El islam forma parte de la identidad europea y son muchos los musulmanes europeos. Los musulmanes no europeos están inmersos en un proceso de transformación cultural que nos incumbe a todos
Una paradoja de la globalización que, en teoría, debería acercar a los pueblos, comunidades, países y personas, es el auge de los discursos identitarios. En cierto modo, se podría entender como una reacción natural ante el temor de la imposición de una cultura o manera concreta de ver el mundo. Este fenómeno, cada vez más esencialista, recorre el planeta de norte a sur, lo que amenaza la convivencia, no solo entre países, sino entre las comunidades culturales y religiosas dentro de cada país, especialmente aquellos con bases democráticas débiles.
En Europa el discurso identitario tiene un enemigo claro y bien definido, el islam y los musulmanes, cuya identidad sería ajena a Europa e incluso incompatible con nuestros valores, lo que lleva a cuestionar la identidad de los musulmanes del continente. ¿Se puede ser musulmán y europeo? Para muchos la pregunta es absurda, pero no para los identitarios. Estos parten de una concepción de la identidad fija e incambiable, lo cual es científica y académicamente insostenible. Las identidades se transforman e interactúan para avanzar; en este sentido, la impermeabilidad cultural es sinónimo de muerte.
Islam y Europa
Se suele definir la civilización occidental, básicamente europea, como judeocristiana, lo cual tiene mucho de verdad, pero no toda. Para ser justos, habría que añadir también el islam, y los españoles tenemos mucho que ver en eso, pues fue gracias a la época andalusí cuando el islam y Europa se abrazaron por primera vez, dando lugar a una civilización esplendorosa que iluminó tanto a Europa como al propio mundo musulmán. Fue en España donde musulmanes, judíos y cristianos convivieron y aportaron todos su genio y produjeron una civilización multiconfesional, lo que se ha traducido en grandes avances en ciencias, filosofía, misticismo, poesía…
Fue España y el islam español o andalusí el germen del Renacimiento europeo, la vía de conciliación de Europa con su pasado clásico. Córdoba y Toledo tradujeron todo el saber del mundo conocido del árabe al latín, las obras de filósofos, científicos y poetas andalusíes fueron enseñadas en las principales universidades europeas que produjeron a su vez a grandes mentes renacentistas.
Para no alargarme en este apartado, y que por desgracia la historiografía oficial margina, impidiendo así que los españoles y europeos reconozcan su parte de identidad cultural islámica, basta consultar el diccionario, los apellidos o los topónimos. Al respecto, recomiendo la lectura, entre otros, de la obra de Joan Vernet, en especial su libro Lo que Europa debe al islam de España.
Musulmanes europeos
Al pasado común se une el presente común. Actualmente viven en Europa millones de musulmanes, tanto nativos como de origen extranjero. Generalmente se habla de musulmanes en Europa y no de Europa para obviar la existencia de países europeos de mayoría musulmana como Bosnia y Herzegovina, Albania, Kosovo…, o a los musulmanes autóctonos, lo que genera una impresión de que musulmán es sinónimo de extranjero, particularmente magrebí (moro).
Es difícil, cuando no irracional, poner en duda la identidad cultural de los europeos por el mero hecho de pertenecer a una confesión religiosa minoritaria en el Viejo Continente, aunque de las más importantes en el mundo. Estos musulmanes, cada vez con más protagonismo, han vivido y experimentado en sus carnes la historia y la evolución que ha vivido Europa, desde sus guerras continentales y mundiales hasta sus conquistas en materias de derechos y libertades. Asimismo, los musulmanes nacidos aquí, y que en algunos casos ya van por la cuarta y quinta generación, no se ven a sí mismos sino como europeos o del país europeo que los vio nacer y los formó. Son ciudadanos de pleno derecho, por lo menos jurídicamente, y su vida es absolutamente occidental.
Musulmanes no europeos en Europa
Quizá este sea el segmento de la población musulmana que más inquietud genera. Se trata de musulmanes que han inmigrado a Europa para trabajar y portan consigo sus costumbres y culturas de origen, muchas de las cuales son dignas de admiración, como la veneración por los padres, la buena vecindad, el respeto a los ancianos, la hospitalidad… No obstante, algunas otras no son compatibles con los valores europeos, como podría ser el matrimonio forzado, la ablación o el poco esfuerzo por integrarse. Aquí hay que destacar dos cuestiones: la primera es que la aportación socioeconómica y cultural de estos colectivos inmigrantes, musulmanes y no musulmanes, es fundamental y gracias a ella se mantiene a Europa en la vanguardia de los continentes más desarrollados. La segunda es que estos fenómenos son culturales y no religiosos; la prueba de ello es que los mismos los encontramos entre poblaciones no musulmanas de las mismas zonas de origen, por lo que insistir en destacar que se trata de tradiciones islámicas es un grave error que lleva a la discriminación de la comunidad musulmana en su conjunto.
Con estas comunidades extranjeras hace falta dialogar y hacerles entender que esas costumbres son contrarias a la dignidad humana y que son penadas por las leyes europeas; y aquí la misma comunidad musulmana europea juega un papel fundamental al tener la capacidad de discernir entre lo cultural y lo religioso. Es menester señalar dos factores importantes que no ayudan a su integración, y es la ausencia de políticas públicas para acelerar su adaptación, y la creciente islamofobia que les niega su ciudadanía y su derecho a arraigarse.
Houssien El Ouariachi
Presidente de la Asociación ONDA
(Foto: Luisa Sánchez Alonso/Fundación Crónica Blanca)