Muy buenos días a todos.
Antes de nada, gracias por la gentileza que han tenido de venir a escucharme.
Creo que no me equivoco si supongo que su asistencia a este desayuno informativo obedece entre otras muchas razones al interés que suscita siempre todo lo relacionado con Madrid, como motor que somos de España en lo político, lo económico o lo social.
Y me parece también evidente que ese interés sobre Madrid se acentúa más si cabe desde hace unas semanas, debido a los interrogantes que hoy se ciernen sobre nuestro país……como consecuencia de la operación que ha sustituido a un Gobierno de la Nación que generaba estabilidad por otro surgido del acuerdo circunstancial entre fuerzas muy heterogéneas, que no siempre tienen como objetivo el interés general…
…Y que por tanto suscitan ciertas incertidumbres sobre el efecto que esta situación pueda tener sobre las Comunidades Autónomas.
Nos encontramos, ciertamente, en un momento complejo.
Por vez primera en nuestra historia democrática, llega a La Moncloa un Presidente
…que ha perdido las elecciones,…
…que no es diputado,…
…que ha faltado a su palabra de disolver las Cámaras –con la que inicialmente justificó su moción de censura–…,
…y cuyo Gobierno camina rumbo a lo desconocido, porque el Presidente no ha expuesto a la ciudadanía ni al Congreso un programa político definido.
Y todo esto suscita inquietud, porque nos encontramos ante una total falta de transparencia.
Una opacidad que se vuelve más grave aún por el hecho de que, además de no conocer un programa público de gobierno, tampoco conocemos el programa oculto que Pedro Sánchez ha negociado con los radicales que le han dado la llave de la Presidencia.
Lo razonable hubiera sido plasmar esos pactos, con luz y taquígrafos, en un Acuerdo de Investidura que los españoles pudieran conocer y valorar.
No se ha hecho así, al contrario del modo en que hicimos las cosas en Madrid.
Y es que, a diferencia de la situación que atraviesa nuestro país, Madrid sí es un espacio de confianza, de estabilidad y de seguridad.
Y por eso adquirimos estos días una responsabilidad añadida a la que habitualmente ejercemos.
Ocurrió ya en 2004, con el Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Se hizo muy evidente durante la crisis económica, en la que tuvimos que tirar del carro de la recuperación.
Y vuelve a suceder ahora, con la abrupta irrupción de otro Gobierno cuyos primeros pasos no parecen orientados al interés general de los españoles.
Así las cosas, entiendo que también despierta un lógico interés en ustedes el relevo que se ha producido en la Presidencia madrileña.
Un relevo, obviamente, muy distinto, porque en nuestro caso sí se distingue por apoyarse…
…en un programa perfectamente conocido,
…y en una firme decisión de asegurar la continuidad de las políticas que se han demostrado beneficiosas para el crecimiento, el empleo y la cohesión social.
En este contexto dispar, me gustaría compartir hoy con ustedes una cierta idea de Madrid, del papel que creo que debe jugar dentro de España y de Europa, y del sentido de la política en nuestros días.
Decía Philip Roth, el gran novelista americano, recientemente desaparecido, que “no solo olvidamos algunas cosas porque carecen de importancia, sino también porque importan demasiado”.
Con Madrid ocurre lo mismo. Somos una región tan acostumbrada a trabajar, a crecer y a mejorar, que a veces damos por supuesto que nuestro empuje es algo natural, y no le otorgamos importancia.
Pero, aunque no siempre seamos conscientes de ello, Madrid se ha convertido en una potencia. Una potencia económica y social, en España y en Europa.
Una potencia integradora, solidaria, constructiva.
Una potencia regional, y también global, lejos del discurso disgregador que mueve al populismo radical y xenófobo, ya sea en otras partes del mundo, o en una parte de España, la presidida por el soberanismo.
En resumen: una potencia que pone todas sus posibilidades al servicio de ese proyecto compartido de convivencia y de progreso que llamamos España.
Una potencia para acercar y no para separar.
Permítanme que les explique el alcance de esta realidad madrileña en lo económico y lo social, que es resultado de las políticas del Partido Popular.
Es decir, resultado del apoyo a los emprendedores, de la renuncia al intervencionismo económico, y de la apuesta por los servicios públicos como factor de competitividad y de cohesión social.
Sin olvidar la importancia que tiene un discurso aperturista en todo –de la economía a la cultura–, que ha hecho de nosotros un polo de atracción relevante dentro de una Europa que, pese a las tentaciones aislacionistas de última hora, sigue siendo un espacio de flujos económicos y humanos.
Como consecuencia de todo ello, el PIB per capita de los madrileños, que era el cuarto de España antes de que el Partido Popular gobernara Madrid, es hoy el primero de nuestro país, y se sitúa un 25% por encima
de la media de países de la Unión Europea. De hecho, solo es más elevado en cinco estados: Irlanda, los tres países que conforman el Benelux y Austria.
Con dos puntos más de participación en el PIB nacional desde 1995; con un crecimiento económico actual del 3,9% interanual (9 nueve décimas más que la media nacional y 1,4 puntos por encima de la eurozona); con los impuestos más bajos de nuestro país; y con más de 313.000 empleos netos creados en lo que va de Legislatura, Madrid es hoy un valor seguro dentro de España y de Europa.
Hasta el punto de que atraemos ya el 76,5% de la inversión extranjera que llega a nuestro país. Más de 4.500 millones de euros en el primer trimestre del año: toda una muestra de confianza en Madrid.
Este dinamismo es el que nos permite mejorar unos servicios públicos que dan contenido a nuestro Estado del Bienestar, ofreciendo nuevas oportunidades a las clases medias y a quienes más lo necesitan.
Los ejemplos de esta política social que podríamos poner ahora son numerosos, desde el Abono Transporte Joven por 20 euros hasta las 120.000 personas dependientes que atendemos.
Pero prefiero insistir en el hecho de que esta política responde a un esfuerzo sostenido, y no a una estrategia de imagen basada en titulares efímeros.
En este sentido, tengo la satisfacción de anunciarles que mañana el Consejo de Gobierno aprobará el informe que va a permitir una nueva reducción de las tasas universitarias.
Estamos hablando de una rebaja que supone ya la cuarta consecutiva en esta Legislatura, y que forma parte de esta política de largo plazo en favor de la enseñanza pública y la igualdad de oportunidades.
Esta nueva reducción va a suponer un ahorro para los universitarios madrileños de 40 euros en los grados y 120 euros en los master, lo que representa un ahorro global de 8,9 millones de euros.
Se suma, por tanto, a la rebaja acumulada de cursos anteriores, que ascendía a una reducción de entre 400 y 1.200 euros. En total, hemos bajado ya las tasas de los grados un 22,5% y las de posgrado un 35%.
Porque nuestro compromiso es que todo aquel que quiera estudiar pueda hacerlo, con independencia de sus circunstancias personales. El talento y el esfuerzo no pueden verse limitados por razones económicas.
Que tengamos la mejor sanidad de toda Europa solo después de la región de Estocolmo; o que nuestro sistema educativo nos sitúe a la cabeza de España y por encima del promedio de la Unión Europea y de la OCDE en lengua, ciencias y matemáticas… demuestran también el sentido social de nuestras políticas y la eficacia de los servicios públicos.
Socialmente, también somos, por tanto, una potencia dentro de Europa, algo que ratifica igualmente el Índice de Progreso Social de la Unión Europea, que nos identifica como la primera región de España…
…y nos sitúa al mismo nivel que Bretaña, Escocia o Luxemburgo, y por encima de todas las regiones del Sur de Europa, incluyendo a Francia.
Quiero aclarar que nada de esto significa que no tengamos problemas, porque las consecuencias sociales de la crisis han sido duras, y la tasa de paro es un estímulo diario para seguir trabajando.
Esta es, en suma, la realidad de la que me he hecho cargo al asumir la Presidencia de la Comunidad de Madrid.
Una realidad con datos muy positivos en lo económico y lo social.
Por eso, no tendría sentido que yo pretendiera obviar esa realidad, haciendo tabla rasa e improvisando una política distinta a la que ha permitido estos logros.
Reivindico por ello la continuidad de unas políticas cuando estas se han demostrado acertadas.
Reivindico también la estabilidad institucional que eso genera y la confianza que desde ahí se propicia en la sociedad.
Reivindico la capacidad de mejorar y seguir progresando cuando se parte de una base tan sólida, que es lo que yo estoy haciendo al cumplir el programa que los madrileños aprobaron en 2015.
Y reivindico la política como herramienta que impulsa esta capacidad de progreso, liderando la sociedad desde el diálogo, y sustrayéndose al puro partidismo, que no a la vida de partido, que son cosas distintas.
Hasta tal punto son distintas, que el papel de los partidos debe consistir en dirigirse a una sociedad plural con el objetivo de convocar a todos, y no en dividirla, enfrentarla o privilegiar a unos frente a otros.
Por eso el Partido Popular se dirige al conjunto de la sociedad, por encima de diferencias de clase, credo u otra índole, con un mismo mensaje en toda España.
Un mensaje articulado en torno a unas ideas que nos unen e identifican: la confianza en la libre iniciativa, la fiscalidad moderada, la libertad de elección, el apoyo a los más vulnerables, la familia como unidad fundamental de la sociedad o la unidad de España.
Ahora estamos inmersos en un proceso transparente y participativo para elegir a la persona que habrá de liderar nuestra formación los próximos años, y con seguridad también el próximo Gobierno de España.
Y me gustaría decir que, por encima de las lógicas preferencias personales que pueda tener cada uno, en favor de un candidato o de otro, lo cierto es que tenemos muchas personas preparadas para presidir el Partido Popular y el próximo Gobierno de España.
Va a ser muy interesante poder escucharlas a todas en este proceso democrático que tanto interés suscita.
Y creo que gane quien gane, deberá contar con todos, porque el Partido Popular no puede prescindir de nadie.
Pero esta defensa que yo hago de la política como trabajo en equipo, y de los partidos políticos como agentes indispensables que ordenan el debate público, requiere de un tercer elemento para volver a legitimarlos a los ojos de la ciudadanía.
Me refiero a lo que llamamos “regeneración institucional”.
En el Gobierno regional hemos intentado impulsar iniciativas muy importantes en este terreno.
Concretamente, dos leyes remitidas a la Asamblea, que permitirían introducir reformas como la limitación de los mandatos del Presidente y los consejeros, la supresión de los aforamientos o un régimen estricto en lo relativo a las llamadas “puertas giratorias”.
Iniciativas a las que me gustaría que se sumaran los demás grupos políticos.
Todos pensamos hace tres años que el reparto de escaños en los parlamentos daría lugar, por pura necesidad, a un diálogo más fluido entre las fuerzas políticas y a un entendimiento a la hora de legislar.
Lamentablemente, no ha sido así. Y hoy seguimos viendo actitudes de bloqueo, oportunismo y una tentación permanente de torpedear la labor legislativa de la mayoría, y también de la propia acción de gobierno.
Creo que es imprescindible practicar una actitud de respeto a las mayorías democráticas, y superar esta mentalidad obstruccionista que no está sirviendo para impulsar reformas, sino para bloquearlas.
Porque sin reformas, el populismo no dejará de crecer.
En España ya se ha hecho un hueco, a izquierda y a derecha, y de modo muy notorio en Cataluña, donde ha fabricado la gran fake new de hoy: el “España nos roba” y el proyecto soberanista que lleva aparejado.
Estos movimientos han sintonizado con la inquietud de las clases medias a raíz de la crisis económica y de problemas concretos como el de la corrupción.
Y lo que prometen a los ciudadanos frente a esos fenómenos son falsas soluciones.
Justo porque soy consciente de que hay una demanda social de soluciones, creo que un Gobierno como el mío debe generarla, pero desde la responsabilidad, de un modo real y duradero, sin demagogias.
Y hoy por hoy, solo un Gobierno del Partido Popular puede hacer esto, en Madrid y en España, desde una política de centro reformista, y gestionando eficazmente.
Por eso, este programa político tiene igualmente una lectura en clave de país.
Lo dije en mi investidura y lo repito hoy ante ustedes: yo no concibo trabajar para Madrid si no estoy trabajando también para España.
Y desde un punto de vista político, este carácter de Madrid como potencia, del que les he hablado hoy, se traduce en una lealtad institucional hacia las demás regiones y al Gobierno de España, sea cual sea su color ideológico.
Pero, con la misma intensidad, se refleja también en una actitud y un discurso comprometidos y vigilantes, que van a defender, siempre, la unidad de España y la igualdad de derechos y deberes de los españoles.
De ahí que rechacemos que el Gobierno de la Nación pueda plantear vías bilaterales de negociación al margen del conjunto de las Comunidades Autónomas y de los españoles.
Y también que esté más pendiente de satisfacer las demandas de quienes quieren dividir España que de los que trabajamos para mantenerla unida.
Por ejemplo, en una cuestión crucial para el Estado del Bienestar, y para el modelo territorial, como es la financiación autonómica.
Teniendo dos años de Legislatura por delante, Pedro Sánchez ha dicho que renuncia a acordar un modelo de financiación entre el Gobierno y las Comunidades Autónomas, como es su obligación institucional.
Y en cambio, propone una serie de arreglos bilaterales que recuerdan sospechosamente a lo que el Gobierno socialista ya hizo en 2009.
Este planteamiento no es aceptable. Y si el Gobierno no cumple con su deber, Madrid sí va a hacerlo.
Por eso, les anuncio que hoy mismo voy a enviar una carta al Presidente del Gobierno solicitando que se reúna la Conferencia de Presidentes, con un único punto en el orden del día: la reforma del Sistema de Financiación Autonómica.
La intención de Madrid es presentar en esa Conferencia un modelo de financiación para nuestra región, basado en la solidaridad, suficiencia, equidad, transparencia y corresponsabilidad fiscal, y por tanto con elementos que sirvan para llegar a un modelo común para todos.
Por supuesto, nuestra propuesta no pretende ser única ni excluyente.
De hecho, el modelo final debiera considerar, en lo posible, el conjunto de intereses y aspiraciones legítimas de las propuestas de las diferentes comunidades autónomas.
Lo que no podemos permitir es que el Gobierno de España se declare ausente en la resolución de un problema de Estado, solo porque haya decidido convertirlo en moneda de cambio con unos y otros.
Si se produce un vacío de decisión en el Gobierno de España, o una dejación de funciones, las Comunidades Autónomas, que también somos Estado, tenemos la responsabilidad de dar un paso al frente.
Por supuesto, Madrid seguirá dispuesta a ejercer la solidaridad con aquellos españoles que más lo necesitan, porque esa es nuestra vocación.
En todo caso, el Presidente tendrá que explicar en esa reunión por qué ha decidido, unilateralmente, conculcar el compromiso que el Gobierno de España y las Comunidades Autónomas adquirieron hace un año en la Conferencia de Presidentes, donde acordaron reformar el sistema de financiación.
Y en segundo, lugar, nos tendrá que explicar qué modelo de negociación considera mejor que el nacido de la lealtad institucional, la transparencia y el debate.
Del mismo modo, también vamos a rechazar cualquier intento de dar luz verde desde el Gobierno de la Nación a iniciativas que quieran romper el modelo de convivencia, o a aquellas políticas que, por acción u omisión, deterioren nuestras instituciones.
Me estoy refiriendo a una hipotética reforma de la Constitución que no se sabe qué apoyos tiene hoy……y a otros aspectos que pueden afectar a la igualdad de los españoles, como los contenidos en algunos proyectos de reforma estatutaria.
Y naturalmente, estoy hablando de Cataluña, esa parte de España donde nuestra preocupación no tiene que ser cómo contentar a los que no se van a contentar –según la frase de Julián Marías–……sino cómo restablecer el Estado democrático y de Derecho que garantiza la libertad de todos, gravemente amenazada por los soberanistas.
En otras palabras: Madrid nunca va a admitir que haya españoles de primera y españoles de segunda. Ni en Cataluña ni en ninguna parte del país. Porque lo que no queremos para nosotros, tampoco lo queremos para nuestros compatriotas.
Y por eso debemos recordarle al Gobierno aquellas palabras célebres de Ortega: “No pido la organización de España por razones de pretérito, sino por razones de futuro”.
Una organización justa, transparente y sin rupturas de los consensos que rigen nuestra convivencia.
Una organización de España que, además, pasa por respaldar y acompañar a la institución que mejor representa el gran pacto de convivencia de los españoles: la Corona.
Porque sería inadmisible que el Gobierno no hiciese cuanto está en su mano, que es mucho, para atajar cualquier intento desestabilizador de esta institución……y para reforzar la Monarquía parlamentaria que nos ha proporcionado cuatro décadas de progreso, de éxitos y de pacífica y productiva convivencia.
Por mi parte, y ante los recientes comportamientos que hemos podido ver, quiero expresar mi más rotundo apoyo al Rey Felipe VI, que ha ido a Cataluña a representar a todos los españoles, por lo que merece, una vez más, todo nuestro reconocimiento y gratitud.
El Jefe del Estado debe ser respaldo clara, firme, e inequívocamente ante las intolerables actitudes de quienes pretenden mantener un desafío permanente hacia nuestras más altas instituciones y normas de convivencia.
Lamentablemente, echamos en falta en el Presidente del Gobierno la contundencia necesaria para dejar claro a quienes hoy gobiernan en Cataluña, que la única senda posible es la del respeto a las instituciones, la Constitución y las leyes.
En este como en todos los demás asuntos, lo que reivindica Madrid es simplemente lo que beneficia al interés general de todos los españoles.
Y esa actitud es, precisamente, la que da fuerza y credibilidad al liderazgo político, económico y social de esta Comunidad, que permite que los españoles sientan Madrid como un espacio propio, que identifica sus aspiraciones y defiende sus intereses.
En definitiva, ese es nuestro programa para el año que tenemos por delante:
Trabajar por un Madrid abierto, integrador, solidario y avanzado.
Un Madrid de todos, del que los madrileños y el conjunto de los españoles puedan sentirse, cada día, un poco más orgullosos, un poco más dueños de este espacio compartido de seguridad, de certidumbre y de oportunidades.
Muchas gracias.