El diálogo entre cristianos no es fácil. Está lleno de insidias. Preocupaciones y críticas. Pero hay que arriesgar. Si no se apuesta con valentía nada puede cambiar. Es la llamada del Papa al diálogo. Una mirada posible. Realista. Para María Voce, presidenta del Movimiento de los Focolares, «existen muros que nos dividen», pero hay que escalarlos. Y superarlos. «Será difícil, pero hay que arriesgarse», afirma. Y no duda en asegurar que, así como Juan Pablo II es recordado por «el espíritu de Asís», Francisco pasará a la historia por «el espíritu de Lund»
Caminar. La palabra clave es camino. Porque «la verdad se busca caminando». Se entusiasma María, o Emmaús, como la llaman sus compañeros de movimiento, cuando describe la visión del Papa Bergoglio sobre el ecumenismo. Le brillan los ojos, a ella, al frente de una realidad eclesial cuya vocación es la unidad. En los derroteros marcados por su fundadora, Chiara Lubich. Uno de los poquísimos movimientos nacidos en la Iglesia católica que acepta como miembros a fieles de otras iglesias. En él conviven y rezan, juntos. Una rareza en tiempos de fragmentación.
«Pienso que el catolicismo verdadero es el que Dios piensa, y pienso que será un conjunto de comunidades cada una con su identidad. Pienso que se llegará, porque se debe llegar, a que todos sean uno. Lo pidió Jesús, por lo tanto se llegará a hacer de todos los cristianos una sola cristiandad. No una sola Iglesia católica; católica en el sentido universal sí, pero no una sola Iglesia romana o una sola Iglesia de Constantinopla», asegura, en entrevista con Alfa y Omega.
Sus palabras suenan provocadoras. Como si pretendieran llevar los límites de la Iglesia occidental más allá de los confines racionales. «¡Claro, es provocador! ¡Yo lanzo la provocación!», responde serena, desde una acogedora sala en la sede central del movimiento, ubicada en la localidad de Rocca di Papa, en las colinas al sur de Roma. En su «provocación» parece sentirse confirmada por el Papa argentino.
El mismo Francisco tuvo con ella un gesto peculiar. En la última vigilia de Pentecostés, el 3 de junio, el Pontífice convocó a los movimientos carismáticos, católicos y no, a una jornada en Roma. Antes del comienzo, el Papa preguntó especialmente por María Voce. Un sacerdote la fue a buscar. Ella, que había asistido como una peregrina más, aceptó sumarse al grupo de líderes sentados en el escenario. Al final de su intervención, el Papa se le acercó y, ante su completa sorpresa, la tomó de la mano exclamando: «Ven, María…». Solo eso bastó. No dijo más. Y juntos dejaron el lugar.
«Esto para mí significó que él en su visión quería mostrar la presencia de María junto al Papa, esta presencia de un carisma, de todos los carismas, como sostén de su magisterio», afirma la presidenta de los Focolares.
Y agrega: «Desde el primer momento, cuando escuché al Papa asomado al balcón saludar a la multitud y presentarse como Obispo de Roma dije: “Este es un Papa ecuménico”. Aún sin conocerlo. En su presentación como Pontífice había ya un signo evidente de esta capacidad suya de relacionarse en pie de igualdad con las otras iglesias».
El espíritu de Lund
Jorge Mario Bergoglio –recuerda Voce– ya tenía una experiencia vivida de ecumenismo con contactos fluidos con otras Iglesias en Buenos Aires. Su cercanía con las personas. Su vínculo con el pastor italiano Traettino de Caserta. En aquel pasado, María Voce identifica el germen de lo que vino después, en su pontificado, y que llegó a la máxima expresión con la presencia del Papa en los actos conmemorativos del quinto centenario de la Reforma protestante de Martín Lutero en Lund (Suecia), hace casi un año.
María Voce, durante un encuentro con evangélicos alemanes el 1 de noviembre de 2009 en Ottmaring
(Foto: © Centro S. Chiara Audiovisivi Soc. Coop. a.r.l.)
«¿En Lund qué ocurrió? Ocurrió una cosa enorme, porque dos jefes de Iglesia del mismo nivel de autoridad se encontraron, firmaron una declaración, adoptaron acuerdos. La preocupación es que esta cosa enorme se quede como una declaración entre otras tantas, un paso importante que se hizo, pero sin influencia», advierte. Por eso, el desafío es replicar la actitud del Papa y sumarse al «espíritu de Lund». Sí. Para ella, así como el encuentro interreligioso de 1986 convocado por Karol Wojtyla dio inicio al «espíritu de Asís», el gesto del Pontífice argentino con luteranos y evangélicos abrió una nueva etapa de diálogo.
«Si Juan Pablo II será siempre recordado por el “espíritu de Asís”, yo creo que el Papa actual debe ser recordado por el “espíritu de Lund”; es decir, por haber impreso esta capacidad de respetar, de rezar con una obispa, de estar con estas personas, de ser él el primero en ir, de quitar el protocolo y de hacerlo como una cosa totalmente normal», asegura.
«No te juntes con ese, que es pentecostal»
Aunque ese optimismo tiene limitaciones. María Voce no las niega. Reconoce que, «por desgracia», aún existen actitudes del pasado entre los católicos. Aquellos que piensan «la Iglesia somos nosotros» y los demás están afuera. «Recuerdo que mi mamá me decía: “No te juntes con esa persona porque es pentecostal”, casi como si fuese el diablo en persona, en esa época era un crimen», confiesa.
Una actitud perpetuada que ha llevado a una cierta fatiga espiritual. Como ella misma reconoce: «Hemos ralentizado la historia. No hemos caído en un inmovilismo en el sentido concreto, pero quizás hemos ralentizado procesos históricos por miedo. No diría la Iglesia toda, sí muchos de sus miembros».
Pero inmediatamente aclara: «Somos hermanos ligados por el Bautismo, también ellos viven el mismo Evangelio que vivo yo, con el mismo empeño con el cual lo vivo yo. ¿Quién soy yo para permitirme decir que él vale menos que yo ante Dios? No puedo decir que todos lo entiendan así y lo vivan. Pero puedo decir que es necesario seguir adelante en esta dirección y que, seguramente, el Papa está dando un gran impulso».
¿Cómo avanzar? Para María Voce, de muchas maneras. Entre ellas revalorizando a los grandes personajes en la historia de las Iglesias, como Lutero; apreciando el martirio de los cristianos que ofrecen sus vidas por ser fieles a su fe sin importan cuál sea su Iglesia, y buscando modos para expresar el propio credo en modos «más aceptables para todos». Pero, sobre todo, viviendo concretamente la fe compartida. Sin distinciones. Porque la nueva etapa de diálogo empujada por Francisco se realiza en el camino, no estando detenidos.
La apuesta lleva implícita sus riesgos. Uno de ellos es la falta de formación. Como líder de un movimiento ampliamente extendido y enraizado a nivel mundial, Voce constata un evidente defecto en la catequesis de los católicos. Una realidad –sostiene– que debe suscitar en la Iglesia la preocupación por formar a los propios fieles para que sean capaces de expresar con plenitud la propia identidad, buscando aquellos valores que caracterizan esa identidad.
«Es justo estar atentos a la formación, la catequesis es escasa, pero se necesita arriesgar, porque si no se arriesga no se va adelante; si no se da con valentía este paso nos detenemos. Ese es el camino de ecumenismo extraordinario que el Papa está llevando adelante. Nosotros sentimos que debemos ayudarlo a convertir esto en una realidad del pueblo, que este ecumenismo debe convertirse en un ecumenismo vital, un ecumenismo concreto», destaca.
No se trata de caer en la confusión. O de perder la propia identidad. Sino de compartir los momentos, incluso las ceremonias litúrgicas, evitando las mezclas extrañas, y sin intercomunión. Pero alzando la voz de la oración compartida.
Por eso subraya: «¿En este camino existe algo más por hacer? ¡Claro que hay todavía cosas por hacer! Mientras existan en el mundo lugares donde los cristianos combatan entre ellos o busquen prevalecer los unos sobre los otros, o estén divididos, hay mucho por hacer».
Andrés Beltramo Álvarez (Ciudad del Vaticano)
Imagen: El Papa abraza a Martin Junge,
secretario general de la Federación Luterana Mundial,
durante el encuentro celebrado en Lund (Suecia) el 31 de octubre de 2016
(Foto: REUTERS/L´Osservatore Romano)