El Santo Padre indica un balance positivo del viaje apostólico en el país latinoamericano
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Dos días después de regresar de Colombia, el papa Francisco retomó las audiencias generales de los miércoles en la Plaza de San Pedro, favorecidas por un clima agradable de final del verano.
El Santo Padre entró en el Jeep abierto, saludando a más de trece mil fieles presentes, que le recibieron con manifestaciones de alegría, agitando pañuelos y banderas.
El Pontífice comentó el reciente viaje a Colombia, del 6 al 11 de septiembre, y aseguró que la catolicidad de ese pueblo es una riqueza para toda la Iglesia.
En su resumen de la audiencia en Español el Papa dijo: “En la catequesis de hoy deseo hacerles partícipes de mi reciente Viaje Apostólico a Colombia. En primer lugar, quiero agradecer desde aquí al Presidente por su invitación a visitar ese país, a las Autoridades, a los Obispos, y a todos cuantos han colaborado para hacerlo posible, y muy especialmente al pueblo colombiano por su acogida, su alegría y su afecto”.
Recordó que el lema del Viaje era «Demos el primer paso», y “miraba al proceso de reconciliación que vive hoy Colombia para poder salir de 50 años de conflicto interno. Con mi visita he querido bendecir el esfuerzo de ese pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia”.
Señaló que durante este viaje en el país latinoamericano “he podido contemplar los deseos de paz y de vida de tantos niños y jóvenes, en quienes exulta la esperanza. He podido encontrar también a los Obispos de esta nación y a los representantes del CELAM, para alentar su labor”.
“En la etapa culminante de mi viaje, Villavicencio, hemos oído el conmovedor testimonio de los mártires y hemos visto el cuerpo mutilado del Cristo de Bocayá, esto nos ha recordado que la paz se funda, ante todo, sobre la sangre de testigos del amor, de la verdad, de la justicia y de la fe. En Medellín y Cartagena, el tema ha trascendido a la misión y al servicio, con ejemplos insignes de vocación y de seguimiento de Jesús, que hoy como ayer se entregan a los más pobres y se consagran a la promoción humana integral”, dijo
Y concluyó saludando “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Confío a todos a la Virgen de Chiquinquirá, que ella pueda ayudarnos a dar el primer paso hacia un mundo más justo y en paz”.
La audiencia concluyó con el canto del Padre Nuestro en latín y la bendición de los objetos religiosos que las personas han llevado.
Sergio Mora
“Los colombianos mostraban a sus niños con orgullo: tienen futuro”
Niños vestidos con trajes folclóricos reciben al Papa en Villavicencio
(© L´Osservatore Romano)
Francisco comenta su viaje a Colombia y la alegría del pueblo a pesar de tantos sufrimientos
El colombiano es “un pueblo alegre en medio de tantos sufrimientos, gozoso; un pueblo con esperanza”.
Fue uno de los comentarios que hizo el papa Francisco en la audiencia del miércoles, 13 de septiembre de 2017, en la plaza de San Pedro, en la que comentó su reciente viaje a Colombia.
“Una de las cosas que más me ha impresionado en todas las ciudades, es la multitud y entre la muchedumbre, los papás y las mamás con los niños, que levantaban a los niños para que el Papa los bendijera”, dijo.
Y precisó que ellos “hacían ver con orgullo a sus niños como diciendo: `Esto es nuestro orgullo, esta es nuestra esperanza´. Y yo he pensado: un pueblo capaz de hacer niños y capaz de mostrarlos con orgullo, con esperanza: es un pueblo que tiene futuro. Y me ha gustado mucho”.
El Pontífice señaló que en este viaje ha sentido de manera particular “la continuidad con los dos Papas que antes de mí han visitado Colombia: el Beato Pablo VI, en 1968, y San Pablo II, en 1986. Una continuidad fuertemente animada por el Espíritu, que guía los pasos del pueblo de Dios en los caminos de la historia”.
“Es evidente que el Maligno ha querido dividir al pueblo para destruir la obra de Dios”, aseguró el Santo Padre. Y concluyó: “Pero es también evidente que el amor de Cristo, su infinita Misericordia es más fuerte que el pecado y que la muerte”.
El Papa anima a los jóvenes a “difundir la luz y la paz” de Dios
Jóvenes en la audiencia general 13/09/2017
(Captura de pantalla CTV)
Ha saludado también a los enfermos y a los recién casados
El Papa ha dirigido un saludo a los jóvenes, personas enfermas y parejas de recién casados, en la Audiencia general celebrada esta mañana, 13 de septiembre de 2017, en la plaza de San Pedro.
El Papa les ha recordado que el 14 de septiembre, se celebra la Fiesta de la Exaltación de la Cruz y ha animado a los jóvenes: “Queridos jóvenes, fortaleced vuestro diálogo con Dios, difundiendo su luz y su paz”.
“Queridos enfermos, encontrad consuelo en la Cruz del Señor Jesús, que continúa su obra de redención en la vida de cada hombre”, les ha invitado Francisco.
Por último, se ha dirigido a los nuevos matrimonios: “Esforzaos en mantener un constante relación con Cristo Crucificado, para que tu amor sea siempre más verdadero, fructífero y duradero”.
El Papa a los peregrinos de Oriente Medio: “La cruz devuelve la esperanza”
Audiencia general 13/09/2017 (Captura de pantalla CTV)
Saludo del Santo Padre en la audiencia general
El papa Francisco ha dirigido en la Audiencia general un “cordial saludo a los peregrinos de lengua árabe”, “en particular –ha expresado– a aquellos que vienen de Oriente Medio”.
“Queridos hermanos y hermanas, mañana celebramos la Fiesta de la Exaltación de la santa Cruz. Recordad siempre que por medio de la cruz de Cristo el mal es vencido, la muerte es derrotada, la vida se nos da, y la esperanza es devuelta. Sabed siempre descubrir y recibir este mensaje de amor y salvación de la Cruz de Jesús. ¡El Señor los bendiga!”
Texto completo de la catequesis de la audiencia general del 13 de septiembre de 2017
Viaje a Colombia: Un pueblo gozoso en medio de tantos sufrimientos
«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Como ustedes saben en los días pasados he realizado el viaje apostólico a Colombia. (Aplausos) ¡Hay aquí algunos colombianos! Con todo el corazón agradezco al Señor por este gran don; y deseo renovar la expresión de mi reconocimiento al señor presidente de la República, que me ha recibido con mucha cortesía, a los obispos colombianos que han trabajado mucho para preparar esta visita, como también a todas las autoridades del país, y a todos aquellos que han colaborado en la realización de esta Visita. ¡Y un agradecimiento especial al pueblo colombiano que me ha recibido con mucho afecto y mucha alegría!
Un pueblo gozoso en medio de tantos sufrimientos, pero gozoso; un pueblo con esperanza. Una de las cosas que más me ha impresionado en todas las ciudades, la multitud y entre la muchedumbre, los papás y las mamás con los niños, que levantaban a los niños para que el Papa los bendijera, pero también con orgullo hacían ver a sus niños como diciendo: “Esto es nuestro orgullo, esta es nuestra esperanza”. Yo he pensado: un pueblo capaz de hacer niños y capaz de hacerlos ver con orgullo, con esperanza: este pueblo tiene futuro. Y me ha gustado mucho.
De modo particular en este viaje he sentido la continuidad con los dos Papas que antes de mí han visitado Colombia: el Beato Pablo VI, en 1968, y San Pablo II, en 1986. Una continuidad fuertemente animada por el Espíritu, que guía los pasos del pueblo de Dios en los caminos de la historia.
El lema del Viaje era ‘Demos el primer paso’, es decir, realicemos el primer paso, referido al proceso de reconciliación que Colombia está viviendo para salir de medio siglo, de medio siglo de conflicto interno, que ha sembrado sufrimiento y enemistad, causando tantas heridas, difíciles de cicatrizar. Pero con la ayuda de Dios el camino ya está ya iniciado. Con mi visita he querido bendecir el esfuerzo de este pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia. El testimonio de este pueblo es una riqueza para toda la Iglesia.
Colombia, como la mayor parte de los países latinoamericanos, es un país en el cual son fortísimas las raíces cristianas. Y si este hecho hace todavía más agudo el dolor por la tragedia de la guerra que lo ha lacerado, al mismo tiempo constituye la garantía de la paz, el sólido fundamento de su reconstrucción, la linfa de su invencible esperanza.
Es evidente que el Maligno ha querido dividir al pueblo para destruir la obra de Dios, pero es también evidente que el amor de Cristo, su infinita Misericordia es más fuerte que el pecado y que la muerte.
Este Viaje ha permitido llevar la bendición de Cristo, la bendición de la Iglesia sobre el deseo de vida y de paz que rebosa del corazón de esta Nación: lo he podido ver en los ojos de los miles y miles de niños, jóvenes y muchachos que han llenado la Plaza de Bogotá y que he encontrado por todas partes; esa fuerza de vida que también la naturaleza misma proclama con su exuberancia y su biodiversidad. ¡Colombia es el segundo país en el mundo por biodiversidad!
En Bogotá he podido encontrar a todos los obispos del país y también al Comité Directivo de¡ Consejo Episcopal Latinoamericano. Agradezco a Dios por haberlos podido abrazar y por haberles dado mi aliento pastoral, por su misión al servicio de la Iglesia sacramento de Cristo nuestra paz y nuestra esperanza.
La jornada dedicada de modo particular al tema de la reconciliación, y el momento culminante de todo el viaje ha sido en Villavicencio. En la mañana se realizó la gran celebración eucarística, con la beatificación de los mártires Jesús Jaramillo Monsalve, obispo, y Pedro María Ramírez Ramos, sacerdote; por la tarde, la especial Liturgia de Reconciliación, simbólicamente orientada hacia el Cristo de Bojayá, sin brazos y sin piernas, mutilado como su pueblo.
La beatificación de los dos mártires ha recordado plásticamente que la paz se funda también, y sobre todo, en la sangre de tantos testigos del amor, de la verdad, de la justicia, y también de verdaderos y propios mártires, asesinados por la fe, como los dos apenas citados. Escuchar sus biografías ha sido conmovedor hasta las lágrimas: lágrimas de dolor y de alegría juntas. Ante sus reliquias y sus rostros, el santo pueblo fiel de Dios ha sentido fuerte su propia identidad, con dolor, pensando a las muchas, demasiadas víctimas y con alegría, por la misericordia de Dios que se extiende sobre quienes lo temen.
«Misericordia y verdad se encontraran, justicia y paz se besaran» (Sal 85,11), que hemos escuchado al inicio. Este versículo del salmo contiene la profecía de lo que ha sucedido el viernes pasado en Colombia; la profecía y la gracia de Dios para este pueblo herido, para que pueda resurgir y caminar en una vida nueva.
Estas palabras proféticas llenas de gracia las hemos visto encarnadas en la historia de los testimonios, que han hablado en nombre de tantos y tantos que, a partir de sus heridas, con la gracia de Cristo han salido de sí mismos y se han abierto al encuentro, al perdón, a la reconciliación.
En Medellín la perspectiva ha sido la de la vida cristiana como discipulado: la vocación y la misión. Cuando los cristianos se empeñan completamente en el camino del seguimiento de Jesucristo, se vuelven verdaderamente sal, luz y levadura en el mundo, y los frutos son abundantes.
Uno de estos frutos son los ‘Hogares’, es decir, las Casas donde los niños y los jóvenes heridos por la vida pueden encontrar una nueva familia donde son amados, acogidos, protegidos y acompañados. Y otros frutos, abundantes como racimos, son las vocaciones para la vida sacerdotal y consagrada, que he podido bendecir y animar con alegría en un inolvidable encuentro con los consagrados y sus familiares.
Y finalmente, en Cartagena, la ciudad de San Pedro Claver, apóstol de los esclavos, el ‘focus’ ha ido a la promoción de la persona humana y de sus derechos fundamentales. San Pedro Claver, como también recientemente Santa María Bernarda Bütler, han dado la vida por los más pobres y marginados, y así han mostrado la vía de la verdadera revolución, aquella evangélica, no ideológica, que libera verdaderamente a las personas y las sociedades de las esclavitudes de ayer y, lamentablemente también de hoy. En este sentido, “dar el primer paso”,el lema del Viaje, dar el p rimer paso significa acercarse, inclinarse, tocar la carne del hermano herido y abandonado. Y hacerlo con Cristo, el Señor hecho esclavo por nosotros. Gracias a Él hay esperanza, porque Él es la misericordia y la paz.
Confío nuevamente a Colombia y a su amado pueblo a la Madre, Nuestra Señora de Chiquinquirá, que he podido venerar en la catedral de Bogotá. Con la ayuda de María, todo colombiano pueda dar cada día el primer paso hacia el hermano y la hermana, y así construir juntos, día a día, la paz en el amor, en la justicia y en la verdad. Gracias.
(Traducido por ZENIT desde el audio)