La británica, experta en el análisis comparado de las religiones, se confiesa «conmovida»
Karen Armstrong (Wildmoor, Worcestershire, 1944) recibía la noticia de la concesión del Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en su domicilio de Londres. Se mostró muy «honrada y conmovida», en declaraciones a Efe, y defendió como «esencial» el estudio de la religión para entender la sociedad contemporánea.
Armstrong es una convincente abogada defensora de la religión. Frente al combativo avance del nuevo ateísmo y el peligroso crecimiento del integrismo, Armstrong considera que la religión puede ser un eficaz instrumento de paz y convivencia.
Precisamente en su último trabajo, Campos de Sangre, atacaba la asentada idea de que violencia y fe son dos fenómenos estrechamente relacionados a lo largo de la historia. Para esta estudiosa británica, la compasión es el nexo de unión entre las diferentes religiones, como recuerda en su personal propuesta Doce pasos hacia una vida compasiva, donde pretende resucitar la Regla de Oro ética que está en el corazón de la experiencia religiosa: «Haz a los demás lo querrías que te hicieran a ti».
Probó la vida religiosa como novicia en un convento católico a sus 18 años, sin embargo, no creyó que aquel camino fuera para ella. La historia comparada de las religiones se convirtió en su verdadera vocación, un campo que le fascinó durante la elaboración de un documental televisivo sobre san Pablo. Probablemente no haya objeto de estudio más elusivo que el de la religión, pero no ha tenido miedo de enfrentarse a este desafío intelectual. Con más de una veintena de obras a sus espaldas, la bibliografía de Armstrong nos ofrece una mirada caleidoscópica a la historia religiosa de la humanidad. Ha recorrido las vidas de figuras centrales, como Mahoma o Buda; ha leído la Biblia desde su propia historia; ha cartografiado la ciudad santa de Jerusalén; ha denunciado los riesgos del fundamentalismo; e, incluso, ha defendido a Dios en un trabajo que pretendía desentrañar el sentido de la religión.
Lecturas provocativas
El Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales de este 2017 ha reconocido a una investigadora que pretende recoger las enseñanzas de las tradiciones religiosas para buscar el bien común. Eso sí, en ocasiones, su papel protector hace que obvie o minimice algunos aspectos no tan positivos de la religiosidad. Pese a las pegas que se le puedan poner, la lectura de cualquier trabajo de Armstrong nos sumerge en un viaje provocativo. Podríamos aprovechar la oportunidad que nos ofrece este galardón reflexionar, con seriedad, sobre el hecho religioso.
En un contexto plagado de ataques terroristas perpetrados en nombre del Islam, Armstrong enfatiza: «En Europa tendemos a creer que hemos dejado atrás las religiones y el Reino Unido es extremadamente secular, pero el resto del mundo no está de acuerdo. Por supuesto, (la religión) siempre ha sido esencial en el mundo musulmán y América (Estados Unidos) es un país extremadamente religioso», observa la pensadora, en un país que todavía se sacude el mazazo del atentado de Daesh en Mánchester.
Alfa y Omega
Joseba Louzao/ABC
Imagen: Karen Armstrong
Foto: EFE/Michael Lionstar