Los niños nacidos tras una fecundación in vitro y una gestación subrogada tienen el triple de probabilidades de ser prematuros y tener bajo peso. El riesgo de diabetes gestacional y placenta previa se multiplica incluso más, en comparación con los embarazos naturales de las mismas mujeres
No es lo mismo gestar a tu propio hijo, concebido de forma natural, que a un bebé concebido de forma artificial y que será entregado a otras personas después de nacer. Esta afirmación, que parece obvia, ahora cuenta con respaldo científico.
Los niños nacidos tras una fecundación in vitro y una gestación subrogada tienen el triple de probabilidades de ser prematuros y tener bajo peso. El riesgo de diabetes gestacional y placenta previa se multiplica incluso más, en comparación con los embarazos naturales de las mismas mujeres. Así lo afirma un artículo publicado en diciembre en Fertility and Sterility, una de las revistas científicas con más impacto –sexta en un ranking internacional de 50– en el ámbito de la ginecología y la obstetricia.
Los autores, encabezados por Irene Woo, trabajan en California, uno de los paraísos de la gestación subrogada. El estudio se ha realizado con 124 mujeres que fueron gestantes subrogadas entre 1995 y 2010 para dos grandes agencias de este estado, y también en el centro de fertilidad de la Universidad del Sur de California. Todas estas mujeres se sometieron a una fecundación in vitro para luego gestar el embrión y entregarlo.
El equipo de investigadores ha comparado estos embarazos con todos los embarazos previos de las mujeres en los que el fecundación se produjo de forma natural. Estas gestaciones previas funcionaron como grupo de control. En total, se analizaron 494 embarazados, 312 naturales y 182 subrogados.
Un tercio de embarazos gemelares
La primera diferencia entre unos y otros es que, probablemente debido a la práctica de introducir en la mujer más de un embrión, un tercio (32 %) de los embarazos por subrogación fueron gemelares. Esto está asociado a complicaciones como una mayor prematuridad y un menor peso de los bebés al nacer.
Estos datos se excluyeron en el resto del estudio, que se centró en los 352 partos únicos de los cuales estaba disponible toda la información. Aun así, la gestación subrogada sale perdiendo en la comparación.
Las gestaciones subrogadas tuvieron como resultado el triple de complicaciones como parto prematuro (un 10,7 % frente al 3,1 % de los embarazos naturales) o bajo peso al nacer (7,8 % frente al 2,4 %). Los niños fruto de la combinación de FIV y subrogación nacieron como media en la semana 38,8 con 3,436 kilos, frente a los bebés concebidos de forma normal, que nacieron de media en la semana 39,7 con 3,541 kilos.
La prematuridad y el bajo peso al nacer no fueron las únicas complicaciones que se dieron con más frecuencia en los casos de subrogación. Llama la atención, por ejemplo, la prevalencia de diabetes gestacional (6,8 % frente al 1,2 %, más de cinco veces más) y de placenta previa (4,9 % frente al 1,2 %, cuatro veces más). En menor proporción, en las gestaciones subrogadas también se multiplicaron los casos de hipertensión (6,8 % frente al 2,81 %).
Más cesáreas y antibióticos
Por último, el tipo de concepción y de embarazo también influyó en el momento del parto. Las gestantes por subrogación sufrieron más del doble de cesáreas, un 19 % frente al 8,7 % de las demás. Activistas contrarios a la gestación subrogada han denunciado que en muchos casos la cesáreas son la opción preferida para el parto –ignorando las recomendaciones de la OMS– para intentar impedir la formación del vínculo entre la gestante y el bebé.
También fueron más los casos en los que se necesitó aplicar antibióticos durante el parto (6,2 % frente al 0,5 %) o una cesárea de emergencia (3,5 % frente al 2,8 %).
La clave, la epigenética
Los autores del estudio atribuyen estos resultados sobre todo a «la teoría de que los procesos implicados en las técnicas de reproducción asistida podrían tener efectos adversos en el desarrollo del feto. La preocupación sobre este potencial impacto no es nueva», reconocen.
Es más, «las pruebas también sugieren que las técnicas de reproducción asistida tienen un efecto en la epigenética y la expresión de los genes». Aunque la información contenida en los genes no cambia, se ha demostrado que algunos pueden activarse o desactivarse por influencia del entorno. La epigenética es la especialidad que estudia estos mecanismos.
Miriam Al Adib, experta en epigenética del embarazo, ha explicado recientemente en una entrevista a Stop Vientres de Alquiler que al bebé no le afectan solo las condiciones en las que se produce su concepción. Por ejemplo, si una madre no recibe los suficientes nutrientes durante el embarazo, su bebe se adapta con un metabolismo ahorrador que puede hacerlo propenso más adelante a la obesidad.
El estrés programa al bebé
Otro factor que puede influir en el futuro bienestar del bebé es el estrés materno durante el embarazo. Es posible que, por ello, su bebé quede programado para manejar peor estas situaciones, y también tenga otras complicaciones inmunológicas, cardiovasculares o metabólicas.
«Simplemente el hecho de nacer por cesárea –explica Al Adib–, que implica no haber pasado todo el proceso neuroendocrino que conlleva el parto, modifica epigenéticamente más de 350 regiones del ADN [del bebé], incluidos genes relacionados con la respuesta inmunológica y el metabolismo. Esto explicaría por qué hay mayor incidencia de enfermedades como asma, celiaquía, obesidad, diabetes… en las personas nacidas por cesárea». Un daño colateral –añade– que hay veces que hay que asumir para proteger al bebé o la madre de algo peor, que no se debería infligir gratuitamente.
María Martínez López
(Foto: REUTERS/Jorge Silva)