En su primer mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará por primera vez el 19 de noviembre, el Papa pone de ejemplo a su patrono san Francisco de Asís: «No se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a estar con ellos» y «vio en ese encuentro el punto de inflexión de su conversión»
«El amor no admite excusas: el que quiere amar como Jesús amó, ha de hacer suyo su ejemplo; especialmente cuando se trata de amar a los pobres». Desde sus primeras frases, el mensaje del Papa para la Jornada Mundial de los Pobres transmite la fuerza con la que Francisco quiere introducir esta cita en el calendario de la Iglesia.
Esta Jornada se celebrará por primera vez el próximo 19 de noviembre, domingo XXXIII del tiempo anterior, una semana antes de la solemnidad de Cristo Rey. En su mensaje programático para la Jornada, presentado este martes, el Santo Padre afirma que constituyó la Jornada al finalizar el Año de la Misericordia –uno de cuyos últimos actos fue un Jubileo de los Sintecho– con el objetivo de «estimular a los creyentes para que reaccionen ante la cultura del descarte y del derroche» y para que «las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos». La invitación a compartir con los pobres se dirige también a «todos, independientemente de su confesión religiosa».
Desde el comienzo de la Iglesia
«Dios nos amó primero; y nos amó dando todo, incluso su propia vida –explica Francisco en su mensaje, citando a san Juan, el discípulo amado–. Un amor así no puede quedar sin respuesta. Inflama de tal manera el corazón que cualquier persona se siente impulsada a corresponder».
Así lo hizo la primera comunidad cristiana, que hizo del servicio a los más pobres «uno de los primeros signos con los que se presentó en el mundo». Cuando los cristianos se han dejado contaminar por la mentalidad mundana y han dejado de lado este llamamiento, «el Espíritu Santo ha suscitado hombres y mujeres que de muchas maneras han dado su vida» desde el «generoso ingenio de la caridad» hacia los pobres.
Un ejemplo de ello es san Francisco de Asís, que «no se conformó con abrazar y dar limosna a los leprosos, sino que decidió ir a Gubbio para estar con ellos» y «vio en ese encuentro el punto de inflexión de su conversión». «Porque mantuvo los ojos fijos en Cristo, fue capaz de reconocerlo y servirlo en los pobres», añade el mensaje más adelante.
Los pobres son de la Iglesia
Marginación, violencia, torturas, guerras, analfabetismo, paro y tráfico de personas son algunas de las formas en las que se manifiesta hoy la pobreza. El Papa reconoce que no es fácil desentrañar sus causas, pero denuncia que se propaga de forma que «escandaliza» en «grandes sectores». Este aumento es fruto de la injusticia social, la «indiferencia generalizada» y la codicia que hace que la riqueza se acumule de forma cada vez más descarada en las manos de unos pocos, «con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación». «Dios creó el cielo y la tierra para todos; son los hombres, por desgracia, quienes han levantado fronteras, muros y vallas».
Frente a ello, la Iglesia sabe que los pobres –afirma el Papa citando a su predecesor el beato Pablo VI– «pertenecen a ella por “derecho evangélico”». Al hablar del servicio hacia ellos, Francisco aclara que no se refiere solo al voluntariado o a la limosna improvisada para acallar la conciencia.
De la limosna al abrazo
Estos gestos «deberían introducirnos a un verdadero encuentro con los pobres», a los que hay que mirar a los ojos y abrazar, rompiendo su soledad. «Si realmente queremos encontrar a Cristo, es necesario que toquemos su cuerpo en el cuerpo llagado de los pobres, como confirmación de la comunión sacramental recibida en la Eucaristía».
Esto debe «dar lugar a un compartir que se convierta en un estilo de vida». Todos los cristianos –continúa el Papa– están llamados a seguir a Jesús pobre. La pobreza evangélica «significa un corazón humilde» que «nos impide considerar el dinero, la carrera, el lujo como objetivo de vida y condición para la felicidad». Así se hace posible que «nos hagamos cargo libremente de nuestras responsabilidades personales y sociales». También a quienes sufren la pobreza real les pide el Papa que «no pierdan el sentido» de esta pobreza.
Cómo vivir la Jornada
Los últimos puntos del mensaje de Francisco se centran en cómo deben vivir las comunidades cristianas esta Jornada Mundial de los Pobres, estableciendo tradiciones que sean «una contribución concreta a la evangelización en el mundo contemporáneo».
«Es mi deseo –comparte el Santo Padre– que en la semana anterior [al 19 de noviembre] se comprometan a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta. Podrán invitar a los pobres y a los voluntarios a participar juntos en la Eucaristía de ese domingo», una semana antes de la solemnidad de Cristo Rey del universo.
El Papa también sugiere aprovechar el domingo para acercarse a los pobres de nuestro vecindario. «Sentémoslos a nuestra mesa como invitados de honor; podrán ser maestros que nos ayuden a vivir la fe de manera más coherente. Con su confianza y disposición a dejarse ayudar, nos muestran de modo sobrio, y con frecuencia alegre, lo importante que es vivir con lo esencial y abandonarse a la providencia del Padre».
Sin embargo, el Pontífice desea que todas las iniciativas que se organicen se fundamenten en la oración. En el mensaje, presta especial atención al padrenuestro, que llama «la oración de los pobres. La petición del pan expresa la confianza en Dios sobre las necesidades básicas de nuestra vida. Todo lo que Jesús nos enseñó con esta oración manifiesta y recoge el grito de quien sufre a causa de la precariedad de la existencia y de la falta de lo necesario». Además, esta oración subraya la responsabilidad de todos por todos y el sentido de la comunión y el compartir, porque habla del «pan nuestro».
Alfa y Omega
María Martínez López
Imagen: El Papa, durante el Jubileo de las Personas sin techo.
(noviembre de 2016)
Foto: REUTERS/Tony Gentile