«60.000 personas mueren cada año con un sufrimiento evitable con cuidados paliativos», resalta la principal organización médica en España
La presentación de un libro de Pablo Requena, representante del Vaticano en la Asociación Médica Mundial, se convirtió el 8 de mayo en un alegato de la profesión médica en contra de la legalización de la eutanasia.
Serafín Romero, presidente de la Organización Médica Colegial, que acogió el acto, se pronunció en muy duros términos contra la legalización de la eutanasia, a la que calificó de una práctica que va «totalmente en contra» de la labor del médico. Y aseguró que, si una parte de la sociedad es partidaria de su legalización, esto se debe a que España, a día de hoy, carece de un servicio adecuado de servicios paliativos.
Marcos Gómez Sancho, coordinador del Observatorio de Atención al Final de la Vida de la OMC, abundó en esta línea calificando de «indecente» que se legisle sobre la eutanasia cuando «hay 60.000 personas que mueren cada año con un sufrimiento evitable con cuidados paliativos».
La aprobación de la eutanasia –añadió– nos aboca a «la crisis más grave de la historia de la medicina milenaria, una lacra horrorosa en la profesión», al convertir a los médicos en gestores de la muerte. Por ello animó a frenar la aprobación de esta ley «por todos los medios».
Posibles motivaciones económicas
«Esto es un chantaje moral a los más débiles de la sociedad. Es una irresponsabilidad querer ahora legislar la eutanasia cuando hay una insuficiente asistencia médica y académica en los cuidados al final de la vida», apostilló el director de la Cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza, Rogelio Altisent.
El presidente de la Comisión Central de Deontología de la OMC, Juan José Rodríguez Sendín, advirtió, por su parte, de que el debate sobre la eutanasia suele centrarse en casos «muy raros» que, si se generalizaran y tomaran como norma, perjudicarían a la inmensa mayoría de los pacientes. «Nadie quiere morir si tiene unas condiciones dignas para poder vivir», argumentó.
Rodríguez Sendín apuntó además a posibles motivaciones económicas tras este debate, ya que «el 75 % del gasto sanitario se lo llevan los últimos cinco años de vida de la gente».
Al mismo tiempo, sin embargo, «en las últimas décadas se ha alargado la vida, los progresos de la medicina han sido extraordinarios, pero también se ha alargado el tiempo de agonía porque un buen número de las medidas que se adoptan solo consiguen alargar penosamente la vida de los pacientes y, a veces, incrementar sus padecimientos».
Rogelio Altisent, Juan José Rodríguez Sendín, Palblo Requena, Serafín Romero y Marcos Gómez Sancho.
No al encarnizamiento terapéutico
Para Pablo Requena no basta con decir no a la eutanasia. Cada petición de muerte es «una llamada, un signo de alarma de que hay algo que no se está consiguiendo afrontar de un modo adecuado». Su libro, «Doctor, no haga todo lo posible», es un alegato contra el encarnizamiento terapéutico
Ese encarnizamiento terapéutico, recordó el doctor Gómez Sancho, es una mala praxis médica a la que se opone el artículo 36.2 del Código Deontológico, que afirma que «el médico no deberá emprender o continuar acciones diagnósticas o terapéuticas sin esperanza de beneficios para el enfermo, inútiles u obstinadas». Además, el facultativo «ha de tener en cuenta la voluntad explícita del paciente a rechazar dicho tratamiento para prolongar su vida».
Uno de los mayores problemas al final de la vida es la ausencia de una comunicación adecuada con el paciente porque «el médico tiene miedo a hablar de la muerte y lo toma como un fracaso profesional», añadió Gómez Sancho. Caso extremo son los litigios judiciales. «Si el juez tiene que entrar a pronunciarse sobre una decisión clínica sobre la que el facultativo y el paciente no han logrado ponerse de acuerdo es que algo no se ha hecho bien».