Mientras que en la España de Franco los libros de Lorca fueron prohibidos, en la URSS se convirtió en el poeta extranjero más querido. Para el metropolita Hilarión, jefe de la diplomacia del Patriarcado de Moscú, Lorca es «el poeta número uno» desde que se topó con sus versos, a los 8 años. Se lo contó al Papa Francisco en un encuentro, donde el autor de estas líneas sirvió de intérprete
Federico García Lorca resultó estar relacionado de una manera peculiar con Rusia. En el ensayo El cante jondo: Primitivo canto andaluz, el poeta narra que el célebre compositor ruso Mijaíl Glinka, durante su viaje a Granada en 1847, hizo amistad con el guitarrista Francisco Rodríguez Murciano, «pasó con él horas enteras oyéndole las variaciones y falsetas de nuestros cantos, y sobre el eterno ritmo del agua en nuestra ciudad, nació en él la idea magnífica de la creación de su escuela», orientada en lo popular. «Vean ustedes cómo las modulaciones tristes, y el grave orientalismo de nuestro cante, influye desde Granada en Moscú, cómo la melancolía de la Vela es recogida por las campanas misteriosas del Kremlin», concluye Federico.
García Lorca nunca oyó campanas de las iglesias moscovitas, pero hay pruebas de que planeó un viaje a la Unión Soviética. Una de ellas es la foto y la corta misiva enviadas por Rafael Alberti y María Teresa León al hispanista y traductor ruso Fiódor Kelyin en 1936: «Querido Kelyin: El que está comiendo con nosotros es Federico García Lorca, que está deseando ir a Rusia para conocerla y conocerte. Mándale la traducción de su poema y escríbele». Gracias a Fiódor Kelyin, las estrofas de Federico aparecieron en el idioma de Tolstói y Dostoievski.
Mientras que en la España de Franco los libros de García Lorca fueron prohibidos, en la URSS se convirtió en el poeta extranjero más querido. Los rusos admiran su poesía profunda, filosófica y emocional; les encanta España y el carácter abierto de su pueblo –la frialdad y la angustia de la nación rusa es un estereotipo erróneo–. Lamentablemente la propaganda soviética pintaba a Lorca como un icono de la izquierda española, aunque él no hubiera participado directamente en la política. Lorca tuvo suerte con los traductores rusos. El que se familiarizó mejor con los movimientos del alma del autor granadino fue Anatoli Gueleskul. Era geólogo de profesión que aprendió castellano de forma autodidacta.
A finales de los años 30, Fiódor Kelyin entregó algunos textos de Lorca a la destacada poeta Marina Tsvetáyeva quien posteriormente tradujo cinco poesías de Federico. Varios otros ilustres poetas se impresionaron con el maestro andaluz. Joseph Brodsky, Premio Nobel de Literatura, le dedicó su verso juvenil «Definición de la poesía» (1959). En 1967, Evgueni Yevtushenko escribió el poema «Cuando mataron a Lorca».
Inspiración de compositores
La lírica de García Lorca, impregnada por la música, ha atraído la atención de compositores rusos. Por ejemplo, la primera y la segunda parte de la Sinfonía nº 14 (1969) de Dmitri Shostakóvich están basadas en los versos «De profundis» y «Malagueña». El mensaje de la sinfonía es la protesta contra la muerte. La defunción, junto con la soledad y el amor dramático, es el tema crucial de las obras lorquianas. Federico exalta la hermosura de la muerte, lleva al lector a descubrir que ella no destruye la armonía de la vida, sino al revés, le permite a un ser humano experimentar la plenitud de sentimientos.
Poco después del estreno de la Sinfonía nº 14, una colección de Lorca, Lírica, que había sido utilizada por Shostakóvich, llegó a manos de un muchacho de 8 años, alumno de una escuela musical moscovita. «Abrí el libro –recordaría más tarde–, y fui de una vez por todas cautivado por García Lorca, por la belleza de sus versos, imágenes poéticas, profundidad del pensamiento, el poder de emociones». A la edad de 17 años, en 1984, él compuso el ciclo vocal Cuatro poemas de García Lorca para un tenor y piano. Todas las poesías elegidas por el chico hablan de la muerte.
El poeta más querido del metropolita Hilarión
Pronto el joven apasionado de Lorca cambió cardinalmente su vida: dejó la música y se dedicó al servicio eclesiástico. Actualmente el metropolita Hilarión (Alféyev) es jefe de la diplomacia de la Iglesia ortodoxa rusa, teólogo y compositor. Monseñor Hilarión confiesa que Lorca sigue siendo «el poeta número uno» para él. Le contó al Papa Francisco en un encuentro en el Vaticano, donde el autor de estas líneas sirvió de intérprete.
En verano de 2012, el metropolita Hilarión renovó Cuatro poemas…: reemplazó el piano por una orquesta y añadió la guitarra. También le dio a la obra un nuevo título: Canciones de la muerte. En febrero de 2013, esta suite se estrenó en el conservatorio Chaikovski de Moscú. En noviembre del mismo año, el público reunido en el auditorio Conciliazione de Roma pudo escuchar Canciones de la muerte en español. Aquel concierto tuvo carácter ecuménico, pues fue organizado por el Patriarcado de Moscú y el Pontificio Consejo de la Cultura en apoyo de las víctimas de los conflictos militares.
Es curioso que el cuadragésimo aniversario del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre España y Rusia se acaben de celebrar en Moscú con un homenaje a Lorca en el conservatorio Chaikovski. La soprano española Ainhoa Arteta interpretó poemas de su gran compatriota y las antiguas canciones populares, grabadas por Federico y su amiga Encarnación López Júlvez (La Argentinita) en 1931: la famosa bailaora de flamenco puso la voz, el zapateado y las castañuelas y Federico la acompañó al piano.
Así que García Lorca vuelve a figurar entre los poetas de mayor fama en Rusia. Ahora está libre de clichés ideológicos. En el país más extenso del mundo es amado únicamente por haber sido un maravilloso escritor y un embajador de la riquísima cultura.
Miguel Palacio
Consejero del Departamento de Relaciones Exteriores Eclesiásticas del Patriarcado de Moscú
Foto: José Caballero