La Red de Iglesias Hospital de Campaña, que lideran San Antón en Madrid y Santa Anna en Barcelona, se extenderá por otras ciudades del mundo con el apoyo de la Santa Sede. Octubre es la fecha probable de lanzamiento. Antes, se presentará a los arzobispos de cada urbe
«Yo, en las iglesias, no entro. Pero en una así, estoy dispuesto a hacerlo». La confesión es de un cámara de televisión a Peio Sánchez, rector de Santa Anna en Barcelona, cuando se presentó el proyecto de un templo abierto las 24 horas escondido en el centro de Barcelona, a un paso de las Ramblas y de la plaza Cataluña, justo detrás del Banco de España.
En Madrid, en San Antón, la iglesia que gestiona Mensajeros de la Paz con el padre Ángel a la cabeza en pleno barrio de Chueca, el que entra es José Miguel. Cocinero venezolano, recién llegado, sin papeles, sin dinero… Con una maleta gigante como única propiedad. Allí encuentra una casa, un lugar donde dormir, algo que llevarse a la boca, gente que le escucha, y que, tras meses de acompañamiento y acogida, le paga un billete de avión a Londres para no perder el trabajo de su vida. Lleva diez días en Londres y ninguno de ellos ha dejado de escribir a Esther Colado, la directora de San Antón. Y también ha buscado oportunidades para que otros, que estuvieron en su situación, puedan seguir sus pasos.
San Antón y Santa Anna, ejemplos de un nuevo paradigma de iglesia en las grandes ciudades que, desde España, pronto se extenderá por otras urbes internacionales para formar la Red de Iglesias Hospital de Campaña. Tal y como confirma a este semanario Peio Sánchez, esta red se constituirá el próximo mes de octubre, cuando esté listo el libro que sobre esta nueva realidad se está realizando, con artículos, entre otros, del padre Ángel, Victoria Molins o Dario Edoardo Viganò, por parte de la Santa Sede. Ese texto se propondrá a todos los arzobispos de grandes ciudades para que implementen estas iglesias hospital de campaña. Por el momento, solo las citadas iglesias de San Antón y Santa Anna tienen confirmada su presencia en la red, aunque, tal y como explica Peio Sánchez, existen casos parecidos en otros países que son susceptibles de sumarse a esta iniciativa.
La propuesta va muy en línea con la Pastoral de las Grandes Ciudades, que en los últimos años se ha trabajado a nivel internacional con el liderazgo de Barcelona, que acogió, con el apoyo explícito del Papa Francisco, dos encuentros –uno de expertos y otro de pastores– en 2014. Entonces, Francisco ya indicó el camino que seguir: «Hay que realizar un cambio en nuestra mentalidad pastoral. ¡Se debe cambiar! En la ciudad necesitamos otros mapas, otros paradigmas, que nos ayuden a volver a ubicar nuestros pensamientos y nuestras actitudes». Y añadía: «El testimonio concreto de la misericordia y ternura que trata de estar presente en las periferias existenciales y pobres, actúa directamente sobre los imaginarios sociales, generando orientación y sentido para la vida de la ciudad». Y así quedó de manifiesto en el documento de síntesis del encuentro de expertos, que recoge el cardenal arzobispo emérito de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, en el libro La Pastoral de las Grandes Ciudades (PPC): «Las iglesias de la gran ciudad deben ser puertos de salvación de la humanidad que habita en ella, lugares apetecibles y deseables que suscitan la elevación del espíritu y el rencuentro con el propio corazón. La gran ciudad necesita que las iglesias estén abiertas y sean lugares de silencio, encuentro y oración».
Propuesta simbólica y efectiva
En definitiva, no son más que hospitales de campaña, como el mismo nombre del proyecto reza, que siguen las indicaciones del Papa de «curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía y proximidad». Una metáfora que Carlo María Galli, teólogo de cabecera de Francisco, considera «elocuente», pues insiste en la necesidad «de salir, de ser callejera e itinerante, aunque pueda accidentarse». «Una Iglesia herida, doliente y compasiva puede desplegar una comunicación pastoral, simbólica y efectiva, cordial y solidaria de la misericordia de Dios a la humanidad contemporánea», sostiene el autor de Dios vive en la ciudad. Hacia una nueva pastoral urbana a la luz de Aparecida y del proyecto misionero de Francisco (Herder). Peio Sánchez, apostilla: «Por eso tomamos esta imagen, para curar a los heridos, pero también para ejercer la hospitalidad».
En Barcelona, esta propuesta rondaba a un grupo de personas tras la experiencia del padre Ángel en Madrid y fue una ola de frío, el pasado mes de enero, la que dio el impulso definitivo. Y así comenzó un proyecto de «puertas abiertas», donde todos pueden sentirse «acogidos, escuchados, confortados y acompañados». Acogida en la capilla de la Piedad, nada más cruzar la puerta del templo, un lugar pensado fundamentalmente para los sin techo, pero también para la acogida a todas las personas. En ese lugar se ofrecen también desayunos, café durante el día y asesoramiento de todo tipo por parte de los voluntarios. Allí está un matrimonio desahuciado, cuya hija, menor de edad, vive con una voluntaria mientras la abogada le encuentra una solución habitacional. El rector reconoce que tener a los pobres ahí, también durante las celebraciones, le ha acarreado críticas, pero responde que en Santa Anna «se acaba la dicotomía, que tiene que ver con un proceso de secularización, de que lo social va por un lado y la pastoral va por otro». Y afirma que, además, tiene mucho significado, «pues estás atendiendo a la gente y ahí está la imagen de la Piedad». También se refiere a la presencia de los pobres en esta capilla cuando hay alguna celebración en la nave central: «Cuando nos toca predicar y, de repente, sale el tema de los pobres, estamos oyéndolos. Están ahí y, por tanto, las referencias son más directas y la palabra se sella con el testimonio de la acción».
Cuatro espacios diferentes
Del espacio de la acogida al espacio de la escucha, porque Santa Anna tiene un lugar, la capilla del Santo Sepulcro y los cristianos perseguidos, para la escucha tanto ministerial como humana. Están a disposición sacerdotes y psicólogos que, en un espacio acogedor con mesas y butacas, escucharán y ayudarán a quien se acerque. Completan la propuesta de Santa Anna una capilla para la oración y el silencio, la de la Virgen de Montserrat, donde rezar ante el Santísimo y la nave central y el presbiterio, que es el lugar de culto. «La pastoral se mantiene y la presencia de los pobres inspira y sirve a la pastoral. Mucha gente se acerca porque es una iglesia que se abre…», añade Peio Sánchez.
La ventaja de Santa Anna es, entre otras cosas, el espacio. Cuenta, al ser un antiguo monasterio, con diversas estancias: un claustro donde realizar todo tipo de actividades, una sala capitular, así como habitaciones donde se han establecido oficinas. Espacios que se utilizan, por ejemplo, para celebraciones, encuentros o conciertos, como los que se han bautizado como Artistas en el Hospital de Campaña, cada domingo por la tarde.
En San Antón no deja de entrar gente, entre voluntarios, transeúntes y usuarios. Son miles las personas que han pasado por allí desde que se abriera hace ya más de dos años. Dos personas rezan en la capilla dedicada a la adoración; dos sin techo duermen en dos sillas –«Probablemente no había sitio cuando vinieron esta noche y duermen ahora», nos cuenta Esther Collado–; un sacerdote se pone a disposición del que lo necesite; un voluntario, que además duerme allí cada noche, se encarga del lavavajillas del desayuno. Una imagen a tamaño natural del Papa Francisco llama la atención; a su lado, el tuit del día. Detrás del altar, reza una frase, también del Papa: «Les pido perdón por todas las veces que los cristianos delante de una persona pobre o de una situación pobre, miramos para otro lado».
En San Antón no se mira hacia otro lado. Ni siquiera con los que no se dejan ayudar. Cuenta la directora que son muchos los rostros que llegaron destrozados por la droga, el alcohol, la calle… a esta iglesia y hoy tienen una vida digna. En los rostros siguen las marcas del sufrimiento, pero este ya es parte del pasado. Algunos se dejan ver por allí. «Si hubiesen encontrado la puerta cerrada, no habría estas oportunidades», sentencia.
Alfa y Omega
Fran Otero @franoterof
Imagen La capilla de la Piedad es el espacio que Santa Anna
dedica a la acogida, a los sin techo, a los más pobres.
(Foto: AFP Photo/Pau Barrena)