Lo fundamental es caminar. Y no importa si los teólogos discuten hasta el infinito. «Podríamos mandarlos a una isla desierta para, mientras se ponen de acuerdo, seguir caminando». Una frase casi cómica que el Papa le repetía a menudo a su compañero de camino ecuménico, Marcelo Figueroa, cuando aún estaba en Buenos Aires y ambos compartían largas conversaciones. Un resumen de lo que Francisco piensa del diálogo entre las iglesias cristianas y la esencia de su viaje a Ginebra. Una visita plagada de gestos de un Pontífice que no tiene miedo a romper el protocolo e ir al encuentro
Lo hizo en Lund (Suecia), en octubre de 2016, cuando participó en una ceremonia para conmemorar los 500 años de la Reforma luterana. Lo vuelve a hacer ahora, al viajar a Ginebra, para celebrar este jueves 21 de junio el 70º aniversario del Consejo Mundial de las Iglesias (CMI). Es él, en primera persona, quien visita. Casi un ecumenismo a domicilio, que deja atrás las rigideces y las convenciones protocolares.
Porque, en el diálogo, lo que importa es la sustancia. La forma, aunque relevante, pasa a segundo término cuando el objetivo es encontrarse. «Por primera vez un Papa visita exclusivamente el consejo, otros han ido pero Francisco decidió hacerlo en exclusiva y eso ha despertado una inmensa expectativa de que puedan surgir nuevos caminos de diálogo, más allá de los documentos de doctrina», explica Figueroa en entrevista con Alfa y Omega.
Durante 25 años directivo de la Sociedad Bíblica Argentina, goza de la confianza de Francisco. Miembro de la Iglesia presbiteriana de San Andrés, compartió junto con el rabino argentino Abraham Skorka y el entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio el programa televisivo Biblia, diálogo vigente. Hoy por hoy es director de la edición argentina del diario vaticano L’Osservatore Romano.
«El Consejo Mundial de Iglesias es, quizás, el órgano ecuménico por excelencia, por lo menos desde el punto de vista de las Iglesias evangélicas, protestantes y ortodoxas», describe Figueroa. Y apunta que, en estas décadas de vida, el organismo siempre ha alzado las banderas del encuentro y la búsqueda de vías de solución pacífica a los conflictos.
Desde que estaba en Argentina, precisa, el Papa siempre estuvo convencido que el diálogo entre los cristianos es «como un caminar sin detenerse». En esta mirada, prosigue, los documentos pueden tener cierta importancia pero «no es bueno pararse a discutir hasta el infinito» de acuerdos teológicos cuando «lo imprescindible es seguir peregrinando».
«Si bien la visita de Francisco es cerca de Roma, tiene ese condimento de que es él quien peregrina en un avión hasta Ginebra. Con ese gesto está marcando una vez más que si queremos un ecumenismo que se transforme en vida y no se quede solamente en los papeles o en los dogmas, es preciso caminar juntos con una mirada profundamente espiritual de la realidad social y dura del mundo», ahonda.
«Es un transitar juntos, no pararse nunca ante un mundo que camina, muchas veces, con agendas relacionadas con la muerte, la exclusión, la discriminación, la segregación, la guerra y el conflicto. Si existe ese caminar del mundo hacia el mal, debe haber un ecumenismo del bien y un caminar incansable de aquellos que reconocemos en Jesús a quien transitó y caminó en nuestra tierra, y nos llama a sus discípulos a la misión».
El precio del ecumenismo
Con estas palabras, Figueroa abre una ventana sobre el pensamiento más profundo del Papa en materia de diálogo entre los cristianos. Pero va más allá y asegura, sin temor a equivocarse, que esta forma de afrontar el ecumenismo no responde a una actitud meramente estratégica, sino a la profunda convicción de que «es Jesucristo quien lo quiere».
De este convencimiento parte la seguridad de Francisco y de todos aquellos que han recorrido con él los senderos de la unidad. Incluso pagando un alto precio por ello. De ahí que no les preocupe dar algunos pasos adelante y otros atrás. Sufrir ataques o descartes. «Todos los que transitamos en el ecumenismo somos conscientes de que se paga un precio, que muchas veces los grupos, especialmente los fundamentalistas, no nos entienden y nos critican. Pero eso mismo le pasó a Jesús, en su encuentro con la samaritana, en las luchas que tuvo con quienes se creían los dueños de Dios y de la religión. Ese es el camino», continúa el teólogo.
Esta mirada profunda del Pontífice tiene una manifestación concreta en el breve pero intenso viaje de este jueves. Según Figueroa, él sabrá manejar las «dos agendas» en sus diez horas en la ciudad suiza. Por un lado respetará el protocolo. Sostendrá una audiencia privada con el presidente de la Confederación Suiza, Alain Berset. Asistirá a una oración y a un encuentro, ambos en el centro ecuménico del CMI. Más tarde, presidirá una Misa para la comunidad católica.
Pero también sabrá salirse del protocolo. «Quizás no lo haga frente a las cámaras o en las ceremonias –ilustra–, pero sí va a dejar su impronta en los diálogos previos y posteriores. Las salidas del protocolo tienen que ver muchas veces con los encuentros personales que él tiene y el lanzar propuestas de acciones desafiantes, no solo a las jerarquías de las Iglesias, sino a organizaciones o personas que estén dispuestas a emprender ese peregrinar».
El Papa saluda a Marcelo Figueroa durante el vuelo a Suecia. (Foto: Facebook Marcelo Figueroa)
Una agenda compartida
En este aspecto, Figueroa identifica puntos de contacto con el Consejo Mundial de Iglesias. Ese organismo promueve, desde hace décadas, acciones en el campo ecológico, en la preocupación por los desposeídos, los pobres y los migrantes. Incluso sus integrantes latinoamericanos han impulsado una participación muy activa de los pueblos originarios. Son los mismos temas que Francisco colocó entre las líneas principales de su pontificado. Por eso, tras dialogar con representantes argentinos, latinoamericanos y algunos europeos del consejo, Figueroa anticipa que es grande entre ellos la expectativa de que esta visita abra posibilidades de colaboración concreta en estas agendas comunes.
«La misión es principalmente acción, y la acción es caminar. Por eso creo que este ecumenismo de camino abre la posibilidad de que, a partir de este momento, se generen muchos nuevos espacios de trabajo, porque el ecumenismo bien entendido es precisamente eso. Jesús nos llama a una misión hacia los necesitados, un peregrinaje que no puede ser individual, de cada Iglesia particular. Debemos encontrarnos y caminar juntos en todos esos puntos», insiste.
¿No será una mirada demasiado optimista? Francisco no es el primer Papa en transitar los senderos de la unidad. Son décadas de acercamiento y aún permanecen obstáculos. ¿No será un caminar en círculos? A esta inquietud, Figueroa replica convencido: «La íntima percepción de Francisco es que, por encima de todas las cosas, es el Espíritu Santo el que marca el camino». Incluso reconoce que, quizás, en algún momento se haya caminado en círculos. «Como en los primeros años del desierto de Moisés», compara. Aún así, los acuerdos, los gestos, las agendas, los protocolos y los fuera de protocolo, «Él los guía».
Por eso, constata: «La convicción de Francisco es que se trata de la voluntad de Jesucristo, Señor de la unidad, que quiere una unión en espíritu, en verdad, en caridad y visible. Si no, todo esto no tendría sentido. Es la esperanza en el caminar, en los logros y hasta donde se llegue en este tiempo, porque el kairos de Dios es mucho más grande que el cronos de nuestras historias personales, incluso la del Papa. Lo que nos mueve es esa esperanza: que el Señor Jesús está delante, dentro, atrás, en medio de todo esto».
Andrés Beltramo Álvarez (Ciudad del Vaticano)
Imagen: Un momento de la oración ecuménica en la catedral luterana de Lund,
el 31 de octubre de 2016.
(Foto: AFP Photo/Andrew Medichini)