Jules Rimet, un católico francés convencido de las posibilidades del deporte rey para hermanar a los pueblos, fue presidente de la FIFA durante 33 años y fundó en 1930 el mundial de fútbol como oportunidad para la cohesión y la paz
Dicen que Jules Rimet fue testigo de uno de aquellos partidos de fútbol entre alemanes y británicos que se dieron durante la Navidad de 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial, lo que se llamó la Tregua de Navidad, y que eso le marcó para siempre. De aquellos partidos entre barro, lluvia y exclamaciones en distintos idiomas, en un terreno de juego más acostumbrado a las balas y los cuerpos inertes que a los balones y los gritos de gol, este francés se enamoró del fútbol y vio en este deporte una oportunidad para la cohesión y la paz. De aquellos partidos improvisados sacó una lección que trató de aplicar en los 33 años que presidió la FIFA.
Nacido el 24 de octubre de 1873 en Theuley-les-Lavoncourt, al noreste de Francia, Jules Rimet vio la luz en una familia de profunda fe católica, una fe que se mantuvo cuando por razones económicas el clan tuvo que emigrar a París años después. Allí, en la capital francesa, el joven Jules entró en el Círculo de Obreros Católicos, donde se consolidó su creencia en la unión de todos los estratos sociales alrededor de un interés común. Gran aficionado al fútbol, empezó a considerar el deporte como un vehículo imprescindible para vencer las separaciones y enfrentamientos entre las diferentes clases sociales, y así creó en 1896 el Red Star, un club de fútbol que todavía existe y que utilizó para su objetivo de aglutinar a las personas en torno a un elemento común.
Esta clara conciencia social llevó a Rimet a polemizar con uno de los grandes iconos del deporte de todos los tiempos, el barón Pierre de Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos. Mientras este defendía a capa y espada el deporte amateur, Rimet abogaba por el profesionalismo como único medio de promoción de los deportistas procedentes de los estratos más desfavorecidos.
Nominado al Nobel de la Paz
Rimet participó en la fundación de la Copa de Francia –que su Red Star llegaría a ganar en cuatro ocasiones–, el torneo que dio origen a la que después sería la Liga Francesa de Fútbol, de la que Rimet fue su presidente. Después de la Primera Guerra Mundial, en marzo de 1921, fue elegido presidente de la Federación Internacional de Federaciones de Fútbol (FIFA), en un momento en que la asociación estaba devastada por divisiones internas a consecuencia del conflicto bélico. Sin embargo, Rimet se lanzó a la organización del primer torneo internacional de selecciones nacionales, lo que conseguiría en 1930 en Uruguay. Acudieron 13 equipos, cuatro de ellos europeos, algo nada fácil porque la única manera de llegar hasta allí en esos años era en barco.
Durante las ediciones siguientes del campeonato, los avatares políticos internacionales amenazaron con empañar el éxito de su empresa. En 1934 los italianos organizaron el torneo y se presentaron al inicio de cada partido con el brazo en alto, por lo que se acusó a Rimet de dejar politizar su iniciativa por el régimen de Mussolini. Cuatro años más tarde, en 1938, en Francia, al presidente de la FIFA se le echó en cara que dejara participar a una Alemania que acababa de anexionarse Austria. Pero el francés no cejó en su empeño de lograr la unión de los pueblos a través del fútbol. El campeonato solo se suspendió durante la Segunda Guerra Mundial. En 1950 logró reunir a otros 32 países en torno a un deporte que para entonces se había convertido ya en un fenómeno de masas. Rimet se retiró tras el Mundial de 1954, y fallecería solo dos años después, en 1956, a los 83 años de edad, tras haber sido nominado para recibir el Premio Nobel de la Paz.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Imagen: Escultura que representa la Tregua de Navidad,
en la que un soldado alemán y otro británico estrechan sus manos para jugar al fútbol,
en el exterior de la iglesia de San Lucas, en Liverpool, Inglaterra.
(Foto: REUTERS/Phil Noble)