‘Corrosión’ es el título del volumen que ve la luz, cuando se celebra en el Vaticano una cumbre sobre el tema de la corrupción
(ZENIT – Roma).- El mismo día en que se realiza en el Vaticano un debate internacional sobre la corrupción, sale a la luz el libro entrevista al cardenal Peter Turkson, prefecto del dicasterio del Desarrollo humano integral, que cuenta con un prólogo del papa Francisco.
El debate organizado por dicho dicasterio, en colaboración con la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, se realiza en la Casina Pio IV. En cambio el libro entrevista ‘Corrosión’, es de Vittorio V. Alberti y publicado por Rizzoli.
El Papa señala que la palabra corrupto hacer recordar a “corazón roto”, “manchado por algo”, “arruinado”, profundizando uno de los males que más ha combatido durante su pontificado.
Así el Pontífice señala dos factores, “el estado interior” de una persona y “el hecho social”. Y parte de tres relaciones que caracterizan la vida humana: con Dios, con el prójimo y con el ambiente.
Por ello cuando indica el Papa, cuando una persona es honesta vive estas relaciones responsablemente, mirando al bien común. Al contrario el hombre que se deja corromper ‘sufre una caída’ y una ‘conducta antisocial’. Así la corrupción acaba por “disolver la validez de las relaciones” y se rompen los “pilares” de la coexistencia entre las personas, prevalecen los intereses particulares y es como un veneno que “contamina todas las perspectivas”.
El “corrupto” es en el fondo uno que tiene el “mal olor” de un corazón en descomposición. Y esto está en el origen de la explotación, del degrado, de la injusticia social, de la “mortificación del mérito” y de la ausencia de los servicios a las personas. Pero también en la raíz de la esclavitud, del degrado de las ciudades y de los bienes comunes de la naturaleza.
La corrupción “es una forma de blasfemia”, es “el arma y el lenguaje más común también de las mafias”, un “proceso de muerte que da linfa a la cultura de la muerte”, de quien organiza el crimen. El Papa asegura que en un momento en el que ya es difícil imaginar el futuro, “la corrupción mina la esperanza de que sea posible mejorar.
El sucesor de Pedro, indica también el peligro de la corrupción en la Iglesia, que se manifiesta, con la mundanidad espiritual, la tibieza, la hipocresía, el triunfalismo y el sentido de la indiferencia. Y exhorta a los cristianos a quedarse unidos, como los copos de nieve, de manera que produzcan una avalancha, de un nuevo humanismo.