108ª Sesión del Consejo de la Organización Internacional para las Migraciones
(ZENIT).- El jueves, 30 de noviembre de 2017, se celebró la 108ª Sesión del Consejo de la Organización Internacional para las Migraciones.
Ofrecemos el texto completo del discurso de Mons. Ivan Jurkovič, Observador permanente de la Santa Sede en la Organización de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales en Ginebra.
Discurso de Mons. Ivan Jurkovič
Señora Presidenta:
El comienzo de este tercer milenio se caracteriza claramente por el mayor movimiento migratorio de personas en la historia, que, en términos de origen, tránsito y destino, abarca casi todas las partes del mundo. La migración es un signo de los tiempos y una de las fuerzas más poderosas que dan forma a la vida económica, social, política y cultural.
Si bien es importante respetar los intereses legítimos de los Estados, el Papa Francisco alienta a que la migración se considere con confianza, como una oportunidad para construir la paz, y no como una amenaza, “dentro de los límites permitidos por una correcta comprensión del bien común”. Insta a que todos aquellos que huyen del conflicto, el hambre, la discriminación, la persecución, la pobreza extrema, los desastres naturales y la degradación ambiental sean recibidos y protegidos.
A pesar de las diferentes motivaciones y, a menudo, las causas coercitivas, todos los migrantes y refugiados generalmente tienen en común un factor que subyace a la decisión de abandonar su patria y, a menudo, a sus familiares y amigos, es decir, una absoluta necesidad. De hecho, los inmigrantes “desean una vida mejor y, con frecuencia, tratan de dejar atrás la ‘desesperanza’ de un futuro poco prometedor”.
La Santa Sede comparte la preocupación sobre el papel cada vez más importante que desempeñan la degradación ambiental y los desastres naturales en la configuración del movimiento de los pueblos. Dado que todo y todos están estrechamente conectados, “nuestra falta de respuesta a estas tragedias que involucran a nuestros hermanos y hermanas señala la pérdida de ese sentido de responsabilidad para nuestros semejantes en los que se basa toda la sociedad civil”.
A este respecto, el Papa Francisco hace un llamamiento a la comunidad política, la sociedad civil y las instituciones religiosas para que unan sus fuerzas y ofrezcan una respuesta compartida a las complejidades del fenómeno de la migración moderna. Esto se resume en un documento que la Santa Sede ha presentado como una contribución oficial a los procesos que conducen a los dos Pactos Globales con cuatro verbos:
- Primero, para dar la bienvenida. Necesitamos un cambio de actitud, superar la indiferencia y contrarrestar los temores con un enfoque generoso de dar la bienvenida a quienes llaman a nuestras puertas y ofrecerles un refugio decente y apropiado, seguridad personal y acceso a servicios básicos, independientemente de su estado. Al salvaguardar los derechos fundamentales y la dignidad de cada migrante, esto incluye soluciones creativas y opciones más amplias para ingresar a los países de destino de manera segura y legal, y para repatriarse, normalmente de manera voluntaria, en condiciones justas y seguras.
- Segundo, para proteger. Defender los derechos inalienables de las personas vulnerables a la explotación, el abuso y la violencia, garantizar sus libertades fundamentales y respetar su dignidad son deberes de los que nadie puede estar exento.
- Tercero, para promocionar. El desarrollo es un derecho innegable de todo ser humano. La promoción del desarrollo humano integral de los migrantes y sus familias comienza con sus comunidades de origen, es decir, el derecho a encontrar en su propia patria las condiciones necesarias para vivir una vida digna. En los países de destino donde los migrantes pueden ganarse la vida, en condiciones justas y libres, y se garantiza el acceso a la educación y la atención básica de salud de los menores migrantes, enriquecen tanto a sus comunidades de acogida como a las de origen.
- Cuatro, para integrarse. La integración, que no es ni asimilación ni incorporación, no es la superposición de una cultura sobre otra, ni el aislamiento mutuo, con el riesgo insidioso y peligroso de crear guetos. Es un proceso bidireccional, arraigado esencialmente en el reconocimiento conjunto de la cultura, la riqueza cultural de los demás.
En conclusión, mi Delegación comparte la convicción de que los Pactos Globales no deberían ser la línea de llegada, sino un nuevo comienzo para la familia humana, basado en una ética más universal y sólida que valora el bienestar de toda la humanidad y de cada persona. Solo de esta manera seremos capaces de cosechar los verdaderos beneficios de la migración internacional.
Gracias, Señora Presidenta.
© Traducción de Yuliana Navarrete
Imagen: Mons. Ivan Jurkovič