El ciclo artúrico y las leyendas del Santo Grial constituyen todo un hito en la literatura universal. Menos conocida resulta su vinculación con el Santo Cáliz de Valencia y con lugares muy concretos de Aragón
Cuenta la tradición cristiana que san Pedro llevó consigo a Roma la copa que utilizó Jesús para instituir la Eucaristía. Cuando se desató la persecución de Valeriano en el año 258, el diácono del Papa Sixto II, el español san Lorenzo, envió el cáliz a su familia para protegerlo. Así llegó a Huesca. Durante la invasión musulmana, fue escondido en diversos lugares de los Pirineos, hasta terminar en el monasterio de San Juan de la Peña. Con la Reconquista pasó a Zaragoza, y en 1424 llegó a Valencia, donde es venerado como el Santo Cáliz.
«Desde el punto de vista arqueológico, la parte superior del Santo Cáliz pudo perfectamente haber sido la copa que utilizó Jesús», afirma Jorge Manuel Rodríguez Almenar, presidente del Centro Español de Sindonología (CES). El pie y las asas se añadieron con posterioridad. Hay –añade– diversos indicios históricos, escriturísticos y litúrgicos que hacen creíble el relato de su traslado de Jerusalén a España. «Y lo que es seguro es que ya en el siglo XI el cáliz custodiado en San Juan de la Peña se consideraba la copa auténtica de la Última Cena, y que su presencia en esa zona es el origen de las leyendas del Santo Grial», surgidas en el marco del Camino de Santiago.
El Santo Cáliz de Valencia. (Foto: AVAN)
Las versiones más conocidas (la francesa de Chretien de Troyes, la inglesa de Robert de Boron y la alemana de Wofram de Eschenbach) surgen entre finales del siglo XII y principios del XIII; décadas después del primer documento escrito que, en 1134, mencionaba la presencia de la copa en el monasterio oscense. La reliquia no es, por tanto, una invención a raíz de las leyendas, ni estas son meramente simbólicas o esotéricas. Al contrario: hacen referencia a un objeto existente, sobre el cual dan suficientes pistas.
«En un momento dado –explica Rodríguez Almenar–, en el entorno de la Corona de Aragón se empieza a hablar de que el cáliz de Jesús está allí. De este hecho surgen los relatos sobre su búsqueda», insertados en la saga del rey Arturo y la Tabla Redonda. Estas leyendas, hitos de la literatura universal, tienen un claro sentido cristiano. Sobre todo el relato de Wofram, que inspiró el Parsifal de Richard Wagner. Por ejemplo, cuando su protagonista llega a donde está escondido el Grial, «encuentra celebrando la Eucaristía a un hombre con los estigmas de Jesús». Se cuenta, además, que cada viernes una paloma renueva el poder de la copa para conceder la vida eterna.
Sir Galahad, sir Bors y sir Parsifal beben del Santo Grial, de Dante Gabriel Rossetti (1864). (Foto: Art Today)
Los reyes y las reliquias
La cosmovisión cristiana de la Edad Media nos llega también a través de la relación entre el Santo Cáliz y la corona, tanto en el plano real como en el ficticio. «Para los monarcas cristianos –afirma Rodríguez Almenar sobre el primer aspecto–, tener reliquias subrayaba su relación con Dios, que es la que legitimaba la monarquía». Así, la presencia del Santo Cáliz en San Juan de la Peña justificaría que los reyes de Aragón dieran a este lugar una importancia que no corresponde con su reducido tamaño y difícil acceso, y que lo eligieran como panteón. Es posible, además, que las leyendas sobre el Santo Grial tuvieran como fin presumir de esta preciada posesión.
Sin embargo, los relatos ofrecen otro enfoque sobre la relación entre religión y política: «La Tabla Redonda representa el intento de construir un reino ideal», continúa el presidente del CES. Una utopía que cae por tierra por la infidelidad de la reina Ginebra con sir Lanzarote, el preferido del rey. «Cuando esa empresa humana ha fracasado, los caballeros tienen una especie de teofanía que les invita a buscar el Cáliz de la Última Cena. Es decir, a volver a los valores cristianos, a Cristo y a la Iglesia», para fundar en ellos la construcción de su reino.
María Martínez López
Imagen: Monasterio viejo de San Juan de la Peña (Huesca).
(Foto: Canduela)
Escultura de Alfonso I el Batallador en Zaragoza. (Foto: Juanedc)
Leyendas y realidad
- Algunos lugares donde se cree que estuvo el Santo Cáliz encajan con los relatos del Santo Grial. Es el caso de la cueva de Yebra, escondida tras una cascada. El investigador alemán Michael Hesseman ha vinculado el legendario Montsalvat con el monte del Salvador, bajo el cual está San Juan de la Peña.
- Anfortas, el rey que custodia el Santo Grial, significa Alfonso en lengua occitana, hablado en el sur de Francia. Bien puede ser Alfonso I el Batallador, que iba cada Viernes Santo al monasterio oscense.
- Cuando los relatos hablan de «grial», toman del español una palabra que significaba (y en algunos lugares aún lo hace) un vaso para vino.
- Según las leyendas, el Grial tiene en su pie una inscripción que se puede leer al derecho y al revés. Dicha inscripción existe en el Santo Cáliz. Gabriel Songel, catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia, ha descubierto que está diseñada para leerse en un espejo, de izquierda a derecha y viceversa. Según el sentido de la lectura, transmite en hebreo y árabe las mismas palabras: «Jesús Dios».
La copa que Jesús no bebió
Jorge Manuel Rodríguez Almenar, presidente del Centro Español de Sindonología, participó en la jornada El Santo Grial. Sentido y significado del Cáliz de la Última Cena, organizada por la Universidad Eclesiástica San Dámaso. Su intervención abundó en el significado profundo de que el cáliz que usó Jesús para instituir la Eucaristía en la Última Cena sea la copa de bendición de la Pascua judía.
Esta copa es la tercera del ritual. Se utiliza, después de comer, para bendecir a Dios «por los bienes recibidos. Así que es más bien una acción de gracias»… o eucaristía.
Después de esta copa y de cantar el Halel (salmos 114 al 118), la celebración pascual concluía bebiendo una cuarta copa. El escritor y apologeta estadounidense Scott Hahn explica sin embargo que, curiosamente, algunos detalles de los Evangelios indican que Jesús no llegó a beber esta cuarta copa. Según Mateo, después de cantar los salmos Él y los apóstoles salieron hacia el huerto de los Olivos. Allí pidió que pasara de Él «este cáliz». Cuando en la cruz probó el vinagre y afirmó «todo está consumado» –apunta Hahn– se puede entender que ha bebido la cuarta copa, consumando así la Pascua que comenzó en la Cena.
Para Rodríguez Almenar, esta interpretación subraya «la unidad de todo lo que ocurre, desde la Eucaristía hasta la muerte en la cruz; algo que la Iglesia ha afirmado siempre, pero que mucha gente hoy no entiende. Por eso el Santo Cáliz es tan importante: es el signo de la nueva alianza».