La insistencia en la escucha y el diálogo ha sido la tónica de la primera parte del Sínodo. Francisco quiere propuestas concretas y críticas honestas y no «respuestas preconfeccionadas» que se cierran a «las sorpresas de Dios»
«Sed jóvenes en camino que miran al horizonte, no al espejo. No me encuentro a mí mismo en el espejo, en mirar como soy», sino «en el hacer, en el camino a la búsqueda del bien, la verdad y la belleza». Así se dirigía el Papa, el sábado, a los jóvenes que participaban en el aula Pablo VI en un encuentro con los padres sinodales organizado por la secretaría general del Sínodo de los obispos y la Congregación para la Educación Católica. En sus palabras, Francisco advirtió a los jóvenes de los peligros del populismo y de la sociedad digital que los aleja de lo concreto. Y les recordó que «vosotros no tenéis precio. No os dejéis comprar ni seducir por las colonizaciones ideológicas».
El Pontífice subrayó la petición de coherencia de una de las participantes, y se mostró comprensivo ante las críticas «cuando veis una Iglesia incoherente, que te lee las bienaventuranzas y luego cae en el clericalismo más principesco y escandaloso». Pidió por ello a los consagrados y sacerdotes que sigan el camino de las bienaventuranzas. «Pero también vosotros debéis ser coherentes», dijo a los chicos presentes. Antes, había recibido de ellos una serie de preguntas, pero optó por remitirlas a los padres sinodales que permanecerán en Roma hasta el 28 de octubre, reflexionando sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. «Las respuestas deben venir de todos, de nuestra reflexión. Y, sobre todo, deben estar hechas sin miedo».
Un encuentro para escuchar
Esta valentía y la importancia de la escucha han marcado la tónica de la primera semana del Sínodo, dedicada al comienzo del Instrumentum laboris: «Reconocer». En el discurso inaugural, el 3 de octubre, el Pontífice describió este encuentro de obispos y 49 auditores, de los cuales 36 son jóvenes, como «un tiempo para la participación». Invitó a todos los presentes a intervenir con «parresía, integrando libertad, verdad y caridad. Solo el diálogo nos hace crecer. Una crítica honesta y transparente es constructiva y útil», a diferencia de las sospechas, los prejuicios, y usar «esquemas mentales ya superados» sobre la juventud.
A esta valentía –continuaba– debe responderse con humildad. En este sentido, Francisco ha decretado que cada cinco intervenciones se guarden unos minutos de silencio para reflexionar sobre lo escuchado. Pidió a los padres sinodales, además, que estén abiertos a modificar desde ahí los discursos que ya traían preparados, y que intenten que del Sínodo salgan propuestas concretas. Es, opina, necesario para evitar ser una Iglesia que «tiene siempre una respuesta preparada y preconfeccionada, cerrada a las sorpresas de Dios» y, por tanto, no creíble.
Tanto en ese discurso como en la Misa del mismo día por la mañana, el Papa Francisco utilizó palabras del Papa san Juan XXIII para alertar frente a los «profetas de calamidades». Deben también velar «para que no domine la lógica de autopreservación y autorreferencialidad», y no dejarse «aplastar por nuestros propios errores y pecados». En el aula sinodal ha estado muy presente el escándalo de los abusos sexuales. Pero en la rueda de prensa del lunes monseñor Charles Scicluna, colaborador del Papa en este ámbito, intentó evitar este exceso de protagonismo remitiendo al encuentro de presidentes de conferencias episcopales de febrero.
M. M. L.
Imagen: El Papa Francisco saluda a dos jóvenes
durante el Sínodo de los obispos en el aula sinodal del Vaticano.
(Foto: CNS)