«Me asomé para saludar a los niños y no vi el vidrio, y…¡pum!». El Papa, con una sonrisa y un evidente moretón en el pómulo izquierdo de la cara, respondió de esta manera a quien le preguntó cómo se sentía después del pequeño accidente que tuvo en Cartagena. Inmediatamente después de que despegara el vuelo de Avianca hacia Roma.
Francisco dialogó durante 38 minutos con los periodistas que lo acompañaban sobre temas como la inmigración, el cambio climático, la última medida de Trump y la situación en Venezuela. Confirmó que se reunió en privado con el primer ministro italiano Paolo Gentiloni, pero negó que hubieran hablado sobre los migrantes. Manifestó su apoyo a Italia por todo lo que está haciendo para tratar de ocuparse de la emergencia de los desembarcos y regular los flujos de migrantes.
La Iglesia italiana ha expresado comprensión hacia la política del gobierno para restringir el flujo de migrantes desde Libia. Se habló de un encuentro entre usted y el presidente del Consejo Gentiloni: ¿hablaron sobre este tema? ¿Qué piensa usted sobre esta política de cerrar las partidas, considerando que los migrantes que se quedan en Libia viven en condiciones inhumanas?
El encuentro con Gentiloni fue personal, se dio antes de este problema, y no fue sobre este argumento. Siento, como sea, el deber de expresar gratitud a Italia y Grecia porque han abierto el corazón a los migrantes. Acogerlos es un mandamiento de Dios… Pero un gobierno debe ocuparse de este problema con la virtud propia de la prudencia. Entonces, primero: ¿cuántos sitios tienes? Segundo: no solo acogerlos, sino también integrarlos. He visto ejemplos en Italia de integración bellísima. Cuando fui a la Universidad Roma Tre, me pareció que conocía de cara a la última de los cuatro estudiantes que me hicieron preguntas. Es una de las que vinieron de Lesbos conmigo en el avión. Ha aprendido la lengua, hizo que le convalidaran sus estudios. Esto se llama integrar. Tres: hay un problema humanitario. La humanidad cobra conciencia de estos lagers, de las condiciones en las que viven estos migrantes en el desierto, he visto algunas fotos. Tengo la impresión de que el gobierno italiano está haciendo de todo en ámbito humanitario, para resolver también los problemas que no podría asumirse. Pero después está nuestro inconsciente colectivo, que piensa: «Hay que explotar África». Hay que invertir esto: «África es amiga y debe ser ayudada».
Mientras estamos volando, pasamos cerca del huracán Irma que, después de haber provocado decenas de muertos en el Caribe, ahora va hacia Florida y hay millones de desplazados. Los científicos creen que el calentamiento de los océanos hace que los huracanes sean más intensos. ¿Hay una responsabilidad moral de los líderes políticos que rechazan colaborar con las demás naciones negando que este cambio climático es obra del hombre?
Quien niega esto debe preguntárselo a los científicos: ellos hablan muy claro, son precisos. El otro día salió la noticia de esa nave rusa que fue de Noruega a Japón y atravesó el Polo Norte sin encontrar hielo. Dijeron en una universidad que solamente tenemos tres años para volver atrás, al contrario: habrá consecuencias terribles. Yo no sé si lo de los tres años sea cierto o no, pero si no volvemos atrás, ¡nos vamos a caer! EL cambio climático se ve en sus efectos, y todos nosotros tenemos una responsabilidad moral al tomar decisiones. Creo que es algo muy serio. Cada uno tiene su responsabilidad moral y los políticos tienen la suya. Que uno le pregunte a los científicos y que luego decida. La historia juzgará sus decisiones.
El cambio climático se deja sentir también en Italia, ha habido muchos muertos en estos días y muchos daños…. ¿Por qué los gobiernos tardan tanto en cobrar conciencia mientras en otros sectores son más presurosos; pienso, por ejemplo, en la carrera armamentista de Corea?
Me viene a la mente una frase del Antiguo Testamento: el hombre es un estúpido, un testarudo que no ve. Es el único animal que cae dos veces en el mismo hoyo. La soberbia, la suficiencia… y luego está el «dios bolsillo». Muchas decisiones dependen del dinero. Hoy, en Cartagena, comencé visitando una parte pobre de la ciudad. Del otro lado está la parte turística, un lujo, y un lujo sin medidas morales. Pero, ¿los que están allá no se dan cuenta de esto? ¿Los analistas socio-políticos no se dan cuenta? Cuando no se quiere ver, no se ve, se mira solo hacia una parte. Y sobre Corea del Norte: de verdad no entiendo el mundo de la geopolítica, pero creo que allí hay una lucha de intereses que no logro comprender.
Cada vez que usted se reúne con los jóvenes siempre les dicen que no se dejen robar la esperanza, el futuro. El presidente Trump, en los Estados Unidos, abolió la ley de los «dreamers», los «soñadores», y perderán el futuro 800 mil chicos que entraron ilegalmente cuando eran menores de edad. ¿Qué le parece?
Escuché sobre la abolición de esta ley, pero no he podido leer los artículos, sobre cómo y por qué se tomó esta decisión. No conozco bien la situación. Pero separar a los jóvenes de la familia no es algo que dé buenos frutos ni para los jóvenes ni para la familia. Esta ley viene del ejecutivo y no del Parlamento: si es así, tengo la esperanza de que lo vuelvan a pensar un poco. He oído hablar al presidente de Estados Unidos, que se presenta como un «pro-life». Si es un buen «pro-life», comprende la importancia de la familia y de la vida: hay que defender la unidad de la familia. Cuando los jóvenes se sienten explotados, al final se sienten sin esperanza. ¿Y quién les roba la esperanza? La droga, las demás dependencias, el suicidio, al que se puede llegar cuando se es separado de las propias raíces. Cualquier cosa que vaya en contra de las raíces roba la esperanza.
Usted, al final de este viaje, habló sobre Venezuela y rezó para que se acabe la violencia en ese país. En Bogotá se reunió con algunos obispos venezolanos. La Santa Sede está comprometida en el diálogo, pero el presidente Nicolás Maduro usa palabras muy violentas contra los obispos y afirma, en cambio, de estar «con el Papa Francisco». ¿Qué puede decir?
Creo que la Santa Sede ha parlado de manera fuerte y clara. Lo que dice Maduro que lo explique él. Yo no sé qué tiene en mente. La Santa Sede ha hecho tanto, ha invitado a ese grupo de trabajo compuesto por cuatro ex-presidentes, un nuncio de primer nivel; ha hablado con las personas y públicamente. Yo, muchas veces, en el Ángelus, he hablado siempre buscando una salida, ofreciendo ayuda para salir de esta situación, pero parece que la cosa es muy difícil y lo que es más doloroso es el problema humanitario: mucha gente escapa o sufre. Debemos ayudar a resolver la situación de cualquier manera. Creo que las Naciones Unidas deben hacerse oír allí para ayudar.
Usted llegó a Colombia, un país dividido entre los que aceptan los acuerdos de paz y los que no los aceptan. ¿Qué hay que hacer concretamente para que las partes divididas superen el odio? Si volviera dentro de algunos años, ¿cómo le gustaría encontrar a Colombia?
El lema de este viaje era «Demos el primer paso. Volviendo, me gustaría que el lema fuera: «Demos el segundo paso». Son alrededor de 54 años de guerrilla, y ahí se acumula mucho odio, muchas almas enfermas. La enfermedad no es culpable, viene… Estas guerrillas y los paramilitares han cometido pecados feos y han traído esta enfermedad del odio. Pero hay pasos que dan esperanza. El último fue el cese al fuego del ELN (el Ejército de Liberación Nacional), y le agradezco mucho. He percibido una voluntad de seguir adelante que va más allá de las negociaciones en acto, una fuerza espontánea. Allí está la voluntad del pueblo. El pueblo quiere respirar y debemos ayudarlo con la cercanía y la oración.
Colombia ha sufrido muchas décadas de violencia por un conflicto armado y por el narcotráfico. La corrupción no es nueva en nuestro país, pero ahora que ya no hay noticias sobre la guerra, se ha vuelto muy evidente. ¿Qué hacer con este flagelo? ¿Hay que excomulgar a los corruptos?
¿El corrupto puede obtener el perdón? Me lo pregunto y, cuando se da un hecho en una provincia de la Argentina, la violencia y el abuso contra una chica en el que estuvieron implicados poderes políticos, escribí un libro titulado «Pecado y corrupción». Todos somos pecadores, y sabemos que el Señor está cerca e nosotros y que no se cansa de perdonarnos. Pero el pecador pide perdón, mientras que el corrupto se cansa de pedir perdón y se olvida cómo se pide perdón: está en un estado de insensibilidad frente a los valores, a la explotación de la persona. Es muy difícil ayudar a un corrupto, pero Dios puede hacerlo.
Usted ha hablado sobre el primer paso, hoy dijo que para llegar a la paz hay que involucrar a diferentes actores. ¿Cree que el modelo Colombia se podría replicar en otros conflictos?
Involucrar a otras personas: no es la primera vez que sucede, se ha hecho en muchos conflictos. Es una manera sapiencial de seguir adelante, es la sabiduría de pedir ayuda. Los acuerdos políticos ayudan y piden, a veces, la intervención de la ONU para salir de una crisis, pero un proceso de paz solo podrá salir adelante si lo toma en las manos el pueblo.
Andrea Tornielli/Vatican Insider
Imagen: El Papa Francisco atiende a los periodistas en el vuelo de regreso de Colombia.
(Foto: REUTERS)