Declaración final del Sexto Coloquio Budista-Cristiano
(ZENIT).- “Budistas y Cristianos caminando juntos por el camino de la no violencia” ha sido el tema del Sexto Coloquio Budista-Cristiano.
El Sexto Coloquio Budista-Cristiano se ha celebrado del 13 al 15 de noviembre de 2017 en el monasterio budista de Ling Jiou y, al día siguiente, la ceremonia de clausura en el Museo de las Religiones del Mundo de Taipei.
El tema general fue “Budistas y Cristianos caminando Juntos por el camino de la no violencia”. La Fundación Tzu Chi, Fo Guang Shan y la Asociación Budista de la Nueva Ciudad de Taipei también participaron activamente en la organización de este coloquio.
El encuentro ha sido organizado por el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso de la Santa Sede, en colaboración con la Conferencia Episcopal Regional China (CRBC) y la Sociedad Budista de la Montaña de Ling Jiou.
Más de ochenta hombres y mujeres, budistas y cristianos, que representaban 18 países, asistieron al coloquio, entre ellos tanto académicos como expertos de diálogo interreligioso. Entre los participantes había también miembros de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia Conferencias (FABC), del Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y del Diálogo interreligioso monástico.
Los participantes observaron que en el transcurso de los años, el diálogo cristiano-budista ha contribuido de manera valiosa a “mejorar la comprensión y el conocimiento mutuos, así como a fortalecer las relaciones y la cooperación para promover una cultura de paz y no violencia sobre la base de valores compartidos”.
Asimismo los participantes reconocieron que el siglo XXI ha estado marcado por “conflictos que también involucran afiliaciones e identificaciones étnicas, culturales y religiosas”. “Muchas personas han sido privadas de igual protección y derechos”, y son tratadas como ciudadanos de segunda clase dentro de sus propios países.
Al tiempo que reconocieron y apreciaron diversas iniciativas a nivel local, nacional, regional e internacional para promover una “cultura de encuentro y respeto”, los participantes subrayaron que “aún queda mucho por hacer para construir una cultura de paz con justicia para todos los seres humanos y para preservar y mejorar el buen estado del medio ambiente, nuestra casa común”.
Los participantes pusieron de relieve que se habían reunido en un momento crítico, cuando la violencia ya había causado estragos en muchos de sus países, y observaron que la violencia y los conflictos hoy cruzan las fronteras y, por lo tanto, los problemas locales se vuelven nacionales, regionales y, a veces, incluso mundiales.
Todos han coincidido que desde sus respectivas convicciones religiosas han “hablar en defensa de los débiles y sin voz, defender la justicia, reparar los corazones rotos y las sociedades polarizadas, distanciarse del sectarismo y detener la construcción de muros que separan las religiones y las culturas”.
Declaración final
En este momento crucial, animados por el resultado positivo del coloquio, los participantes, como seguidores de Buda y creyentes en Jesús, afirmaron cuanto sigue:
- Reconocer que el Sexto Coloquio Budista-Cristiano ha sido un hito importante para fomentar una cultura de la paz y la no violencia en medio de una cultura de la indiferencia.
- Subrayar la importancia de escuchar el llanto de las víctimas de la violencia en sus múltiples formas: individual, interpersonal y colectivo, y también condenar y frenar las amenazas del nacionalismo desenfrenado, el sexismo, el racismo, la discriminación por casta, el etnicismo y el fundamentalismo religioso y secular.
- Erradicar la pobreza, la injusticia, la desigualdad, la explotación y la discriminación, que a menudo son las causas subyacentes de la violencia y los conflictos.
- Reconocer la influencia positiva de los medios de comunicación en la promoción de acciones no violentas para la paz mundial y advertir al público sobre el impacto negativo de las noticias falsas, que pueden provocar extrañamiento, división, prejuicios y violencia entre personas de diferentes culturas y religiones.
- Alentar acciones concretas a nivel nacional, regional y mundial para sanar las sociedades polarizadas a través de la justicia, la reconciliación y el perdón, así como promover la igualdad y la dignidad de las mujeres para prevenir la violencia y la discriminación contra ellas, especialmente el flagelo de la violencia doméstica.
- Desarrollar relaciones seguras, estables, afectuosas y afectuosas entre los niños y sus padres, parientes, maestros, ancianos, huérfanos y otros, a fin de formar individuos sanos y sociedades inclusivas, y reafirmar la importancia de la educación, especialmente mediante la creación de instituciones académicas centradas en la formación de nuevas generaciones de mujeres y hombres jóvenes para amar la paz en sus diversos entornos.
- Promover la hospitalidad reconociendo que nosotros y el otro compartimos una humanidad común, independientemente de las diferencias étnicas, religiosas, culturales o socioeconómicas, a fin de evitar y minimizar el abuso verbal, físico, sexual y psicológico.
- Reconocer que la crisis ecológica es una crisis del ego y promover una espiritualidad ecológica para salvaguardar el medio ambiente, nuestra casa común, y enfatizando la interconexión e interdependencia de todas las formas de vida como centrales para las comunidades vivas.
- Promover la oración, el silencio y la meditación para cultivar la libertad interior, la pureza de corazón, la compasión, el perdón, la curación y el don de sí mismo como condiciones esenciales para la paz interior del individuo así como para la paz social.
- Reconocer el importante papel que las organizaciones religiosas, las personas de buena voluntad, la sociedad civil, las organizaciones gubernamentales y los centros de educación pueden desempeñar para fomentar el diálogo interreligioso e intercultural
Imagen: Taipei Taiwan
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