(ZENIT).- El Papa Francisco recibió en audiencia el pasado sábado, 18 de noviembre de 2017, a los miembros de la “Fundación Vaticana Joseph Ratzinger – Benedicto XVI” con motivo de la concesión del Premio Ratzinger 2017, llegado a su séptima edición.
Después del saludo del padre jesuita Federico Lombardi, presidente de la Fundación, el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y miembro del Comité Científico de la Fundación, ilustró el perfil de los tres premiados en la edición de este año a quien el Papa Francisco otorgó a continuación el galardón.
Los ganadores de este año son: el Prof. Theodor Dieter, teólogo luterano alemán, el Prof. Karl-Heinz Menke, teólogo y sacerdote católico alemán, y el maestro Arvo Pärt, compositor musical estonio, cristiano ortodoxo.
Al final el Papa pronunció un discurso, seguido de la ejecución musical del “Pater Noster” por el maestro Arvo Pärt, que tocó el piano perteneciente al Papa emérito.
Rosa Die Alcolea
Premios Ratzinger 2017
(© L´Osservatore Romano)
Discurso del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra encontraros en este evento anual para la concesión de los Premios a personalidades eminentes que me han sido presentadas por la Fundación Vaticana Joseph Ratzinger – Benedicto XVI y por su Comité Científico. Saludo, en primer lugar a los ganadores, a los miembros y amigos de la Fundación, y doy las gracias al cardenal Kurt Koch y al padre Lombardi que nos han explicado el significado y la importancia de este evento culminante de sus actividades encaminadas a la promoción de la investigación teológica y al compromiso cultural animado por la fe y el ímpetu del alma hacia Dios.
Dirijo junto con vosotros un pensamiento afectuoso e intenso al Papa emérito Benedicto. Su oración y su presencia discreta y alentadora nos acompañan en el camino común; su obra y su magisterio continúan siendo una herencia viva y preciosa para la Iglesia y para nuestro servicio. Precisamente por eso invito a su fundación a perseverar en el estudio y la profundización de este legado y, al mismo tiempo a mirar hacia adelante, para valorizar su fecundidad tanto con la exégesis de los escritos de Joseph Ratzinger, como para continuar – siguiendo su espíritu – el estudio y la investigación teológica y cultural, incluso entrando en nuevos campos donde la cultura actual insta a la fe al diálogo. De este diálogo, el espíritu humano siempre tiene una necesidad urgente y vital: lo necesita la fe, que se abstrae si no encarna en el tiempo; lo necesita la razón, que se deshumaniza si no asciende a lo Trascendente. De hecho, “`La fe y la razón –afirmaba san Juan Pablo II- son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad´”. (Enc Lett Fides et ratio, Prefacio..).
Joseph Ratzinger continúa siendo un maestro y un interlocutor amigo para todos aquellos que ejercen el don de la razón para responder a la vocación humana de buscar la verdad. Cuando el beato Pablo VI lo llamó a asumir la responsabilidad de arzobispo de Munich y Freising, escogió como lema “Cooperatores Veritatis“, “Colaboradores de la verdad”, tomándolo de la Tercera Carta de san Juan (v. 8). Ese lema expresa plenamente el sentido de su obra y su ministerio. Ese lema campea en los diplomas de los Premios que he entregado, para dar a entender que los galardonados también han dedicado sus vidas a la elevada misión de servir a la verdad, a la diaconía de la verdad.
Me alegra que las ilustres personalidades galardonadas hoy con el Premio provengan de tres denominaciones cristianas, entre ellas la luterana, con la que este año hemos vivido momentos particularmente importantes de encuentro y camino común. La verdad de Cristo no es para solistas, es sinfónica: requiere una colaboración dócil, un intercambio armonioso. Buscarla, estudiarla, contemplarla y traducirla a la práctica juntos, en la caridad, nos atrae fuertemente hacia la unidad plena entre nosotros: la verdad se convierte así en una fuente viva de vínculos de amor cada vez más estrechos.
He recibido con alegría la idea de ampliar el horizonte del Premio para incluir las artes, además de la teología y las ciencias que naturalmente se asocian con él. Es una ampliación que se corresponde bien con la visión de Benedicto XVI, que tantas veces nos ha hablado con emoción de la belleza como un camino privilegiado para abrirnos a la trascendencia y encontrar a Dios. En particular, admiramos su sensibilidad musical y su ejercicio personal de este arte como camino hacia la serenidad y la elevación del espíritu.
Mis felicitaciones a los ilustres ganadores del premio: el profesor Theodor Dieter, el profesor Karl-Heinz Menke y el maestro Arvo Pärt; y mi aliento a la Fundación y a todos sus amigos, para que continúen recorriendo caminos nuevos y siempre más anchos para colaborar en la investigación, el diálogo y el conocimiento de la verdad. Una verdad que, como el Papa Benedicto no se ha cansado de recordar, es, en Dios, logos y ágape, sabiduría y amor encarnado en la persona de Jesús.
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