En la audiencia de este miércoles el Papa prosiguió con las catequesis sobre la esperanza
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La esperanza cristiana se apoya en dos actitudes importantes: la perseverancia y la consolación. Esta presición la hizo el santo padre Francisco en la catequesis de este miércoles 22 en la Plaza de san Pedro, subrayando que la esperanza no depende de nuestras cualidades sino de la ayuda de Dios y de su fidelidad.
Al ingresar el la Plaza de San Pedro en el vehículo abierto, el Santo Padre pasó entre los corredores saludando a los presentes que le recibían, con el entusiasmo característico de estos momentos. E hizo detener el jeep y subir a varios niños que con sus gorros amarillos le acompañaron en el recorrido.
Al retomar la serie de las catequesis sobre la esperanza, el Pontífice preciso que “San Pablo continúa ayudándonos a comprender mejor en qué consiste la esperanza cristiana”, y señaló “dos actitudes importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: la perseverancia y la consolación”.
“La Sagrada Escritura nos muestra –prosiguió el Papa– que la perseverancia o paciencia es la capacidad de soportar, de permanecer fieles, sobre todo en medio de las situaciones adversas”. Por otra parte, la consolación “es la gracia de saber acoger y mostrar en todo momento, especialmente en aquellos marcados por el sufrimiento y la desilusión, la presencia y la acción compasiva de Dios que nunca nos abandona y permanece siempre fiel a su amor por nosotros”.
Por eso, dice el Santo Padre que “el Apóstol afirma que somos fuertes, pues en la lógica del Evangelio nuestra fuerza no viene de nosotros sino del Señor, que nos concede experimentar su consolación y su amor fiel”. Y que además nos da “la capacidad de estar cerca de los hermanos más débiles y de hacernos cargo de su fragilidad”.
La Palabra de Dios alimenta en nosotros la esperanza, que se traduce concretamente “en servicio recíproco y en el compartir”, indicó el Pontífice. Esto es posible sólo “cuando en el centro está Cristo y su Palabra, porque él es el “hermano fuerte” que nos cuida y nos carga sobre sus hombros de “Buen Pastor”, tierno y solícito”.
Después del resumen que Francisco hizo en español, saludó a los peregrinos provenientes de España y Latinoamérica. “Agradezcamos al Señor el don de su Palabra y no olvidemos que nuestra esperanza no depende de nuestras capacidades, sino de la ayuda de Dios y de la fidelidad de su amor”.
Sergio Mora
Oriente Medio, Egipto y Tierra Santa, el Papa invita a confiar en la presencia de Cristo
Saludo a los peregrinos de idioma árabe
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco invitó a los católicos árabes a tener confianza en la “presencia cercana del Señor”.
El Santo Padre saludó así a los peregrinos árabes, en particular de Egipto, Tierra Santa y Oriente Medio, durante la audiencia de este miércoles en la Plaza de San Pedro, hablándoles en italiano e inmediatamente traducido al árabe por su secretario egipcio, Mons. Yoannis Lahzi Gaid.
“La perseverancia se vuelve imposible –explicó el Papa– si no se funda en la esperanza y la consolación delante de las dificultades, si no se funda en la confianza en la presencia segura y cercana del Señor”.
E invitó a poner a Cristo en el centro de la propia vida: “La perseverancia y la consolación son imposibles si no está Cristo en el centro de nuestra vida, de nuestra existencia y de nuestra esperanza”.
“Que el Señor les bendiga a todos y les protega del maligno”, concluy´po el Papa, girándose por segunda vez para saludar a un grupo que le aplaudía.
Anita Bourdin
Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia general del 22.3.2017
Audiencia 22 marzo 2017
(Osservatore © Romano)
La esperanza cristiana no es optimismo, no se funda en nuestras capacidades sino en Dios y en la fidelidad de su amor
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Desde hace algunas semanas el Apóstol Pablo nos está ayudando a comprender mejor en que cosa consiste la esperanza cristiana. Y hemos dicho que no era un optimismo, no: era otra cosa. Y el Apóstol nos ayuda a entender que cosa es esto. Hoy lo hace uniéndola a dos actitudes aún más importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: la ‘perseverancia’ y la ‘consolación’. En el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos apenas escuchado son citados dos veces: la primera en relación a las Escrituras y luego a Dios mismo. ¿Cuál es su significado más profundo, más verdadero? Y ¿En qué modo iluminan la realidad de la esperanza? Estas dos actitudes: la perseverancia y la consolación.
La perseverancia podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, soportar, de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y estamos tentados de juzgar negativamente y de abandonar todo y a todos. La consolación, en cambio, es la gracia de saber acoger y mostrar en toda situación, incluso en aquellas marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios. Ahora, San Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos son transmitidas de modo particular por las Escrituras (v. 4), es decir, por la Biblia. De hecho, la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a conformarnos a Él, a asemejarnos siempre más a Él. En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es de verdad ‘el Dios de la constancia y del consuelo’, que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir, que es perseverante en el amor con nosotros, no se cansa de amarnos, ¡no!, es perseverante: ¡siempre nos ama!, y también se preocupa por nosotros, curando nuestras heridas con la caricia de su bondad y de su misericordia, es decir, nos consuela. Tampoco, se cansa de consolarnos.
En esta perspectiva, se comprende también la afirmación inicial del Apóstol: ‘Nosotros, los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos’.’Esta expresión «nosotros, los que somos fuertes’ podría parecer arrogante, pero en la lógica del Evangelio sabemos que no es así, es más, es justamente lo contrario porque nuestra fuerza no viene de nosotros, sino del Señor.
Quien experimenta en su propia vida el amor fiel de Dios y su consolación está en grado, es más, en el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y hacerse cargo de sus fragilidades. Si nosotros estamos cerca al Señor, tendremos esta fortaleza para estar cerca a los más débiles, a los más necesitados y consolarlos y darles fuerza. Esto es lo que significa.
Esto nosotros podemos hacerlo sin auto-complacencia, sino sintiéndose simplemente como un canal que transmite los dones del Señor; y así se convierte concretamente en un sembrador de esperanza. Es esto lo que el Señor nos pide a nosotros, con esa fortaleza y esa capacidad de consolar y ser sembradores de esperanza. Y hoy, se necesita sembrar esperanza, ¿Verdad? No es fácil.
El fruto de este estilo de vida no es una comunidad en la cual algunos son de ‘serie A’, es decir, los fuertes, y otros de ‘serie B’, es decir, los débiles. El fruto en cambio es, como dice Pablo, “tener los mismos sentimientos unos hacia otros a ejemplo de Cristo Jesús”. La Palabra de Dios alimenta una esperanza que se traduce concretamente en el compartir, en el servicio recíproco.
Porque incluso quien es ‘fuerte’ se encuentra antes o después con la experiencia de la fragilidad y de la necesidad de la consolación de los demás; y viceversa en la debilidad se puede siempre ofrecer una sonrisa o una mano al hermano en dificultad. Y así se vuelve una comunidad que “con un solo corazón y una sola voz, glorifica a Dios”.
Pero todo esto es posible si se pone al centro a Cristo, su Palabra, porque Él es el ‘fuerte’, Él es quien nos da la fortaleza, quien nos da la paciencia, quien nos da la esperanza, quien nos da la consolación. Él es el ‘hermano fuerte’ que cuida de cada uno de nosotros: todos de hecho tenemos necesidad de ser llevados en los hombros del Buen Pastor y de sentirnos acogidos en su mirada tierna y solícita.
Queridos amigos, jamás agradeceremos suficientemente a Dios por el don de su Palabra, que se hace presente en las Escrituras. Es allí que el Padre de nuestro Señor Jesucristo se revela como ‘Dios de la perseverancia y de la consolación’.
Y es ahí que nos hacemos conscientes de como nuestra esperanza no se funda en nuestras capacidades y en nuestras fuerzas, sino en el fundamento de Dios y en la fidelidad de su amor, es decir, en la fuerza de Dios y en la consolación de Dios. Gracias”.
Día mundial del Agua: Francisco pide proteger ‘este bien de todos’
Video Worldwatervalues.org
Pide impulsar iniciativas educativas sobre este tema
(ZENIT – Roma).- Con motivo del Día Mundial del Agua (22 de marzo) y el Día Mundial de los Bosques (21 de marzo), el papa Francisco hizo un llamado para proteger estos recursos “como un bien de todos” y a impulsar las iniciativas educativas sobre este tema.
Durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, el Papa saludó la iniciativa “Watershed: Replenishing Water Values for a Thirsty World”, (Cuencas de aguas: redescubrir el valor del agua para un mundo sediento), propuesta por el Consejo pontificio de la Cultura. En el cuadro de lanzamiento del programa quinquenal para la protección de los recursos hídricos, expertos internacionales se encontraban allí presentes.
“Me alegro por este encuentro, que marca una nueva etapa en el compromiso conjunto de varias instituciones para sensibilizar sobre la necesidad de tutelar el agua como bien de todos, valorizando también sus significados culturales y religiosos”, dijo.
Bajo el signo de estas dos Jornadas mundiales, instituidas por las Naciones Unidas hace 25 años, el Papa animó a realizar esfuerzos “en el campo de la educación, con propuestas dirigidas a los niños y a los jóvenes”.
“¡Gracias por lo que hacen y que Dios les bendiga!” concluyó el Papa. El evento promovido por el Vaticano y por el Club de Roma, está apoyado por numerosas universidades y fundaciones del mundo.
Actualmente, en todo el mundo, casi mil millones de personas carecen de agua potable. Según los datos del Consejo Mundial del Agua (World Water Council – WWC), 923 millones de personas no tienen acceso al agua potable: 319 millones de habitantes de África subsahariana (el 32% de la población), 554 millones de asiáticos (el 12,5% de la población), y 50 millones de sudamericanos (el 8% de la población). Además, el 12% de la población mundial no tiene acceso a fuentes de agua potable y se producen 3,5 millones de muertes anuales por enfermedades transmitidas por el agua.
Por ocasión del Día Mundial del agua, se realiza este miércoles en el Augustinianum de Roma, un encuentro sobre el tema con, la participación de los cardenales Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura y Peter Turkson, prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, además del arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, y de los relatores de diversos países.
Anne Kurian