El cardenal arzobispo de Madrid prologa el libro Diaconado permanente de Javier Villalba Nogales, editado por SAN PABLO.
Esta obra pone en valor el servicio diligente a los pobres como un rasgo de este ministerio
El cardenal arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro, ha prologado el libro Diaconado permanente, recientemente editado por SAN PABLO, que ha sido escrito por Javier Villalba Nogales, médico pediatra y diácono permanente en la parroquia de la Santísima Trinidad de Collado Villalba (Madrid). A lo largo del prólogo, el cardenal ofrece su visión sobre este ministerio ordenado, «íntimamente vinculado al ejercicio del servicio episcopal». Redescubierto a raíz del concilio Vaticano II, el ministerio del diaconado permanente despierta cada día más interés entre la comunidad eclesial y ha abierto un debate sobre la renovación de la imagen y la presencia de la Iglesia en la sociedad.
El diaconado permanente, vivido por hombres casados y profesionales y no como camino hacia el presbiterado, no puede olvidar las tres dimensiones que destaca el rito de la ordenación diaconal: las funciones litúrgicas, el ministerio de la Palabra y el servicio a la caridad. «Este último aspecto –señala– no ha sido suficientemente destacado siempre». Precisamente por eso el cardenal valora este libro, pues «pretende poner en valor un rasgo de este ministerio ordenado no siempre suficientemente atendido: el servicio diligente a los pobres (a los de siempre y a las nuevas formas de pobreza y exclusión)». «Se puede afirmar –continúa diciendo el cardenal– que, si el presbítero visibiliza a Cristo cabeza, el diácono hace presente a Cristo servidor».
«Este ministerio –añade– pertenece a la estructura jerárquica ministerial de la Iglesia y forma parte del sacramento del Orden». Los diáconos son «leales colaboradores del obispo en cuanto este precise para responder a las necesidades cambiantes de la Iglesia particular».
El cardenal Osoro expresa en el prólogo su agradecimiento al autor por este libro, «que ayuda a comprender mejor quiénes son los diáconos permanentes (ministros ordenados), a quién representan (a Cristo servidor) y cuál es su misión (la diaconía ministerial en medio del mundo y en nombre de la diaconía común de toda la Iglesia)». Agradece también su labor a todos los diáconos permanentes «por su servicio generoso y ejemplar en situaciones no siempre fáciles» y a sus formadores. «Quiera Dios –concluye el cardenal– que entre todos logremos cultivar la dimensión samaritana para hacer real y efectiva: “La Iglesia, servidora de los pobres”».