Tras las recientes declaraciones del cardenal chino y antiguo obispo de Hong Kong Joseph Zen ze-kiun, que ha puesto en duda las últimas actuaciones de la Iglesia católica en China en referencia al nombramiento de obispos, el portavoz oficial del Vaticano, Greg Burke, ha lamentado que este tipo de afirmaciones alimenten el desconcierto y la polémica.
«El Papa mantiene un contacto constante con sus colaboradores, en particular con los de la Secretaría de Estado, sobre las cuestiones chinas y es informado por ellos de manera fiel y detallada acerca de la situación de la Iglesia Católica» en el país, ha explicado el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede en un comunicado. Francisco también está al tanto «de los pasos del diálogo en curso entre la Santa Sede y la República Popular China, que su santidad acompaña con especial solicitud».
Por ello, ha concluido Burke, «suscita sorpresa y pesar que se afirme lo contrario por parte de personas de la Iglesia y que se alimenten así confusión y polémicas».
Apertura constructiva al diálogo
Sobre los nombramientos de obispos también se ha expresado el secretario de Estado del Vaticano, que ha señalado que «la Santa Sede conoce y comparte los graves sufrimientos que soportan muchos católicos en China y su generoso testimonio del Evangelio» y ha añadido que en este marco «la cuestión de la elección de los obispos es crucial». Asimismo, «no podemos olvidar que la libertad de la Iglesia y el nombramiento de los obispos siempre han sido temas recurrentes en las relaciones entre la Santa Sede y los Estados», ha agregado.
El cardenal Pietro Parolin ha hecho estas declaraciones en una entrevista con La Stampa, en la que además ha precisado que «la Iglesia en China no pretende sustituir al Estado, sino que desea ofrecer su contribución serena y positiva por el bien de todos» y ha precisado –al igual que Burke– que el Papa Francisco sigue «personalmente» las negociaciones con las Autoridades de la República Popular China y que todos sus colaboradores están «en sintonía con él».
Por otro lado, ha subrayado que no se trata de mantener un conflicto perenne entre principios y estructuras contrapuestas, sino de encontrar soluciones pastorales realistas que permitan a los católicos vivir su fe y proseguir juntos la obra de evangelización en el contexto chino específico. «En China no existen dos Iglesias, sino dos comunidades de fieles que están llamadas a cumplir un camino progresivo de reconciliación hacia la unidad», ha puntualizado.
A su juicio, una vez considerado adecuadamente el punto del nombramiento de los obispos, las dificultades que queden ya no deberían ser tales como para impedir a los católicos chinos vivir en comunión con el Papa. «Esto es lo importante, y lo que tanto se esperaba y deseaba desde san Juan Pablo II y Benedicto XVI», ha remarcado.
Por último, el secretario de Estado se ha dirigido a los católicos chinos para manifestarles que la Iglesia nunca olvidará las pruebas y los sufrimientos pasados y presentes. «Estamos cerca de ustedes, no sólo con la oración, sino también con el compromiso cotidiano de acompañarles y apoyarles en el camino hacia la plena comunión. Por ello, les pedimos que ninguno se aferre al espíritu de contraposición para condenar al hermano o que use el pasado como un pretexto para fomentar nuevos resentimientos y cerrazones», ha subrayado.
Aumento de la represión
El cruce de palabras se ha producido escasa horas antes de que el régimen comunista del país asiático eleve la represión contra los cristianos con una nueva normativa.
A partir de este jueves, entra en vigor en China una versión revisada del Reglamento de Asuntos Religiosos que endurece el control de las autoridades sobre las actividades religiosas y establece nuevas responsabilidades legales y multas.
A pesar de los esfuerzos del Vaticano por acercarse al país, con el que no tiene relaciones diplomáticas oficiales desde 1951, este movimiento de los comunistas es un paso más en el largo camino de represión que afecta a la iglesia clandestina afín a Roma. En los últimos meses, China ha derribado varias iglesias alegando que eran ilegales, ha confiscado cruces y ha obligado a sustituir retratos de Cristo por otros del presidente Xi Jinping.
Aunque oficialmente en China existe libertad de culto, la realidad es bien distinta: «No se puede llamar libertad religiosa, sino persecución religiosa disfrazada de libertad», ha denunciado Brynne Lawrence, de China Aid, organización que desde EEUU coordina una amplia red de activistas y cristianos clandestinos chinos.
«China se asegura de que lo que se predica coincide solo con lo que el Partido Comunista quiere que la gente crea», dice, y asegura que la situación en el país asiático es actualmente «la peor en términos de derechos humanos y libertad religiosa desde los días del presidente Mao».
Más poder para los funcionarios
La nueva normativa sigue prohibiendo a aquellos que no han obtenido el permiso gubernamental a ejercer como «profesionales religiosos», e insiste en que los grupos sin autorización no podrán recibir donaciones o difundir información religiosa en internet, entre otras cosas.
Quien incumpla la ley se enfrentará a sanciones más duras que las actuales, como multas de entre 100.000 y 300.000 yuanes (unos 12.700 y 38.200 euros) por organizar grandes eventos religiosos sin autorización.
Aunque, de momento, solo se especifican las sanciones económicas, los católicos clandestinos se mantienen alerta por el riesgo que existe de ser detenido. «Las nuevas regulaciones otorgan a los funcionarios más poder sobre los ciudadanos religiosos de China, y es probable que lo usen», advierte China Aid, que teme que ahora la represión aumente.
Uno de los jóvenes que acuden habitualmente a estas iglesias «clandestinas» -que pide mantenerse en el anonimato- lamenta que las restricciones sean cada vez «más estrictas». Para sortearlas, los católicos cambian de sitio regularmente para evitar ser detectados por la estricta vigilancia de las autoridades y cada vez celebran Misa en una casa diferente. Con la nueva normativa, los sacerdotes, máximos responsables de estas reuniones clandestinas, corren ahora un mayor riesgo.
A pesar del aumento de la persecución, los católicos esperan que las tensiones entre China y el Vaticano acaben y lleguen pronto a un acuerdo. En los últimos meses se había producido un acercamiento entre ambas partes.
Alfa y Omega/Agencias