todos nosotros. ¿Cómo miró Jesús a su Madre desde la Cruz? La miró y nos mostró: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’, es decir, quien te habla es tu Hijo, que siendo Dios se hizo Hombre y los que son por Él, con Él y en Él, como el que está a tu lado, son tus hijos, son hijos de Dios, son hijos en el Hijo. Somos sus hijos. María es un regalo de Jesucristo a todos los hombres. Tenemos una Madre que dijo ‘sí’ a Dios cuando llegó el momento en que Él quería acercarse a los hombres, en la máxima explicitud y cercanía, haciéndose Hombre. Conocemos a Dios porque esta Mujer que hoy nos reúne fue mirada por Dios de una manera especial: en absoluta libertad presta la vida a Dios”. “La mirada del Señor a su Madre y a nosotros, ha afirmado, es un regalo, no es algo que se pueda comprar, es gracia, es amor total y pasión absoluta por el hombre. Para que el hombre llegue a tener la plenitud que en el fondo de su corazón desea y busca”.
En segundo lugar, “Mirada de María testigo privilegiado de Jesucristo”. “Agradecemos a Dios, ha dicho, su mirada en nuestras historias personales, la misma mirada que tuvo al discípulo a quien tanto quiso el Señor. Son historias con problemas, con tristezas y alegrías, con esperanzas y desesperanzas. Pero la mirada de María es mirada de consuelo en el largo camino de la historia de cada ser humano y en nuestra historia colectiva. Es la mirada de quien ha sido la testigo más cualificada, porque entre otras cosas es la más conocedora de Dios, la que más intimidad ha tenido con Dios”. En esta mirada, ha explicado, “tenemos un regalo permanente, es el regalo de la misericordia de Dios, que la miró desde la cruz y la enseñó a mirar a todos los hombres con el mismo amor de Él, en las situaciones reales en las que viven, para hacerles llegar el amor mismo de Dios. La Virgen nos enseña a mirarnos entre nosotros de otra manera, como hermanos, pues Ella nos mira como Madre. Aquí, en esta plaza y en todos los lugares en los que nos ven o escuchan, hay hombres y mujeres de todas las edades con un título único: hijos en el Hijo, hermanos con el Hermano. Es la mirada que rescata, que acompaña y que protege. Es la mirada de quien nunca abandona a nadie”.
Nacer de nuevo
Ella, ha proseguido, “quiere acercarnos el rostro de tu Hijo Jesucristo y su amor de Madre, que siempre está atenta a las situaciones diversas que viven sus hijos. Ellos tienen sufrimientos diversos, unos más punzantes que otros. La crisis económica hizo y hace sufrir a muchas familias, a ancianos, adultos, jóvenes y niños. Pero nos ha hecho ver también que hay una crisis más profunda, que nos pide una renovación por dentro, en la raíz de nuestra existencia: hay que renovar al hombre por dentro, hemos de nacer de nuevo”, porque “la situación que viven los hombres y la humanidad en todas las latitudes de la tierra lo necesita. Es cierto también que esta situación de crisis profunda, que incluye la económica, y que tiene aspectos más profundos, ha puesto a prueba el corazón y el alma de tantos que han salido a los caminos de los hombres para ayudar a quienes más necesitaban, mostrando el rostro generoso y solidario de personas, instituciones y familias. Que nada se nos interponga a la mirada de María, que nadie nos oculte esta mirada, que nadie intente robar esta mirada”.
Y, en tercer lugar, “mirada de María que provoca acogida y anuncio”. En este sentido, ha recordado que hace 25 años caía el muro de Berlín. “Un muro que separaba a los hombres, que hacía vivir en enemistad, en exclusión y en desencuentro”. Para Mons. Osoro, “hay que romper los muros que habitan en nosotros, que están construidos dentro de nosotros. De ahí la urgencia de acoger y anunciar a Jesucristo, como nos lo enseña la Virgen María”. Esta “acogida y anuncio de María, ha matizado, que hizo del discípulo amado y hace de todos los hombres, es la que rompe muros y estrecha relaciones construidas con el amor mismo de Dios, que se nos ha revelado en Jesucristo y de la que María es testigo”.
En este sentido, ha recordado la figura de San Juan Pablo II, quien invitó a construir la civilización del amor, como hoy el Papa Francisco “invita a construir la cultura del encuentro, a romper los muros que nos separan y dividen, acogiendo a Jesucristo”. La Virgen de la Almudena “nos invita a derribar muros de separación entre los hombres, a construir y hacer puentes para construir una cultura del encuentro. Para hacer esto Ella, hoy, nos regala su mirada. Madrileños, no os dejéis robar la mirada de la Virgen, que es mirada de ternura, que fortalece por dentro y por fuera, mirada que nos hace hermanos y solidarios”, ha exhortado.
“Santa María de la Almudena: tenemos necesidad de estas tres miradas”, ha implorado. “Tenemos necesidad de que nos regales tu mirada, la que te regaló tu Hijo Jesús y que tú regalaste a Juan el Apóstol, y que él vivió anunciando a Jesucristo”. “Tienes pasión por darnos vida, alegría, por romper muros que nos separan y excluyen, por crear esa unidad y comunión que solamente es posible cuando nos unimos desde esa hondura que nos funda y nos hace ser hijos de Dios y, por eso, hermanos. Tienes siempre algo que decir a los hombres para darnos esperanza, para hacer nuestros los sueños de Dios, para hacernos ver que los hombres no somos dueños, ni patronos, que el único dueño de todo es Dios”, ha afirmado.
“Eres portadora de una mirada diferente sobre todas las cosas, la misma que te regaló tu Hijo Jesucristo para que nos la dieses a todos nosotros: una mirada de ternura, de misericordia, de Madre, que nos ampara siempre y nos destapa el alma, mirada de compasión”. “Madre, ha implorado, tenemos necesidad de vivir como hermanos”, algo que no es fácil. “Te lo pedimos de corazón”. “Que nunca nos falte el clima de hermanos que se ayudan los unos a los otros y en donde nadie pasa necesidad, porque lo mucho o lo poco que tenemos lo ponemos a disposición de los que más lo necesitan”. Ha concluido exhortando a los fieles presentes a dejar que Cristo “entre en nuestras vidas” para que podamos ir por el mundo anunciando “que con Jesucristo ‘todo es nuevo’”.
Carta en sus primeros días como Arzobispo de Madrid
En estos primeros días de estancia en Madrid, muchas preguntas me han realizado y muchas respuestas he dado. Pero de todas ellas, en mi valoración, después de responderlas, he llegado a la conclusión, que lo más importante que dije, es que en mi misión lo más necesario, es que he vendido a ser “testigo” y hablar de Dios con palabras y obras, he venido a hablar de quien se nos ha mostrado y han visto los hombres, Jesucristo. Os lo digo con franqueza y con verdad, nada hay más necesario para esta humanidad que necesita una profunda renovación de la mente y del corazón de los hombres, de relaciones entre los hombres de fraternidad y de una profunda renovación cultural, que acoger a Dios en su vida y en su historia. Él, cambia el modo de pensar, de ser, de obrar y de vivir.
No vine para proponer u obtener objetivos políticos, económicos u otros de cualquier tipo, sí para mostrar la verdadera Belleza. He venido aquí para encontrar a los hombres y mujeres en todos los caminos por donde andan y acercar el amor y la misericordia de Dios, dejar hablar a Dios y hablar con ellas de Dios. Sí, del Dios que se nos ha revelado en Jesucristo. ¿Qué esto no es importante y no interesa y no es respuesta a los problemas del momento en que vivimos? No nos dejemos engañar. Por muchas razones, estoy convencido, que Dios y la religión es una cuestión fundamental para una convivencia lograda en libertad y respeto. Deseo explicarme bien: la religión requiere la libertad, por eso la libertad tiene necesidad y requiere de la religión. Pero también es preciso decir, que la libertad que buscamos todos los hombres, necesita una referencia originaria o una instancia superior. ¿Por qué? Solamente habrá valores que nada ni nadie pueda manipular, si existe esa referencia o esa instancia. Es la única garantía de la libertad. Y por eso la Iglesia como Cuerpo que es del Señor, ofrece a Jesucristo, que es Camino, Verdad y Vida. Es la expresión de la Belleza de la Libertad.
Me ha impresionado siempre el texto de Lc 13, 31-35. ¿Por qué? Por que es una propuesta a que los discípulos hagamos lo mismo que el Maestro. En esta página del Evangelio, se nos dicen claramente tres cosas que pueden resumirse en esta expresión: “Empeño por estar en la historia de lo hombres saliendo siempre desde el centro que es Jesucristo, para curar y sanar como Él con su amor y su gracia, mostrando su cercanía a los hombres por todos los caminos que transitan”:
1.- Empeño por estar en la historia de los hombres saliendo siempre a todos los lugares desde el centro que es Jesucristo: hay que estar en medio del mundo mostrando y anunciando a Dios como sustentador de la libertad auténtica de los hombres. Los fariseos de parte de Herodes que no consentía que otro entregase libertad, le dicen “sal y marcha de aquí”. El hombre de Dios, el discípulo de Jesucristo, no puede marchar de esta tierra y menos cuando ve en la cultura progresiva indiferencia en sus decisiones y considerando la verdad como un obstáculo, dando prioridad a consideraciones utilitaristas que para nada engendran vida, libertad y encuentro.
2.- Estar para curar y sanar como Él, con su amor y su gracia: ¡qué belleza adquieren las palabras de Jesús! “Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a los polluelos, bajo las alas y no habéis querido”. Sí, sanar: construir una familia humana en la que nadie sobra, en la que todos somos necesarios, en la que todos damos vida al otro y generamos la cultura del encuentro y la civilización del amor, desechando la cultura del desencuentro, de la eliminación y de la exclusión. Sanar el corazón del hombre con la vida que regala Jesucristo, que hace que me pregunte siempre “¿quién es mi prójimo?” O aquella otra que dirigió al ciego de nacimiento, “qué quieres que haga por ti?”.
3.- Mostrando su cercanía a los hombres por todos los caminos que transitan: de tal manera que quienes se encuentren con nosotros puedan experimentar que llevamos la vida del Señor tan dentro de nosotros que puedan decir, “bendito el que viene en nombre del Señor”.
Voy a tener un atrevimiento en estos primeros días de mi estancia con vosotros, como pastor que siente la responsabilidad del envío que le ha hecho el Señor. El atrevimiento es deciros con palabras del primer libro de los Reyes, lo que considero es importante. Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedió en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, larga vida, eliminar a los enemigos? Nada de eso quiso. Hizo una súplica: “concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”(1R 3, 9). ¿Qué quiere decirnos? Todo ser humano tiene una responsabilidad sobre todos los que tiene a su alrededor, hay algunos que la tienen más que otros. Y cuanto más dependa la vida de los otros de sus decisiones y acciones, el criterio último y la motivación para su trabajo, nunca debe ser el éxito personal y menos el beneficio material, tiene que ser el compromiso por la verdad y la justicia para todos, por construir la fraternidad y la cultura del encuentro, por lograr las condiciones básicas para una convivencia en paz y respeto a todos, lograda desde el reconocimiento vivido de la dignidad de todo ser humano como “imagen y semejanza de Dios”. Por eso, encontrarnos con los hombres y hablarles con obras y palabras de Dios no es cuestión secundaria, es condición para vivir en verdad y en libertad.
Con gran afecto, os bendice
Carlos, Arzobispo de Madrid