Misas, rosarios y adoraciones en la comunidad local mientras a Mindanao llegan las fuerzas especiales norteamericanas para ayudar al Ejército de Manila a derrotar a los yihadistas
En las iglesias esparcidas por el territorio filipino se reza por Marawi. La Iglesia del archipiélago ha lanzado una imponente campaña de sensbilización y oración para acompañar la crisis que se registra en la isla de Mindanao, en las Filipinas meridionales, donde el asedio a la ciudad de Marawi, ocupada por los yihadistas fieles al Estado Islámico, ha alcanzado su día 24. «Todos los obispos me han asegurado que celebrarán cada día una Misa por esta dolorosa situación. Sentimos el apoyo de la entera comunidad católica e incluso de los filipinos emigrados en otras naciones. Nuestra esperanza hoy está puesta sólo en Dios», dice a Vatican Insider el obispo Edwin de la Pena, que sigue la suerte de su ciudad con aprehensión y con un poco de amargura. Ve con dolor la destrucción de un lugar hasta ayer próspero y lleno de gente, hoy terriblemente abandonado y en ruinas, mientras miles de personas desplazadas son obligadas a ir a centros de evacuación o refugios improvisados.
Sobre el terreno se está en fase de estancamiento. Después de que el ejército ha recuperado gran parte de la ciudad de Marawi (sólo tres distritos están todavía bajo el control de los terroristas del grupo Maute), a partir de hoy se ha entrado en la fase más delicada: los últimos militantes (todavía un centenar de los cerca de 500 que pusieron en marcha el ataque, permanecen anidados en los edificios) utilizan rehenes como escudos humanos y en la batalla no se puede lanzar bombardamentos indiscriminados.
El obispo cuenta con ansiedad: «La situación en el terreno parece muy difícil. Los yihadistas están bien organizados, tienen suficiente comida y municiones, y se han atrincherado en el sótano y en algunos túneles excavados en los últimos meses. Nuestros feligreses y el vicario episcopal, Teresito Soganub, se encuentran entre los 200 rehenes, estamos preocupados por ellos. Incluso ahora, mientras nadie puede ver destellos de esperanza, sabemos que Dios está junto a nosotros, que no nos abandona. Nuestros hermanos, secuestrados por los terroristas, están en sus manos».
Una cosa parece cierta: la acción del grupo terrorista que ha declarado lealtad al ISIS ha estado bien orquestada. Alimentos y armas, para preparar una larga resistencia, han sido almacenados y escondidos en lugares tales como mezquitas o escuelas religiosas, para después ser tomados en el momento apropiado. Dada la dificultad que se encuentra en esta fase del asedio, el Gobierno de Manila pidió a las fuerzas especiales del Ejército de Estados Unidos asistencia técnica y estratégica para los marines filipinos, encargados de luchar contra los terroristas. Se trata de un giro para el Gobierno de Rodrigo Duterte que en los últimos meses había dicho que recortaría la tradicional alianza política con Estados Unidos (derivando hacia China y Rusia) y había pedido a las fuerzas estadounidenses (presentes en Mindanao desde 2002 para ayudar en la lucha contra el terrorismo) que salieran de la isla.
La realidad es que la batalla de Marawi ya ha dejado en el campo más de 200 víctimas: unos 140 yihadistas, 58 soldados y 26 civiles. Los jóvenes soldados muertos en los enfrentamientos son todos católicos y, el lunes, Día de la Independencia, el 12 de junio del año pasado, la nación entera celebró sus héroes caídos en la lucha contra el terrorismo. Muy emocionante fue la despedida a los marines que eran miembros de los movimientos juveniles de la iglesia. En las multitudinarias ceremonias fúnebres, la gente se reunió en torno a sus familias, definiendo como «mártires» a los que «han perdido su vida sacrificándose por el bien de la comunidad, en la lucha contra el terrorismo».
Por otra parte la crisis de Marawi ha creado también un flujo de más de 180 desplazados, generando una imprevista emergencia humanitaria que el Gobierno de Manila está afrontando en colaboración con las instituciones locales. La Iglesia filipina está haciendo su parte: desde los primeros días de la crisis, una carrera de solidaridad ha involucrado a diócesis, parroquias, asociaciones eclesiásticas y en los últimos días el arzobispo Rolando Tirona, presidente de Cáritas en Filipinas, ha hecho un nuevo llamamiento nacional invitando a todos los fieles a no dejar de apoyar a los desplazados.
La triste historia de Marawi, dice el episcopado filipino, unido en la expresión de cercanía a la población civil que vive la situación, representa hoy «una oportunidad de poner en práctica su fe y dar un ejemplo de compasión y misericordia». La urgencia es estar al lado de los que sufren, pero también fortalecer el diálogo islámico-cristiano, útil para desactivar lo que los yihadistas quieren presentar como una «guerra santa» y que en cambio «no es más que un engaño, una trampa para sembrar el odio en el sur de Filipinas y alejar la paz», concluye el obispo de la Pena.
Paolo Affatato/Vatican Insider