Monseñor Víctor Manuel Fernández solo puede parar un domingo en Madrid. Viene de Roma, donde ha participado en la Asamblea del Consejo Pontificio para la Cultura, y vuelve a Buenos Aires, donde le espera su trabajo como rector de la Universidad Pontificia Católica Argentina. Convocado por la Editorial Claretiana, que ahora publica sus comentarios al Evangelio de cada día en su Palabra y Vida 2018, y por la Delegación Episcopal de Catequesis de Madrid, da una conferencia sobre la Palabra de Dios junto al cardenal Osoro
Su asesoramiento al Papa se deja ver claramente en los principales documentos magisteriales del Papa Francisco (Evangelii gaudium, Amoris laetitia y Laudato si). Son muchas las preguntas que periodistas y no periodistas le hacen a lo largo del día.
Coincide que es el domingo que el Papa Francisco ha instituido como Jornada Mundial de la Pobreza. Usted que conoce tanto al Papa, ¿porqué ha instaurado esta jornada?
Porque es necesario visualizar al máximo las cosas importantes. Y tal vez esta sea una cuestión para muchos un poco olvidada. Esas personas que sufren, que están en lo peor, que no gozan de una vida normalizada, estén más presentes. Para el Papa cada ser humano tiene un valor infinito. Y no tiene menos dignidad el que no ha tenido suerte en la vida. Los pobres no son un bulto, sino personas con un valor infinito.
¿Qué le parece la petición de una mayor hondura teológica en los discursos del Papa Francisco?
Francisco habla al pueblo con el lenguaje del pueblo, pero detrás hay un profundo pensamiento teológico. Lo que ocurre es que a él no le van los discursos con grandes elucubraciones porque para él, y esta es una de sus ideas fuerza, la realidad está antes que la idea.
Foto: UCA
¿Cómo vive el Papa las críticas que recibe?
Francisco tiene una libertad interior enorme. Es un religioso de formación clásica, con una honda espiritualidad que le protege de sus acusadores. Por otro lado, siempre en la historia de la Iglesia ha habido controversias. Pero la confrontación con el Papa, en realidad, no es teológica, es sobre todo social. Algunos sectores del neoliberalismo no aceptan su mensaje social, que esta en continuidad con la doctrina social de la Iglesia. En los temas sociales algunos le tachan de populista pero porque no lo conocen. Para el Papa lo importante es el trabajo, el derecho y los derechos del trabajo, no un mensaje que se base en el repartir por repartir la riqueza, sino en generar y cuidar el trabajo.
¿Qué diría a los que piensan que el mensaje moral de la Iglesia sobre la vida de los no nacidos o de los ancianos amenazados por la eutanasia se ha desplazado a los problemas sociales?
Que el Papa, y esto fue ya una de sus mayores insistencias en la asamblea de los obispos latinoamericanos de Aparecida (2007), defiende la vida en todo el proceso vital: desde su concepción hasta su muerte natural, pero sin dejar de defender su dignidad en todo el camino, que va de una cosa a otra. Defiende la vida no solo del aborto y de la eutanasia, sino también de la explotación laboral, de la esclavitud infantil, de la trata, y de todas las formas de marginación social.
Usted ha colaborado estrechamente con Francisco en las dos asambleas sinodales sobre la familia, en el año 2014 y en el 2015, que dieron como fruto la exhortación Amoris laetitia. Hay quien sostiene que a partir de este documento una cierta seguridad sobre las normas ha caído. ¿Es así?
Es que yo no voy a querer algo por una norma, sino por un convencimiento o por un testimonio. Para el Papa prima el acompañar procesos y buscar el bien posible. Si una persona ahora no puede dar el paso completo de su bien moral, puede dar pasos pequeños. Hay que preguntarle: ¿Tú que paso puedes dar ahora? Por eso hay que revalorizar los procesos personales, los discernimientos personales, sus pasos hacia el bien posible.
El interés de la Iglesia por la familia es extensible al interés de la Iglesia por los jóvenes. De hecho, el Papa está preparando para octubre de 2018 la celebración del Sínodo de los jóvenes. ¿Qué espera el Pontífice?
El Papa no quiere solo hablar de los defectos o de los méritos de los jóvenes, y mucho menos lamentarse por su alejamiento de la Iglesia. Quiere, en cambio, buscar el encuentro con ellos, para hacerles propuestas que tengan que ver con una vida plena para ellos, con su propia felicidad.
Manuel María Bru
Imagen: Monseñor Fernández (el segundo por la izda.)
junto a Manuel Bru, delegado de Catequesis de Madrid, el cardenal Osoro
y Fernando Prado, director de Publicaciones Claretianas (de izda. a dcha.)
Foto: Silvia Rozas