Nunca hasta ahora se había producido un gesto de apoyo tan rotundo como el que ha dado este sábado el Papa a la Cruz Roja y la Media Luna Roja, como encarnación del «el samaritano del Evangelio», que «no cuestiona al hombre que yace en el suelo antes de ayudarlo, para saber cuál es su procedencia y su fe, o para entender si ha sido herido justa o injustamente.
El Papa recibió a más de 6.000 miembros de la Cruz Roja italiana en el Aula Pablo VI del Vaticano, acompañados por el recién elegido presidente de la federación nacional de Cruz Roja y Medialuna Roja, Francesco Rocca. Participaron también los responsables de la Media Luna Roja de Siria, Palestina, Irán, y Bangladesh, así como los presidentes de Cruz Roja de Argentina, Venezuela, China, Haití, Antigua y Barbuda y Zimbabue.
Francisco agradeció el «servicio insustituible y precioso» de Cruz Roja, tanto «a través de la labor material y concreta que realizan en tantos países, como por el espíritu con el cual trabajan, que contribuye a difundir una mentalidad nueva, más abierta, más solidaria».
«La acción de ustedes merece aún más la gratitud de cada ciudadano ya que se realiza en las más diversas situaciones, teniendo que lidiar fatigas y peligros de diversa índole», dijo el Papa, destacando la ayuda a las víctimas de terremotos y otros desastres naturales.
«De igual valor es el compromiso que ustedes ponen en el rescate de los migrantes durante su arduo viaje por el mar, y en recibir a aquellos que desembarcan y esperan ser bienvenidos e integrados», añadió. «La mano ustedes les ofrecen y de la que ellos se aferran es una gran señal que debería ser traducida como: “No te ayudo solo en este momento, para sacarte del mar y llevarte a un lugar seguro, sino que te aseguro que estaré contigo y tomaré de corazón la responsabilidad de tu destino”. Por esta razón, su presencia junto a los migrantes es un signo profético, tan necesario para nuestro mundo».
El Papa resaltó de modo particular la aportación del voluntario, «llamado a inclinarse sobre cualquiera se encuentre en necesidad y prestarle su ayuda de manera amorosa y desinteresada», según recuerda la figura evangélica del Buen Samaritano, «una parábola de Jesús cuya riqueza inagotable nos ofrece una luz preciosa sobre las acciones y los valores que recogidos en sus Estatutos»
El primer tratado de Derecho Internacional Humanitario
A continuación se refirió a los dos principios fundamentales que rigen el funcionamiento de la Cruz Roja, fundada en 1863 por el empresario suizo Henry Dunant, impresionado por las miles de muertes que dejó el enfrentamiento 4 años antes en Solferino, al norte de Italia, entre el ejército austriaco con el francés y el piamontés. Dunant llamó a los habitantes de aquella zona para auxiliar indistintamente a los heridos de ambos bandos.
En 1864, se celebró una Conferencia Internacional en Ginebra impulsada por el gobierno suizo con presencia de representantes de 16 países y cuatro instituciones filantrópicas. Doce Estados firmaron el primer Convenio de Ginebra, donde se establecía el compromiso de proteger a los militares heridos en campaña y se aprobó la insignia de la cruz roja sobre un fondo blanco como símbolo protector. Se considera el primer tratado de Derecho Internacional Humanitario.
Tras la I y la II Guerra Mundial, se aprobaron los siete principios básicos de Cruz Roja que siguen vigentes en la actualidad: humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, voluntariado, unidad y universalidad.
Prevenir y aliviar el sufrimiento humano
«Una humanidad –dijo el Papa sobre el primero de esos principios– que conduce a “prevenir y aliviar el sufrimiento humano en todas partes” (Art. 1.3) y en virtud de la cual ustedes se ocupan de los sufrimientos de muchas personas, y que es la misma que impulsa al buen samaritano a inclinarse sobre el hombre herido tendido en el suelo. Él siente compasión y se hace su prójimo: sin compasión, se mantendría a distancia, y el hombre atacado por los ladrones seguiría siendo para él un sujeto sin rostro», añadió Francisco, haciendo alusión a «tantos niños, ancianos, mujeres y hombres cuyos rostros no son reconocidos como únicos e irrepetibles, sino que continúan siendo invisibles, escondidos bajo la sombra de la indiferencia».
En cuanto al segundo principio de los estatutos de Cruz Roja, la imparcialidad, el Obispo de Roma observó que esta se manifiesta en el hecho de «no basar las acciones propias en ninguna distinción de nacionalidad, raza, credo religioso, clase social u opinión política», y de la cual deriva un tercer principio: la neutralidad, que hace que Cruz Roja «no se alinee con ninguna de las partes enfrentadas en los conflictos, o controversias políticas, raciales o religiosas».
De igual modo, «el samaritano del Evangelio actúa de manera imparcial: no cuestiona al hombre que yace en el suelo, antes de ayudarlo, para saber cuál es su procedencia y su fe, o para entender si ha sido herido justa o injustamente. No. El buen samaritano no somete al hombre herido a ningún examen previo, no lo juzga y no subordina su ayuda a las prerrogativas morales, ni siquiera a las religiosas. Simplemente alivia sus heridas y luego lo confía a una posada, encargándose primero de todas sus necesidades materiales, que no pueden posponerse», explicó el Papa, reiterando que detrás de la figura del samaritano «se encuentra la del propio Jesús, que se inclinó sobre la humanidad y sobre cada uno de los que ha querido llamar hermanos, sin hacer distinción, pero ofreciendo su salvación a cada ser humano».
«Los mártires» de la Cruz Roja
Por último, el Papa se refirió a las 190 organizaciones nacionales que conforman la Cruz Roja y la Media Luna Roja como una red para «globalizar» el socorro y promover el «entendimiento mutuo, la amistad, la cooperación y la paz duradera entre los pueblos». La construcción de una comprensión mutua entre las personas y los pueblos y el nacimiento de una paz duradera, dijo, solo pueden basarse en un estilo de cooperación, que se fomente en todos los entornos humanos y sociales.
Para concluir, el Papa recordó a todos los miembros de estas asociaciones que han perdido la vida en el desarrollo de sus servicios, o mejor dicho «no han perdido la vida, sino que la han donado», matizó Francisco, señalando que «son mártires» que han entregado el don más grande que tenían: la propia vida.
El Papa, que en julio de 2017 aprobó como nueva vía para las beatificaciones el dar la vida por amor a los demás, animó a los miembros de Cruz Roja a «rezar a estos compañeros, para que desde el Cielo los animen, los ayuden y los protejan».
Alfa y Omega / Vaticannews