Audiencia del Papa a los delegados del Foro de las Asociaciones familiares: «Quien ha reducido Amoris laetitia a una casuística del “se puede, no se puede” no ha entendido nada». En las parejas hay tiempos de crisis e infidelidad, «sean pacientes y perdonen»
El dolor por el aborto selectivo, práctica comparable a la de los «nazis» que mataban a inocentes para defender la pureza de la raza; el estupor por las diferentes definiciones de “familia” en la actualidad, mientras «la familia a imagen de Dios es una sola, entre hombre y mujer»; la tristeza por las condiciones sociales y económicas que impiden que los padres pasen tiempo con los hijos y vivan el matrimonio como una lotería: puede ir bien o mal, y, en este caso, se cambia.
Con franqueza y realismo, el Papa Francisco compartió una profunda reflexión sobre la familia, con sus claroscuros, durante la audiencia de hoy por la mañana a los miembros del Foro de las Asociaciones Familiares. El organismo, guiado por Gigi De Palo, engloba a más de 500 asociaciones (una «familia de familias», la definió Francisco) y festeja este año su 25 aniversario.
El Pontífice habló con los delegados del Foro dejando a un lado el discurso que había preparado porque, explicó, «me parece un poco frío». Afrontó cuestiones espinosas como la del aborto de los niños enfermos, tema al que dedicó críticas durísimas, comparándolo con las prácticas que se usaban en Esparta o, incluso, en la Europa nazi. «He escuchado que está de moda o, por lo menos es normal, que cuando durante los primeros meses de embarazo se hacen análisis para ver si el niño no está bien o viene con algo, lo primero que se ofrece es: “nos deshacemos de él”. El homicidio de los niños… para resolver la vida tranquila se mata a un inocente», afirmó Bergoglio. «Cuando era un muchacho, la maestra de historia nos hablaba de los peñascos, para arrojarlos, para salvaguardar la pureza de los niños. Una atrocidad, pero nosotros hacemos lo mismo».
Y sin ir demasiado lejos en el tiempo: «En el siglo pasado todo el mundo se escandalizó por lo que hacían los nazis. Hoy hacemos lo mismo, pero con guante blanco», denunció el Pontífice. «¿Por qué –preguntó alzando la voz– no se ven enanos por las calles? Porque el protocolo de muchos médicos dice: “Viene mal, deshagámonos de él”».
Es doloroso constatarlo, pero hoy funciona así. También «doloroso», según el Papa es que «hoy se habla de familias diversificadas, de diferentes tipos de familia. Sí, es verdad que “familia” es una palabra análoga, también se dice “la familia de las estrellas”, la “familia de los árboles”, “la familia de los animales”… Pero la familia a imagen de Dios es una sola, entre hombre y mujer… El matrimonio es un sacramento grande».
Es la visión que el mismo Bergoglio ha tratado de infundir en su exhortación apostólica Amoris Laetitia. Lástima que «algunos hayan reducido la Amoris laetitia a una estéril casuística del “se puede, no se puede”», dijo, refiriéndose claramente a las infinitas polémicas y dudas que han acompañado su publicación, sobre todo por la presunta apertura a los sacramentos para los divorciados que se han vuelto a casar. «No han entendido nada», afirmó Francisco; en la exhortación «no se ocultan los problemas», sino que se va mucho más allá de la casuística. Basta leer el cuarto capítulo que «es el núcleo» del documento, que «habla de la espiritualidad de cada día».
Por ejemplo, en la Amoris laetitia se insiste mucho en la ayuda a los novios en la preparación al matrimonio. «La familia es una aventura bella y hoy, lo digo con dolor, vemos que muchas veces se piensa en comenzar una familia, hacer un matrimonio, como si fuera una lotería. “Vamos, si va, va, si no va, borramos la cosa y empezamos otra”», anotó el Papa. Y contó, al respecto, una anécdota personal: «En Buenos Aires una señora me dijo: “Ustedes los curas son listos: para volverse curas estudian 8 años y luego, si después de algunos años la cosa no funciona, mandan una buena carta a Roma que les da el permiso de dejarlo y casarse. A nosotros nos dan un sacramento para toda la vida, con unas 3 o 4 conferencias de preparación. Esto no es justo”».
Desgraciadamente, muchas veces hay demasiada «superficialidad» en relación con el «don más grande que Dios ha dado a la humanidad: la familia, ícono de Dios», subrayó el Pontífice. Es un don, aunque la pareja en cuestión sea atea: «Puede darse que un hombre y una mujer no sean creyentes, pero si se aman y se unen en matrimonio son imagen y semejanza de Dios, aunque no crean… Es un misterio», dijo el Papa.
De cualquier manera, añadió, sirve «un catecumentato para el matrimonio»; «se necesitan hombres y mujeres que ayuden a madurar». Empezando por las cosas pequeñas, como, por ejemplo, la preparación de la fiesta de las nupcias. Y afirmó: «lo importante es amarse y recibir el sacramento, y después hagan las fiestas que quieran», pero no funciona cuando «lo secundario sustituye a lo importante».
Una válida preparación de las parejas jóvenes, además, es importante «también para la sucesiva educación de los hijos». Otro buen desafío: «No es fácil educarlos, son más listos que nosotros en el mundo virtual, saben más que nosotros… ¡Educar al sacrifico de la vida familiar no es fácil!». Sobre todo es difícil hacerlo en este tiempo de crisis, económica y social, que parece impedirle a muchos padres que «pierdan tiempo» con los hijos. «Para ganar hoy hay que tener dos trabajos. La familia no es tomada en consideración», observó Francisco, animando, una vez más, a no vivir bajo esta «cruz» y «esclavitud» del trabajo y de sus horarios excesivos, sino a privilegiar el tiempo que hay que pasar con los niños. «Jueguen con los hijos, no les digan que no molesten», exhortó el Pontífice.
«Los hijos son el don más grande», insistió. Siempre, incluso cuando «están enfermos»: «los hijos que se reciben como vengan, como Dios los mande». Pero también hay parejas que no los quieren: «Una vez me encontré con unos que se habían casado diez años antes, sin hijos. Es muy delicado, porque los hijos se quieren, pero a veces no llegan. En cambio supe que ellos no querían hijos. Pero esta gente tenía en la casa tres perros y dos gatos», contó Francisco.
En su reflexión dedicó también un poco de tiempo a la traición: «Una cosa que en la vida matrimonial ayuda mucho es la paciencia, saber esperar», porque «hay en la vida situaciones de crisis fuertes, feas, en las que también llegan tiempos de infidelidad». Además de la paciencia sirve mucho «el perdón»: «muchas mujeres (pero también a veces lo hace el hombre), en el silencio han esperado, viendo hacia otro lado, esperando que el marido volviera a la fidelidad». Esta es «la santidad que perdona todo porque ama», subrayó Francisco.
Y contó otra anécdota personal: «A mí me gusta saludar en las audiencias a las parejas que celebran su aniversario de matrimonio. Una vez había una pareja que cumplía 60 años. Hace tiempo se casaban jóvenes. Me encuentro a esta pareja y le pregunto si tiene el mismo amor. Y se miraron y tenían los ojos llenos de lágrimas. No se me olvida nunca. A veces una familia que crece no es un amor de novela, sino un verdadero amor. Estar enamorados toda la vida, con tantos problemas que hay».
«Otra cosa que pregunto en los aniversarios: ¿quién de ustedes ha tenido más paciencia? La respuesta es: los dos. A los jóvenes esposos, la pregunta es siempre: ¿se han peleado? Es importante no acabar el día sin hacer la paz. La guerra fría del día siguiente es muy peligrosa. La vida de familia es un sacrificio –concluyó el Papa–, un buen sacrificio».
Salvatore Cernuzio.
Ciudad del Vaticano
(Vatican Insider)