Con la resaca de la crisis financiera iniciada en 2008, toma fuerza un modelo de banca que se rige por criterios éticos. Pero también en la banca tradicional hay personas trabajando por darle un giro social a la economía
Un nuevo modelo de banca se abre paso en España. Una banca transparente que opera con criterios éticos y no especula ni cobra intereses abusivos. Son los nuevos montes de piedad, los herederos del famoso invento de los franciscanos italianos del siglo XV, traído a España 250 años más tarde por el padre Piquer, el fundador del Monte de Piedad de Madrid.
Una de las funciones esenciales de la banca es canalizar los ahorros y convertirlos en inversiones, manteniendo así en funcionamiento la economía. Primer dilema: ¿a qué tipo de negocios desvían los bancos nuestro dinero? La ONG SETEM ha documentado cómo las principales entidades españolas han financiado bombas de racimo y armas biológicas y nucleares.
Pero además del qué está el cómo. La Asociación Española de Empresas del Mercado Alternativo Bursátil volvía a pedir a mediados de junio a la Comisión Nacional del Mercado de Valores que ponga freno a las operaciones en corto. Los movimientos especulativos, al ordenar súbitamente la retirada de dinero de una empresa, la descapitalizan y la llevan a la quiebra, dejando a sus trabajadores en el paro.
Capítulo aparte merece la especulación inmobiliaria, que le ha costado al contribuyente español 77.000 millones de euros en rescates bancarios, de los que –según el Tribunal de Cuentas– más de 60.000 nunca van a recuperarse.
El efecto mariposa
Muchas personas han dicho «basta ya». Las once entidades de banca ética presentes en España han cuadriplicado entre 2011 y 2016 el ahorro recogido, que ronda ya los 2.000 millones de euros. El número de usuarios se acerca a los 250.000, números pequeños todavía en comparación con Francia, Italia o los países nórdicos, pero que señalan una evolución imparable, a juicio de José Díaz de Argote, presidente del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa, un órgano en el que están representadas varias de las principales ONG españolas, sindicatos y organizaciones de consumidores. Díaz de Argote es además miembro de la junta directiva de uno de los mayores bancos éticos que operan en España, Fiare. En ambos casos representa a la ONG jesuita Entreculturas.
La banca ética –dice– es «la banca de la ciudadanía, de la sociedad civil, que no quiere especular ni que con su dinero se busque el mayor beneficio a costa de lo que sea, sino que exige que sus ahorros se utilicen para apoyar el desarrollo social y humano». Quien pide un crédito a una entidad de este tipo debe pasar primero por una comisión ética. «En el caso, por ejemplo, de un promotor inmobiliario, puede solicitarse el aval moral de organizaciones sociales». Solo después se lleva la solicitud a la comisión financiera, en la que «los criterios son más flexibles que los que impone la banca tradicional». Con la concesión del crédito –añade Díaz de Argote– no concluye la relación, sino que hay un seguimiento posterior y las condiciones del préstamo se pueden ir modificando según las circunstancias».
A diferencia, por ejemplo, de Oikocredit, que canaliza los ahorros hacia proyectos de desarrollo en países del sur, la actividad en España de Fiare se centra en el desarrollo local. «Existe ese enfoque humano, como el que antes podían tener las cajas. Hablamos de un empresario que tiene una pequeña tienda, de una cooperativa textil de mujeres en Pamplona o de unos profesionales jóvenes que, hartos de trabajar en la ciudad en condiciones alienantes, deciden montar una fábrica de cerveza artesana en la sierra de Madrid», explica el directivo de Fiare, citando algunos ejemplos reales.
Todo se hace con transparencia. La información es pública y los socios del banco –obligados a hacer un desembolso inicial de 300 euros– son accionistas con derecho a voz y voto, aunque también es posible ser cliente y no socio. «La complicidad ética es muy grande», sentencia Argote. «Son personas muy conscientes de que, al final, donde se invierte su dinero repercute en que haya más paro y más contaminación, o en que en su pueblo se abra una panadería, una escuela, una biblioteca… Eso es lo que se llama el efecto mariposa: nuestras acciones tienen consecuencias que terminan repercutiendo en nosotros mismos».
Hasta ahora, el grueso de clientes de estos bancos eran inversores institucionales, como ONG y fundaciones, pero los particulares van ganando peso, a pesar de que en España existen todavía pequeñas penalizaciones en forma de comisiones mayores que las que pagan los clientes de la banca tradicional, a diferencia de lo que ocurre en Italia, donde una nueva ley favorece positivamente a la banca ética.
En atención al fin social que cumplen, las administraciones locales españolas han empezado a fijarse en estos bancos. Fiare o Triodos han firmado contratos con varios ayuntamientos. La previsión es que el impulso público vaya a más, lo que será positivo para el desarrollo de este modelo bancario, si bien es inevitable cierto temor a que termine reproduciéndose la historia de las cajas de ahorro. «Hay que mantener esto despolitizado», advierte José Díaz de Argote. «Debemos seguir siendo una banca de los ciudadanos».
Personas detrás de la empresa
Pero prevención no es puritanismo. Entreculturas colabora de hecho con varias empresas, que apoyan sus proyectos educativos. En algunos casos, como sucede con Inditex (dueña de Zara) o El Corte Inglés, la colaboración va más allá: son las propias empresas las que piden el consejo de la ONG sobre su modelo de negocio e incluso la invitan a formar parte de comités sociales o éticos. «No se trata de blanquear nada», matiza Díaz de Argote. «Los debates pueden llegar a ser muy apasionados», lo que indica que «la RSC empieza a ser tomada muy en serio por las empresas. Se tiene muy en cuenta nuestro criterio».
«Algunas ONG han optado por un tono más agresivo –añade–. Nosotros hemos elegido el diálogo. Después de 20 años en esto, yo siempre digo que la empresa solo es un CIF. Detrás hay personas con capacidad de cambiar desde dentro las cosas; personas con nombres y apellidos, con sentimientos y con familia, que normalmente están deseando hacer las cosas bien si se les ofrece una alternativa. Y yo quiero tener un diálogo con ellas».
Eso incluye a la gran banca. Argote es miembro de las comisiones éticas de dos fondos de Inversión Socialmente Responsable (ISR), uno de Caixabank y otro del Santander. El sector ha experimentado un fuerte auge en España y en Europa en los últimos años, algo que se debe tanto a la mayor concienciación de los inversores como a la búsqueda de mayor seguridad para el accionista en tiempos de volatilidad en las bolsas.
A día de hoy se comercializan en España unos 150 fondos de Inversión Socialmente Responsable (ISR). En la mayoría de los casos, la diferencia la marca el cumplimiento de unas directrices que prohíben invertir en sectores como pueden ser las armas, el alcohol o la pornografía, a la vez que se fijan unos porcentajes máximos en otros apartados, permitiéndose por ejemplo una cuantía reducida en empresas farmacéuticas, aceite de palma o grandes compañías energéticas. Muchas ONG colaboran en los comités éticos de estos bancos para vigilar y certificar las inversiones.
Pero hay además otros fondos que, sin tener la denominación de socialmente responsables, se ajustan en mayor o menor medida a los criterios de impacto social, ambiental y buen gobierno corporativo por los que se rigen estos productos. Según Spainsif, el foro de inversión sostenible de España, cerca de la mitad de los fondos de inversión y de pensiones en España utilizan estrategias ISR, una prueba más de que la rentabilidad no solo no está reñida con las buenas prácticas éticas, sino que, a medio y largo plazo, termina siendo la única vía segura de hacer negocios.
Orígenes que se remontan al siglo XV
La banca ética tiene sus orígenes históricos en la Iglesia católica y en la protestante, que dieron lugar respectivamente a los montes de piedad o montepíos y a las cajas de ahorros. Los primeros los inventó un franciscano italiano, el beato Bernardino de Feltre, en el siglo XV. La idea era ayudar a que las personas más humildes no se vieran abocadas a echarse en manos de usureros y prestamistas. Tras la Reforma protestante, las cajas de ahorro surgieron como una versión evangélica de los montepíos, centradas en guardar el dinero de los más pobres y ofrecerles una pequeña rentabilidad. En España, como en otros países, montes de piedad y cajas de ahorro se fusionaron para mantener una doble vertiente financiera y benéfica.
Ese impulso que surgió de las comunidades cristianas fue el mismo que en el siglo XX hizo que aparecieran en el mercado los fondos de inversión éticos. Según el catedrático de la Deusto Business School Fernando Gómez-Bezares, nacieron porque algunas órdenes religiosas querían invertir un dinero que todavía no iban a utilizar y buscaban que no se invirtiera en empresas que desarrollaran algún tipo de actividad contraria a sus creencias. «Conozco varios fondos que se crearon a instancias de un arzobispado u órdenes religiosas», concluye.
Alfa y Omega
Ricardo Benjumea / F. Otero
Imagen: Un hombre protesta frente a la sede de Bankia en marzo de 2012.
(Foto: AFP Photo/Dominique Faget)