Durante el rezo del ángelus ha expresado su dolor por los muertos en los naufragios y ha asegurado su oración por ellos y por sus familias
Durante el rezo del Ángelus del domingo 22 el Santo Padre ha vuelto a llamar la atención de la Comunidad Internacional para que, de una vez, de las palabras pase a los hechos y por fin se ponga manos a la obra para salvar vidas en el Mediterráneo.
El Mare nostrum se está transformando en una enorme fosa común en la que cada día perecen decenas de personas intentando alcanzar las costas europeas. Este domingo el Papa ha lamentado esta tragedia y ha pedido una acción decisiva: «Dirijo un sincero llamamiento a la Comunidad Internacional para que actúe con decisión y rapidez con el fin de evitar que estas tragedias se repitan y para garantizar la seguridad y el respeto de los derechos y la dignidad de todos».
Además el Pontífice ha expresado su dolor por estos naufragios y ha asegurado su oración por las víctimas y sus familiares. En pocas palabras el Santo Padre ha puesto el dedo en la llaga de un problema que está generando muchos titulares hoy pero que viene de antiguo. No en vano, la primera visita que el Pontífice realizó en 2013 fuera de Roma fue a la isla italiana de Lampedusa, la llamada Puerta de Europa, donde cada día arribaban cientos de almas escapando de la guerra, el hambre o la tortura y donde se estima que, en los últimos 20 años, han podido morir ahogadas unas 25.000 personas.
Aquella visita fue profética, un toque a la conciencia europea de parte del Papa venido del fin del mundo. Ese 8 de julio de 2013 Francisco habló de la «globalización de la indiferencia», denuncio «la anestesia ante el dolor de los demás» y clamó: «Miramos al hermano medio muerto tirado en la calle y quizá pensamos “pobrecillo”, y seguimos por nuestro camino; no depende de nosotros… Y nos sentimos justificados. ¿Quién ha llorado por estas personas que iban en el barco?». Apenas tres meses después, en aquellas mismas aguas, se produciría una de las mayores tragedias colectivas en el Mediterráneo, el naufragio de un barco de procedencia libia en el que quedaron atrapadas unas 366 personas y del que aún se desconoce el número de desaparecidos. Una tragedia que conmocionó a Italia, donde incluso se decretó un día de luto nacional.
En estos últimos 5 años muchas cosas han cambiado en las travesías con destino a Italia. También las rutas de los traficantes de seres humanos. Sellado el paso turco, el camino desde Libia es el más transitado por las precarias embarcaciones que rara vez consiguen tocar tierras italianas por sí mismas. Estos días la tragedia tiene el rostro de Josefa, la mujer rescatada por la ONG española Proactiva Open Arms. La organización ha denunciado a Italia y a Libia por homicidio imprudente y omisión de socorro por las dos muertes, la de una mujer y un niño, que atribuyen a una acción de la guardia costera libia con la connivencia italiana. Por su parte, el ministerio del Interior italiano acusa a la ONG de instrumentalizar con fines políticos a Josefa y de promover una propaganda mezquina.
El Santo Padre conoce muy bien el trabajo de la organización de Óscar Camps. Él mismo estuvo en el Vaticano y entregó a Francisco el chaleco salvavidas de una niña siria a la que, por desgracia, no pudo salvar. El Papa, muy impactado con el obsequio y la historia que encerraba, conservó el chaleco y decidió que se colocara en las oficinas de la Sección de migrantes y refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
En cualquier caso, el Pontífice no entra en disputas políticas de ninguna naturaleza sino que se centra en lo importante: salvar la vida de aquellos que, no solo se han visto obligados a dejar su hogar por diversas circunstancias, sino que además son víctimas de los traficantes de personas, para Francisco auténticos «mercaderes de carne humana».
Ángeles Conde (ABC)
Imagen: Naufragio que dejó más de 800 fallecidos en Murcia en abril de 2015
(Foto: Fundación Cepaim)