En 1948, pocos años de haber fundado la Comunidad de Taizé, el hermano Roger Schutz –que había nacido calvinista– pidió permiso al obispo de Autun para que sus monjes pudieran cantar en la Misa diaria de la parroquia de la pequeña localidad borgoñona. Esperaba una carta de respuesta, y la obtuvo. Pero no venía firmada por su destinatario, sino por el entonces arzobispo –aún no era cardenal– Angelo Giuseppe Roncalli, a la sazón nuncio apostólico en Francia. En la misiva, el futuro Juan XXIII daba el visto bueno a la petición del hermano Roger.
Ya como Papa, Juan XXIII pronunció la famosa frase «Ay, Taizé, esa pequeña primavera» durante la audiencia que concedió en el Palacio Apostólico al hermano Roger. Este participó, en calidad de observador no católico en los trabajos del Concilio Vaticano II. Le acompañaba el hermano Max Thurian, que acabó convirtiéndose al catolicismo y fue ordenado sacerdote a mediados de los 80. Una presencia que dio sus frutos: en 1964, la Iglesia autorizó a los fieles a orar dentro del recinto de Taizé. Asimismo, las visitas del fundador a los sucesivos Papas adquirieron carácter anual.
Hubo que esperar al 5 de octubre de 1986 para que un Sucesor de Pedro traspasase el umbral de Taizé. El honor correspondió a san Juan Pablo II durante un viaje apostólico por tierras galas que también le llevó a Paray-le-Monial y a Ars. Sin embargo, en Taizé dio a sus palabras un toque personal cuando dijo estar allí «impulsado por una necesidad interior», antes de añadir que «se va a Taizé de la misma manera que se pasa cerca de una fuente. El viajero se detiene, bebe y continúa su ruta. Los hermanos no quieren reteneros. Ellos quieren, en la oración y el silencio, permitiros beber el agua viva prometida por Cristo, conocer su alegría, discernir su presencia, responder a su llamada; después volver a partir para testimoniar su amor y servir».
Precisamente, fue en el funeral del Papa polaco, el 8 de abril de 2005, cuando se produjo un gesto espectacular que hizo correr ríos de tinta: el cardenal Joseph Ratzinger ni dudó en dar la Eucaristía al hermano Roger, allí presente en su silla de ruedas. ¿Había abrazado la fe católica? El cardenal Walter Kasper aseguró al Il Corriere della Sera que el fundador de Taizé no se había adherido formalmente al catolicismo, pero sí «enriquecido su fe con los fundamentos del catolicismo».
Benedicto XVI no pudo disfrutar mucho de los consejos del hermano Roger, asesinado por una desequilibrada el 16 de agosto de 2005. Dos días antes, había escrito al Papa, manifestándole su lealtad. El sucesor que había designado, el hermano Alois, católico y alemán, mantuvo una fructífera relación con quien es hoy el Papa emérito. Asimismo, el actual superior de Taizé escribe con frecuencia en L’Osservatore Romano y está en plena sintonía con el impulso ecuménico del Papa Francisco, quien en más de una ocasión ha alabado a Taizé y a su espíritu. ¿Volverá a pisar Taizé un Romano Pontífice? Las circunstancias son más propicias que nunca.
José María Ballester Esquivias