Mensaje de la II Jornada Mundial de los Pobres
(ZENIT).- El Papa Francisco ha titulado el Mensaje de la II Jornada Mundial de los Pobres “Este pobre gritó y el Señor lo escuchó”, palabras del Salmo 37. “¿Cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?” plantea el Papa en documento.
La presentación del Mensaje ha tenido lugar la mañana del 14 de junio de 2018, en la Santa Sede, a cargo de Mons. Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización y Mons. Graham Bell, Subsecretario del mismo dicasterio.
El Santo Padre firmó simbólicamente el Mensaje para la II Jornada Mundial de los Pobres –que se celebrará el domingo, 18 de noviembre de 2018– el día 13 de junio de 2018, fiesta de San Antonio de Padua, patrono de los pobres.
Pobreza del hombre moderno
Mons. Rino Fisichella ha aclarado que el Papa Francisco se dirige con este Mensaje “a todos los fieles, de forma individual, a través de las parroquias y grupos de voluntarios, para que dirijan todavía más la mirada hacia los pobres, para escuchar su grito, a menudo silencioso, pero expresado con una mirada elocuente, y para reconocer sus necesidades”.
Así, el Pontífice invita a “no olvidar” que la pobreza social sobre la que esta Jornada quiere llamar la atención es solo “una de las muchas formas de pobreza que sufre el hombre moderno”. “El pobre al que se tiende simbólicamente de la mano” –como recuerda el logotipo de la Jornada Mundial de los Pobres– “representa a toda la humanidad”, que en la experiencia cotidiana sabe que “necesita el abrazo de Dios”, ha indicado el Presidente del Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.
“Gritar”
El contenido del mensaje se desarrolla alrededor de tres verbos: “gritar”, “responder” y “liberar”. Para cada uno de estos tres, el Papa Francisco elabora una breve síntesis existencial que nos llama a reflexionar.
Francisco se pregunta en primer lugar -ha señalado Mons. Rino Fisichella– “¿cómo es que este grito, que sube hasta la presencia de Dios, no alcanza a llegar a nuestros oídos, dejándonos indiferentes e impasibles?”.
A lo que responde positivamente afirmando que: “El silencio de la escucha es lo que necesitamos para poder reconocer su voz. Si somos nosotros los que hablamos mucho, no lograremos escucharlos. A menudo me temo que tantas iniciativas, aunque de suyo meritorias y necesarias, estén dirigidas más a complacernos a nosotros mismos que a acoger el clamor del pobre. En tal caso, cuando los pobres hacen sentir su voz, la reacción no es coherente, no es capaz de sintonizar con su condición. Se está tan atrapado en una cultura que obliga a mirarse al espejo y a cuidarse en exceso, que se piensa que un gesto de altruismo bastaría para quedar satisfechos, sin tener que comprometerse directamente…”.
“Responder”
El segundo verbo es “responder” asegura el Papa en el Mensaje: “El Señor, dice el salmista, no sólo escucha el grito del pobre, sino que responde”.
La respuesta de Dios al pobre es siempre una intervención de salvación para curar las heridas del alma y del cuerpo, para restituir justicia y para ayudar a retomar la vida con dignidad. La respuesta de Dios es también una invitación a que todo el que cree en Él obre de la misma manera dentro de los límites de lo humano.
La Jornada Mundial de los Pobres pretende ser una “pequeña respuesta que la Iglesia entera, extendida por el mundo, dirige a los pobres de todo tipo” y de toda región para que no piensen que su grito se ha perdido en el vacío.
“Atención amante”
Probablemente es como una gota de agua en el desierto de la pobreza; y sin embargo puede ser un “signo de compartir” para cuantos pasan necesidad, que hace sentir la presencia activa de un hermano o una hermana.
Los pobres no necesitan un acto de delegación –advierte el Papa– sino del “compromiso personal de aquellos que escuchan su clamor”. La solicitud de los creyentes “no puede limitarse a una forma de asistencia” – que es necesaria y providencial en un primer momento –, sino que exige esa «atención amante» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 199) que honra al otro como persona y busca su bien.
“Liberar”
El Papa Francisco describe que la acción liberadora del Señor: “Es un acto salvación para quienes le han manifestado su propia tristeza y angustia. Las cadenas de la pobreza se rompen gracias a la potencia de la intervención de Dios”.
Ofrecer al pobre un “lugar espacioso” equivale a liberarlo de la “red del cazador” (cf. Sal 91, 3), a alejarlo de la trampa tendida en su camino, para que pueda caminar expedito y mirar la vida con ojos serenos, puntualiza el Santo Padre.
La salvación de Dios “toma la forma de una mano tendida” hacia el pobre, que ofrece acogida, protege y hace posible “experimentar la amistad de la cual se tiene necesidad” –expresa Francisco–. Es a partir de esta cercanía, concreta y tangible, que comienza un genuino itinerario de liberación: «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 187).
I Jornada Mundial de los Pobres, 18 de noviembre de 2017 © Vatican Media
Rosa Die Alcolea