Cáritas Internacional se suma a una campaña del Movimiento Católico Mundial por el Clima que promueve desinversiones en compañías petrolíferas, de gas natural y carbón. Participan hasta ahora 90 diócesis y organizaciones católicas, ninguna de ellas española
A la vez que trabajan por el desarrollo de comunidades en todo el mundo, muchas diócesis, congregaciones religiosas y organizaciones católicas tienen su dinero invertido –lo sepan o no– en compañías altamente contaminantes. En negocios que son en gran medida responsables de que 21,5 millones de personas (las cifras son de Acnur) se hayan convertido en «refugiados medioambientales». El Movimiento Católico Mundial por el Clima (MCMC), que engloba a 650 organizaciones de todo el mundo, ha puesto el foco en la industria de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), animando a retirar las inversiones en estas compañías. Llueve sobre mojado; antes de que se hablara del cambio climático, el buen nombre del sector estaba ya empañado por las complicidades de importantes compañías energéticas en diversos conflictos bélicos.
Sobran los motivos para no financiar a estas empresas, a juicio del MCMC, que el 22 de mayo, Día de la Tierra, presentó los resultados de su cuarta campaña de desinversiones. No hay cifras concretas, pero «estamos hablando de mucho dinero, miles de millones», afirma Gabriel López Santamaría, el coordinador de la organización en España.
Entre las 35 organizaciones que se han sumado esta vez, figuran Cáritas Internacional, que ha animado a las 160 Cáritas nacionales a seguir su ejemplo, y la archidiócesis de Luxemburgo, a cuyo frente está el recién elegido presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Comunidad Europea (COMECE) y responsable europeo de Justicia y Paz, Jean-Claude Hollerich. «La desinversión es una forma importante para que la Iglesia muestre liderazgo en el contexto del cambio climático», ha dicho, mientras que el cardenal Tagle, arzobispo de Manila y responsable de la red mundial de Cáritas, ha subrayado que «los pobres sufren fuertemente los impactos de la crisis climática y los combustibles fósiles son uno de los principales causantes de esta injusticia». Con argumentos similares anuncian su adhesión a tres bancos católicos alemanes que suman unos 7.500 millones en activos financieros.
Otras 60 organizaciones habían secundado los tres anteriores llamamientos del Movimiento Católico Mundial por el Clima, entre ellas la Conferencia Episcopal de Bélgica, varias diócesis italianas y distintas provincias de la Compañía de Jesús. Por el momento, ninguna organización o congregación en España se ha sumado a la petición del MCMC, que ofrece unas pautas para completar en un máximo de cinco años una desinversión total o parcial en combustibles fósiles. Una de las razones es «la existencia de grandes compañías energéticas en nuestro país», lo que impide plantear este tema sin pisar callos. Pero además «estamos todavía muy verdes en sensibilidad ecológica», reconoce López Santamaría.
Ha habido, sin embargo, avances en los últimos años. A raíz de la encíclica Laudato si –destaca–, las principales organizaciones católicas en el ámbito social promueven juntas un cambio de mentalidad a través de la Red Enlázate por la Justicia (Cáritas, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y Redes) y en el Grupo de Trabajo sobre Ecología Integral que se ha puesto en marcha en la Conferencia Episcopal. Pero a pie de calle, «entre los católicos todavía hay una conciencia muy extendida de que la ecología es de perroflautas».
Para su labor de concienciación, el Movimiento Católico Mundial por el Clima ha elaborado una Guía de Eco-Parroquias y ofrece formación en las diócesis. «Se hacen algunas cosas, pero insistimos mucho en que haya más pedagogía», dice Gabriel López Santamaría. «Si renovamos la iluminación para no derrochar energía, hagamos una catequesis sobre ello, y así la gente comprenderá los motivos. Si los 1.300 millones de católicos comenzamos a comportarnos de forma un poco más coherente, revertiríamos el cambio climático».
Ricardo Benjumea
Imagen: Refinería en Baiji, Irak.
(Foto: REUTERS/Thaier al-Sudani)
Coherentes para ser creíbles
«Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto». Este es el mensaje de Laudato si con el que se queda el sacerdote indio Christu Dhas, quien desde hace décadas trabaja en el estado de Jharkhand (en el nordeste del país) con las chicas devadasi, pertenecientes a las castas más bajas y obligadas a ejercer la prostitución en nombre de una ancestral tradición.
El religioso, traductor de la encíclica al hindi, acompañó la pasada semana a Manos Unidas en el I Foro de Cambio Sistémico, un encuentro celebrado en Lovaina organizado por CIDSE, red de organizaciones católicas de desarrollo y justicia social, 18 de ellas europeas y una canadiense. Un centenar de participantes debatieron en la ciudad belga sobre qué líneas seguir para que su modelo de intervención contribuya a producir cambios estructurales efectivos para «combatir la actual crisis global», y no solo a «resolver problemas puntuales». Cada una de las 19 organizaciones acudió acompañada de representantes de dos contrapartes en países del sur, una forma de asegurar que en los debates no quedaba reflejada solo la mentalidad de Occidente, sino también la de quienes más sufren las consecuencias de los excesos consumistas en los países ricos.
«Estamos todos de acuerdo en que el enfoque debe ser integral, uniendo la ecología y la justicia social. No puedes llegar a una comunidad y construir una escuela sin afrontar el resto de problemas, cuanto tal vez lo que ocurre es que una empresa minera se ha instalado en esas tierras y la contaminación está obligando a la población a emigrar», resume la portavoz de Manos Unidas Marta Isabel González.
«Pero hay un segundo punto muy importante que todos hemos detectado: debemos ser coherentes, los cambios deben empezar por uno mismo. Si no, es imposible que seamos creíbles», añade. Ahí engloba González la responsabilidad en la inversión de los propios recursos económicos, aclarando que, si bien Manos Unidas no tiene previsto en estos momentos ninguna acción de desinversión en fósiles, la ONG de cooperación al desarrollo de la Iglesia en España opera desde hace tiempo según esos criterios y apoyando iniciativas relacionados con la defensa del medio ambiente.
La propia CIDSE prevé la desinversión en fósiles en su Marco Estratégico 2016-2021, con la idea también de que la conciencia sobre una inversión socialmente responsable vaya propagándose. «A quien trabaja en una organización le animamos a que encuentre a otros que piensen igual y, una vez exista una masa crítica, se dirija a las personas con la capacidad de tomar ese tipo de decisiones», explica una de las representantes de CIDSE en el encuentro de Lovaina. Si los responsables financieros se muestran poco receptivos, se aconseja echar mano de argumentario: «Cada vez vemos con más claridad que las inversiones en industrias contaminantes son arriesgadas». A largo plazo, «las únicas inversiones seguras y sostenibles son las social y ecológicamente responsables», aseguran desde CIDSE.