Realmente el tema que se trata aquí no es la «muerte digna» que eso ya está regulado con los Cuidados Paliativos y lo que faltan son más medios y recursos para que sea equitativa la calidad de esos servicios en toda España.
Cada año mueren en España 120.000 personas que precisan cuidados paliativos avanzados. Sólo la mitad los recibe. Esto significa que alrededor de 60.000 personas mueren cada año en nuestro país con un sufrimiento intenso, innecesario y perfectamente evitable si dispusieran de suficientes recursos para dichos cuidados paliativos.
Dr. Rogelio Altisent, director de la Cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza, «Uno de los grandes problemas de la sociedad es la soledad y si los políticos elaborasen una ley sobre la eutanasia, supondría un chantaje moral a estas personas».
El problema radica en la pérdida del valor de la vida humana. Ya no se considera «digna» una vida en la que suponga una «carga» para la familia, o dificultades, o sufrimiento. La vida humana es digna en sí misma, la dignidad no se mide «de primera» o «de segunda».
El problema no es la muerte que con los avances de la medicina, la sedación terminal, está muy lograda. El problema es «consentir» una vida que algunos consideran «indigna». ¿Es indigno tener síndrome de DOWN?, o siringomielia, o parálisis cerebral, o ELA, o labio leporino? Por menores defectos se ha acabado con cientos de vidas de seres humanos.
En 1920, un psiquiatra (Alfred Hoche), y un jurista (Karl Binding) escribieron una obra conjunta («Licencia para el aniquilamiento de la vida indigna de vivir») que fue decisiva para las acciones de exterminio de seres humanos del nazismo.
Como de una selección de raza aria se tratase, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en una versión rancia y progre del nazismo. Hablamos de derechos humanos pero acabamos con la vida de más de 200.000 niños abortados cada año.
Tenemos un magnífico PLAN NACIONAL DE CUIDADOS PALIATIVOS que debe ser implementado y dotado de los recursos necesarios para cada región y momento, y sin embargo dejamos morir de hambre y sed a nuestros propios hijos. ¿En que se diferencia eso de los campos de exterminio? ¿En que lo hacemos en una aséptica habitación de hospital? ¿Que en vez de verdugos lo hagan médicos?
La profesión médica tiene como vocación la de salvar la vida a sus pacientes, como la de un bombero apagar fuegos. A nadie en su sano juicio se le ocurriría sacar una ley para que algunos bomberos pudiesen incendiar según qué casos. Ya no serían bomberos, serían pirómanos e irían a la cárcel. ¿Por que se nos ocurre la horrible idea de que un médico pueda acabar con la vida de un paciente? ¿Qué diría de ese médico? ¿Y de esa enferma sociedad que lo permite o incluso lo impone? Si quieren verdugos que los contraten, pero que nos dejen en paz. El valor de la vida humana no puede depender de las apetencias de cada uno, de circunstancias externas o de la decisión de otros. El valor de la vida humana es intrínseco en sí mismo y nadie puede quitarla, ni siquiera uno mismo. Por eso ayudamos a los suicidas, porque nadie toma esa decisión racionalmente.
Las enfermedades progresivas degenerativas son todo un reto para todo el equipo sanitario y la familia, porque el soporte no sólo físico, sino psicológico debe ser extraordinario. Ello no quita que en una fase terminal, en la que ya se ha hecho todo lo humanamente posible, se decida realizar una sedación paliativa terminal, para que los últimos momentos de su vida sean sin dolor. Eso no es preciso legislarlo porque es la práctica médica habitual. Algo muy distinto es la sedación y eliminación de soporte vital básico en una fase avanzada pero no terminal.
Yo no sólo soy médico, soy padre y es indescriptible el dolor y sufrimiento de un padre al ver a su hijo enfermo y sufriendo, pero sí con todos los avances en medicina, lo único que podemos ofrecerle a esos padres es la «desconexión» de sus hijos… más vale que colguemos la bata, pues esos conceptos ya los tendríamos que tener aprendidos desde los médicos hipocráticos en el 500 aC: «No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a nadie cosa semejante; me abstendré de aplicar a las mujeres pesarios abortivos».
«Primum non noscere» Hipócrates de Cos (460-377A.C.)
La eutanasia tiene como fin la muerte del paciente. Los cuidados paliativos se basan en una “vida digna hasta el momento de su muerte”, en el que el paciente junto con su familia, se acercan de la mano del médico a su muerte natural con el mínimo dolor y sufrimiento posibles para todos, el paciente, la familia y por qué no para el médico. El médico nunca puede ir contra la vida de un paciente, por mucho que unos u otros lo demanden, es la base, los principios de nuestra profesión, sin los que el resto se desmoronaría. Los pacientes se deben sentir seguros y acompañados en manos de un médico, no temerle como un verdugo.
La finalidad de un médico es la de: Curar, si no se puede: Aliviar, y si no puede: Consolar.
La decisión no puede estar en manos de políticos sino de los médicos, y si los médicos votasen entre Eutanasia y Cuidados Paliativos la decisión sería clara.
Se debería ayudar desde el estado a fomentar la sociedad avanzada del siglo XXI y las unidades paliativas pedíatricas y unidades de adulto donde no hay, que varios compañeros llevan años luchando para que salgan adelante, en vez de empeñarnos tanto en exigir la eutanasia.
Creo que el verdadero fracaso de un médico, es tener que admitir la eutanasia como solución alternativa al alivio de síntomas, al acompañamiento terapéutico y a la comunicación y el consuelo. Económicamente sin duda la Eutanasia es mucho más ventajosa, pero ¿vamos a centrarnos en el punto de vista monetario?
“El sufrimiento se combate con amor”. El dolor con medicación. Dr. Poveda autor del libro «El Buen Adiós“.
Enrique Jaureguizar Cervera (Médico)
(Foto: Fuente Getty Images)